El
mes de diciembre se nos presenta en el calendario festivo anual como antesala
de cientos de fiestas del ciclo de invierno que se inicia en torno al solsticio.
Diciembre es el mes de la gran fiesta del Nacimiento del Mesías, y el mes que
cierra el año para dar paso a otro nuevo. Pero también es un mes mariano por
excelencia, el mes de la Purísima Concepción, que es Patrona de España, y que
se celebra en muchos de nuestros pueblos y ciudades que la honran con ritos y
costumbres que vienen de muy antiguo.
Por
este motivo, dedico esta entrada a una de las mayores manifestaciones de fe de
nuestro país, en la que se rinde culto y veneración a la Inmaculada Concepción.
Se trata de la Fiesta del Vítor que
cada 7 y 8 de diciembre festeja el pueblo conquense de Horcajo de Santiago en
honor de la que es su Madre y Patrona. Es una fiesta en la que la piedad
popular se hace presente en cada rincón de este municipio, no hay horcajeño que
no participe de la fiesta con especial fervor y que no luche por mantener su
mayor tesoro que no es otro que “el Vítor”.
Los orígenes de esta celebración los podemos encontrar en el siglo XVII, e
íntimamente ligados a la Orden de Santiago, cuya sede se encuentra en el
monasterio de Uclés, muy cerca de Horcajo. Según la tradición, los caballeros
santiaguistas se encargaron de extender la devoción a la Inmaculada Concepción
por todos y cada uno de los lugares pertenecientes al territorio de influencia de
la misma, de los cuáles Horcajo era Encomienda. Desde entonces y de manera
invariable, Horcajo de Santiago ha mantenido la tradición que pasa de padres a
hijos de venerar a la Virgen Inmaculada no sólo en su fiesta sino a lo largo de
todo el año, haciéndose patente esta devoción en la celebración del Vítor.
La
Fiesta del Vítor se inicia nueve días antes de la fiesta litúrgica de la
Inmaculada, con el rezo de la Novena que finaliza en vísperas del día grande. Ya
en la tarde del día 7 el nerviosismo se apodera de los horcajeños que esperan
la salida del Estandarte con gran emoción. Llegadas las ocho de la tarde en la
iglesia parroquial no cabe un alfiler, hay quienes incluso se hacen hueco
subiéndose a los retablos para no perderse ni un instante de su más sagrada
tradición. Comienza el canto de la Salve ante la imagen de la Virgen y al son de
la popular canción los horcajeños ejecutan un vaivén que hace que la marea
humana se asemeje a las olas marinas. Los corazones se encogen, los nervios a
flor de piel hacen que a más de uno se le salten las lágrimas, las voces se
entrecortan fruto de la emoción contenida, cientos de miradas fijas en su
Virgen, los escasos minutos que dura la Salve se convierten en una eternidad
ante la inminente aparición del Estandarte… Una vez finalizado el canto, por la
puerta de la sacristía en la que se agolpan los horcajeños, sale el Estandarte
con la imagen de la Inmaculada, la mayor seña de identidad de Horcajo de Santiago.
Comienza el incesante vitoreo a la Virgen que se prolongará cerca de 24 horas
hasta que sea devuelto el Estandarte nuevamente a la Sacristía. El Vítor se ha
hecho realidad otro año más, de nuevo las gentes de Horcajo empiezan a
desgranar miles de vítores sin descanso, aprovechando cada instante para honrar
a su Virgen. El nombre de la fiesta viene del propio vitorear de las gentes a
la Purísima, a la que gritan:
“¡Vítor
la Purísima Concepción de María Santísima Concebida sin Mancha de Pecado!
¡Vítor! ¡Vítor!”.
Hay
que puntualizar que el estandarte no es siempre el mismo, se va cambiando según
se vayan regalando estandartes nuevos, que la gente ofrece por haber visto
cumplida alguna promesa de mano de la Virgen. Esta insignia siempre debe llevar
la efigie pictórica de la Inmaculada Concepción, y en su reverso la siguiente leyenda: "No blasfemar en el nombre de Dios ni en el de su Santa Madre".
El
Estandarte aguarda durante un largo rato en la puerta de la sacristía
recibiendo los vítores de los allí reunidos que intentan avanzar hasta poder
tocarlo. Pasado este tiempo, con mucho esfuerzo, se abre paso
entre la gente y llega hasta la puerta del Sol de la iglesia, donde aguardan tres
hombres a caballo -los Caballeros- que han tenido el honor de ser escogidos para portar el
estandarte durante toda la fiesta. Estos tres hombres son los protagonistas
principales, ya que portan el estandarte y las borlas del mismo durante toda la
celebración. Estas personas que previamente habían sido inscritos en las listas
para portar estos enseres, cumplen con gran fervor su promesa a la Virgen. Por
norma general los portadores son personas que en un momento puntual hacen una
promesa por motivos de salud o algún trance complicado, y deben esperar muchos
años hasta poder cumplirla puesto que son muchos los horcajeños que engrosan
estas listas, llegando algunas personas incluso a no ver cumplido su sueño por
fallecer antes de llegar su turno de ser portador. Es una bella tradición que
pasa de padres a hijos; muchos niños son inscritos nada más nacer, y otros
cumplen con la promesa que hiciera hace años algún familiar. Los tres portadores
llevan en sus cabezas gorros bordados con cintas de color celeste alusivas a la
pureza de María. Los caballos van ricamente enjaezados en su cabeza, lomo y
cola, con cintas celestes y espejos. Una vez que el pueblo hace entrega del
Estandarte al portador y a los que llevarán las borlas, comienza una larga
procesión, la más larga de toda la cristiandad, que recorrerá las calles de
Horcajo de Santiago y que hará paradas en cada una de sus ermitas, momento en
que los portadores podrán bajarse de los caballos. Todos los vecinos lanzan
vítores al paso del Estandarte, todos se emocionan y recuerdan de manera
especial a los familiares que ya no están. Es momento también de degustar la
rica gastronomía horcajeña que cada año se elabora para la fiesta.
El
8 es el día grande, el día de la Inmaculada Concepción. El Estandarte sigue
recorriendo las calles de Horcajo y recibiendo los tradicionales vítores, hasta
que llegado el atardecer debe volver a la iglesia. La gente se agolpa a las
puertas esperando su llegada, de nuevo la emoción embarga los corazones de los
horcajeños que aguardan con tristeza el final de su fiesta más grande. El Estandarte
hace entrada por la misma puerta que salió la tarde anterior, y es en este
momento cuando se intensifican los vítores, cuando se lanzan con mayor fuerza
si cabe a modo de despedida. La gente no quiere que se entregue el Estandarte,
quieren disfrutar un poco más de su tradición, pero finalmente consigue llegar
hasta la sacristía, y a partir de este momento comienza una nueva cuenta atrás
de 365 días. Después de haberse recogido el estandarte tiene lugar otro de los
momentos de mayor intensidad de la Fiesta del Vítor: la procesión de la imagen
de la Virgen Inmaculada por las calles de Horcajo. La gente camina delante de
la carroza de cara a la Virgen, sin darla la espalda, lanzándola vítores. Tras haber
recorrido el pueblo, la Inmaculada regresa a la iglesia, momento en que se multiplican
los vítores, pues se aproxima el final del Vítor que acaba con el canto de la
Salve que también se entonó el día antes para dar inicio a la celebración.
Como
vemos se trata de una de las fiestas de mayor arraigo en Castilla-La Mancha,
que se mantiene de forma imperecedera con el paso de los siglos, y que goza del
reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Regional.
Agradecemos la amabilidad y la hospitalidad de las gentes de Horcajo de Santiago, en especial de Francisco Miguel García, quien nos hizo el gran regalo de poder vivir la fiesta desde un sitio privilegiado junto a otras horcajeñas que nos trasmitieron la emoción y la devoción con que se vive la tradición en este pueblo conquense.
*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.
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