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sábado, 9 de enero de 2016

EL ZANGARRÓN DE MONTAMARTA


La localidad de Montamarta, a pocos kilómetros de Zamora, se encuentra bañada por las aguas del río Esla en un emplazamiento de gran belleza paisajística. Atesora esta localidad una tradición que pierde su origen en la noche de los tiempos y que cada año revive, perpetuando así su seña de identidad más importante.

Se trata del Zangarrón, una mascarada de invierno que encierra gran cantidad de peculiaridades y ritos que hacen de ella una de las más importantes y reconocidas de todo el país. Al parecer podríamos estar ante la mascarada más antigua de la Península. Es curioso porque, a diferencia de otros lugares, tiene dos fechas de celebración: el día de Año Nuevo (1 de enero), y el día de Reyes (día 6 de enero), en las que participan dos personas distintas que encarnan el papel de zangarrón.

Se trata de un rito con orígenes claramente paganos que se remonta varios siglos atrás, al igual que ocurre con el resto de mascaradas que tienen lugar en la Península y especialmente en la provincia de Zamora, que aglutina una buena muestra. La celebración de esta mascarada en esta época del año no es algo casual, está directamente relacionada con el solsticio de invierno y con el recibimiento del nuevo año. El zangarrón, junto con todos los elementos que componen su vestimenta, están estrechamente unidos a ritos de expulsión de malos espíritus, ritos de llamada a la fertilidad y al despertar de la naturaleza, y a ritos de mantenimiento del orden en la comunidad. Todo ello lo vemos reflejado en el uso de cencerros, en el colorido de los ropajes y complementos que utiliza, en el simbolismo que entrañan algunas prácticas que lleva a cabo – tres saltos, tres golpes en la espalda a los mozos solteros con el asador o tridente…-. La mayor peculiaridad de este zangarrón es que aparece dos veces como señalábamos anteriormente, cobrando sentidos diferentes según nos indicaba José Ramón Pérez, nuestro informante. En las dos ocasiones se trata de un diablo, pero con connotaciones distintas: el día de Año Nuevo lleva máscara negra y encarna un diablo maligno, de luto por el año que se va, cuya misión es la expulsión de los malos augurios, “de lo viejo” del año que ha quedado atrás. El día de Reyes lleva máscara roja y gran cantidad de flores de papel y cintas de colores, y es un diablo bondadoso, mágico, que atrae la fertilidad y que llama al despertar de la naturaleza. Aunque encontremos estas notables diferencias, para los vecinos de Montamarta el Zangarrón siempre representa la bondad, se trata de un personaje que lleve la máscara que lleve es benefactor, atrae energías positivas a la comunidad.

En nuestra visita a Montamarta el día de Año Nuevo tuvimos la enorme suerte de poder vivir en primera persona esta tradición y de hablar con una de las personas que más sabe de ella. José Ramón Pérez, presidente de la Asociación Cultural El Zangarrón y persona que lleva varias décadas vistiendo al personaje en cuestión, nos recibió con los brazos abiertos y nos habló de todos los aspectos referentes a la fiesta, que recogimos en nuestro cuaderno de campo y que traemos hasta aquí.

En origen, y en base a documentos que se conservan en la parroquia de Montamarta, la figura del zangarrón podría estar ligada a la cofradía de mozos de San Esteban, lo mismo que ocurre con otras mascaradas de la provincia de Zamora. En base a este dato, se entiende que el zangarrón saldría el 26 de diciembre, fiesta del protomártir, en lugar de hacerlo el 1 y el 6 de enero como lo conocemos en la actualidad. Nos cuentan que antiguamente el zangarrón lo encarnaba la persona más necesitada del pueblo, y que lo recaudado en especie de la cuestación se lo quedaba para él y su familia. En la posguerra nadie quería ser zangarrón, por lo que se tomó la determinación de pagar a una persona para que lo fuera. Ya en los años 50 del siglo pasado los quintos toman las riendas de la tradición y el quinto con menos posibilidades económicas es el encargado de vestirse de zangarrón quedándose con el aguinaldo recaudado. En la actualidad siguen siendo los quintos los que mediante sorteo eligen a dos zangarrones para el día 1 y el 6 respectivamente. La recaudación sigue siendo para el zangarrón, debiendo pagar el quinto además una cantidad de dinero para el mantenimiento de la fiesta. Antiguamente el aguinaldo que se entregaba al zangarrón era en especie, los vecinos aportaban sobre todo productos de la matanza, de ahí la tradición de ofrecer el zangarrón un trozo de chorizo a quienes ha “castigado” con tres golpes de tridente en la espalda. La misión del tridente o asador era esta, la de ir pinchando las viandas que le iban entregando.

Antaño, el sorteo de los quintos para elegir al zangarrón se realizaba el día de nochevieja a las 12 de la noche, reuniéndose todos ellos con la Guardia Civil y el Ayuntamiento. Lo hacían en la plaza del pueblo que se encontraba en la fuente, cerca del río. Se reunían en torno a una hoguera y con una baraja de cartas española hacían el sorteo. El quinto que sacaba el as de oros era el que haría de zangarrón al día siguiente. No se podía levantar la máscara hasta después de pinchar los panes en la iglesia, por lo que nadie conocía su identidad. En la actualidad nos comentaba José Ramón que lo eligen los quintos entre ellos sin tener un día fijo para el sorteo. Eligen dos, uno para el día de Año Nuevo y otro para el día de Reyes, debido al gran esfuerzo físico que debe realizar el zangarrón en cada una de las jornadas.

Uno de los ritos de mayor atractivo de esta fiesta es el de “vestir al zangarrón”. A las seis de la mañana se reúnen en la casa de los quintos todos ellos, el que va a ser zangarrón y todas aquellas personas que quieran presenciar tan laboriosa tarea. Se reparte chocolate y bizcochos entre los asistentes. José Ramón Pérez es el encargado de confeccionar la vestimenta, sobre la marcha, durante unas tres horas. Nos contaba que lleva varias décadas desempeñando esta preciosa tarea, primero junto a otro señor de Montamarta que durante muchos años llevó a cabo esta labor, y en los últimos años él solo habiendo recogido el testigo de tan bonita tradición. Primero se confeccionan los pantalones, para lo que se emplean dos toallas que se van enrollando y cosiendo hasta que se consigue dar forma a la prenda. Nos cuentan que antiguamente en lugar de toallas se empleaban mantillas de envolver a los recién nacidos. La camisa se elabora con una vistosa colcha grande de cama, a menudo de seda, que se va cosiendo al tiempo que se adapta al cuerpo. Los trajes en cada uno de los días se componen de los siguientes elementos:

      Año Nuevo: las toallas que componen el pantalón son de color amarillo y marrón (antiguamente se denominaba color berrenda); el blusón se elabora con una colcha de cama muy vistosa; la máscara que lleva es de corcho negro con una piel que cubre la espalda (antaño de perro), orejas de liebre y aspecto demoníaco (ojos grandes blancos, dientes, cejas y bigotes realizados con crines de caballo). En otras épocas llevaba zapatillas de esparto, ahora son de color blanco. En este día lleva pocas flores y cintas, en origen no llevaría nada, pero con el paso de los años se le fueron añadiendo estos elementos para mayor vistosidad del atuendo. En la mano empuña un tridente o asador decorado con cintas de colores. A la cintura lleva tres cencerros sujetos con un cinto.

   Día de Reyes: el pantalón se confecciona con dos toallas de color amarillo y rojo; el blusón se hace de nuevo con una colcha de colores llamativos. La máscara en este caso es roja, y se adorna ricamente al igual que los pantalones con flores de papel de colores que elaboran las quintas y con gran cantidad de cintas.

Una vez que se ha terminado de vestir al zangarrón, éste sale a recorrer las calles de Montamarta para felicitar el año nuevo a sus vecinos y pedir el aguinaldo, haciendo sonar los tres cencerros que advierten de su presencia. Media hora antes de la misa, que tiene lugar en la iglesia de Santa María del Castillo que se alza sobre un cerro, el zangarrón a la carrera abandona el pueblo para dirigirse hasta el referido templo. Para ello cruza el río Esla y los vecinos y visitantes le esperan arriba contemplando su ascenso. Una vez que llega a la iglesia se dedica a pedir el aguinaldo y perseguir a los mozos solteros a los que da tres golpes con el tridente en la espalda y les ofrece un trozo del chorizo que lleva oculto bajo la blusa. El zangarrón marca su territorio y consigue que los presentes se coloquen en círculo en la puerta de la iglesia para presenciar sus carreras. Acuden para acompañarle el resto de quintos y quintas elegantemente vestidos con capas castellanas que adornan con una flor de papel y cintas de colores similares a las del zangarrón. Cuando se acerca la hora de misa y llegan las autoridades para entrar al templo, el zangarrón con la máscara levantada se arrodilla apoyando el asador en el suelo en señal de respeto. Tras ello da tres enérgicos saltos para a continuación sentarse en el atrio de la iglesia donde se quita los cencerros y la máscara y se arropa con una manta para no quedarse frío después del esfuerzo realizado. Durante la Misa no puede entrar dentro del templo, tan sólo lo hace al final, cuando el sacerdote se dispone a dar la bendición, momento en el que cumple con otro de los rituales, que es el de pinchar con el tridente dos hogazas de pan que han entregado los quintos. Es uno de los momentos más esperados por todos, el zangarrón entra en la iglesia con la máscara levantada y realiza tres venias según se va aproximando al altar en señal de respeto. Cuando el cura da la bendición el zangarrón pincha los dos panes y con ellos en alto abandona la iglesia sin dar la espalda al altar y haciendo de nuevo las tres genuflexiones. A la salida, reparte los panes entre los presentes y de nuevo a la carrera baja el cerro para dirigirse hasta el pueblo.

Al ritual de pinchar los dos panes podríamos buscarle varias interpretaciones relacionadas con ritos relacionados con la abundancia, con el hecho de asegurar el trabajo y las cosechas en el año recién estrenado… Pero es mucho más simple que todo eso, pues se entiende que el zangarrón en origen no tenía connotación religiosa alguna, y con la llegada del cristianismo la tradición pudo sufrir un sincretismo para evitar su desaparición y perpetuarla, añadiendo la entrada de la máscara en la iglesia como señal de respeto. El reparto de los panes, según me informaba José Ramón, puede ser herencia de la referida cofradía de San Esteban que a la salida de misa del 26 de diciembre repartía panes o caridades entre los más necesitados.

Hay un aspecto muy curioso en esta tradición que es la presencia del número tres repetidas veces, lo cual se interpreta como algo mágico. El tridente con tres puntas, los tres cencerros para ahuyentar los malos espíritus, las tres venias a la entrada y la salida de la iglesia, los tres saltos, los tres golpes con el asador en la espalda de los mozos solteros. Sabemos que a lo largo de la historia el número tres ha tenido especial protagonismo, por representar la perfección, y por estar presente en muchas interpretaciones.

Tras la misa el zangarrón aguarda en una plaza del pueblo la llegada de sus vecinos. Con el tridente traza un círculo en el suelo en torno al cual se forma el corro en el que a la llegada de las autoridades hará de nuevo la venia para comenzar su particular persecución a los mozos solteros. Todo el ritual vuelve a repetirse el día de Reyes manteniendo así una tradición cargada de siglos y de historia que merece ser reconocida.


No quisiera acabar sin antes hacer mención especial a dos personas que nos recibieron con los brazos abiertos en nuestra visita a Montamarta y que tuvieron la enorme amabilidad y generosidad de compartir con nosotros su saber. Ellos son José Ramón Pérez y Mari Pérez, que nos recibieron en la sede de la Asociación Cultural “El Zangarrón” para hablarnos de su tradición y nos permitieron contemplar de cerca los elementos que componen el traje del zangarrón. Fue un verdadero placer compartir ese rato con ambos, pues las tradiciones se afianzan gracias a personas como ellos que trabajan incansablemente para que no caigan en las garras del olvido. ¡Muchísimas gracias amigos! Siempre llevaremos en el recuerdo de manera especial aquella tarde de trabajo de campo junto a vosotros en aquel precioso rinconcito de la provincia de Zamora que es Montamarta.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

El Zangarrón pidiendo el aguinaldo

Jonathan, el Zangarrón de 2016

La misteriosa máscara de Año Nuevo

El zangarrón da tres golpes en la espalda

Haciendo la venia a las autoridades

Arropado y descansando durante la misa

El Zangarrón vuelve a toda prisa al pueblo