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sábado, 4 de julio de 2015

LA LOA Y LAS DANZAS A SAN ACACIO MÁRTIR DE UTANDE



A orillas del río Badiel se encuentra la localidad alcarreña de Utande, en la provincia de Guadalajara. En este pequeño pueblo se celebra cada año el domingo más próximo al 22 de junio, festividad de San Acacio Mártir, una fiesta cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.

Son la Loa y las Danzas en honor al patrón San Acacio, dos joyas que este pueblo atesora y de las que recibe una importante fama. Las danzas las podríamos encuadrar dentro del grupo de danzas rituales, cuyo origen incierto nos hace pensar en antiguos ritos de carácter agrícola, en los que mediante las danzas se hacía una llamada a la fertilidad de las tierras y las buenas cosechas. Llama la atención la fecha en que tienen lugar, el 22 de junio o el domingo más cercano a este, muy próxima al Solsticio de Verano, lo que nos hace pensar que su origen pueda estar estrechamente relacionado con ritos solares en torno a este momento de cambio de estación en el que la primavera da paso al verano. Los coloridos trajes de los danzantes también podrían estar unidos a estas interpretaciones. Suponemos que con la llegada del cristianismo y por ende con la llegada a Utande de la devoción al mártir San Acacio, estas danzas de carácter pagano pasaron a celebrarse en honor del santo, convirtiéndose en agasajo y muestra de devoción al patrón. La Loa a San Acacio es una loa religiosa, cuyo antiguo texto narra la lucha del bien contra el mal. En ella aparecen varios personajes que encarnan la bondad y la malicia, y que tras una lucha dialéctica, el Bien consigue triunfar.

La fiesta comienza a primera hora de la mañana, cuando un grupo de dulzaineros recorre las calles de este pequeño pueblo alcarreño. A media mañana la imagen de San Acacio sale de la iglesia y los ocho danzantes le reciben arrodillados. Los devotos pujan por cada uno de los cuatro brazos de las andas para obtener el privilegio de portar la venerada imagen durante la procesión. Al llegar a la plaza se hace una parada en la que los danzantes interpretan una danza al son del  laúd delante del Santo. Los danzantes visten enaguas y camisa blancas, un colorido pañuelo anudado a la cintura, cintas de color rojo atadas a la altura de los codos, varias cintas de colores sobre la espalda y una banda que cruza el pecho que hace alusión a la que porta el Santo. Llevan medias caladas de color blanco, y zapatillas del mismo color decoradas con una escarapela. Para la danza utilizan largos palos de mimbre y castañuelas adornadas con madroños.

Tras la procesión tiene lugar la misa, y tras ésta todo el pueblo se congrega en la plaza donde tienen lugar la Loa y las Danzas, momento álgido de la celebración. Primero tiene lugar la Loa, en la que intervienen cuatro danzantes, el gracioso, el demonio, y el ángel. El gracioso encarna el papel del Bien y viste pantalón y camisa a rayas de color azul y blanco, porta una alforja sobre su hombro, lleva gorro de paja, la cara pintada de blanco aludiendo a la pureza, y se apoya en una especie de cayado que se remata con una cabeza decorada con un gorro militar. El demonio es una especie de botarga, similar a otras que encontramos en otros puntos de la provincia de Guadalajara, que viste pantalón y chaqueta de paño de color verde y negro, alternando cuadros de ambos colores; cubre la cabeza y el rostro con una especie de máscara negra con gorro del mismo color, decorados con cintas y ribetes de color rojo, marcando especialmente la boca y los ojos. En su mano lleva una espada con la que amenaza al gracioso. El ángel lo encarna un niño o niña de corta edad, cuyo atuendo es el mismo que el de los danzantes, llevando además un gorro decorado con flores de tela de colores y espumillones dorados, y una espada con un pañuelo de encaje en la empuñadura con la que defiende al gracioso.

La Loa da comienzo con la intervención del gracioso y los cuatro danzantes, que narran las glorias de San Acacio. El demonio interrumpe la intervención del gracioso, pretendiendo en todo momento estropear su discurso y queriendo imponerse sobre él. Le pide que le explique a qué se debe tanta devoción, a lo que el gracioso contesta:

Pues mire usted caballero,
habrá pronto de saber
que San Acacio Bendito
es muy hermoso en extremo,
sabe hacer grandes milagros
que a un devoto de este pueblo
estando de gravedad
le puso al instante bueno,
y otros “muchismos” milagros
que por ser tarde no cuento.

Tras oír esto el demonio amenaza a los presentes anunciándoles que caerán en sus fauces, y se dirige al gracioso al que postra en tierra a sus pies y amenaza poniéndole su espada en el cuello. El gracioso pide ayuda a San Acacio diciendo:
¡Ay Dios mio de mi alma!
¡San Acacio! ¡Santo mio!
Favorece a tu devoto
que lo tienes prometido,
que quien a tí se encomienda
lo sacarás del peligro.

Ante la desesperación del gracioso hace su aparición el ángel que invita al demonio a volver al infierno, diciendo: “quedad en paz compañeros, y que os guarde Dios del Cielo”. Tras la huida del demonio, habiendo triunfado el Bien, los danzantes hacen alabanza al santo y el gracioso da fin a la loa en tono gracioso, haciendo crítica humorística de las mujeres y de su propia vida, y hablando de los pueblos vecinos. Por último pide la bendición al santo y saluda a las autoridades y al cura dándoles las gracias y la enhorabuena por haber podido celebrar las fiestas. Acaba recitando alabanzas a San Acacio:
Adiós Acacio Glorioso
estrella muy relumbrante
échanos la bendición
al gracioso y los danzantes.

Adios Acacio Glorioso
adiós estrella de guía
échanos la bendición
a todos los de esta villa

Adiós Acacio Glorioso
estrella de resplandor
si en algo os he fallado
también os pido perdón.


A continuación de la Loa y para poner fin a la fiesta, los danzantes interpretan las siete danzas que componen el repertorio, acompañados por la música del laúd. Reciben el nombre de “Danzas de los Peludillos”, haciendo alusión a la letra de una de las danzas. El etnógrafo alcarreño Pedro Vacas las enumera en su programa "Desde Antaño hasta Hogaño". Cinco son de paloteo, y las dos últimas de castañuelas. Los nombres de las danzas son: “cuatro frailes motilones”, “ligera de pie”, “peludillos son”, “ligera de rodillas”, “a coger quiricoles”, "a la sombra" y "Marizámpanos". Las vistosas danzas son interpretadas por los ocho danzantes, mujeres y hombres, que realizan complicados quiebros, saltos y mudanzas que dan gran vistosidad al baile.

El Gracioso

El Demonio y el Ángel

Los Danzantes

Danzas de paloteo

Danzas de los Peludillos de Utande

El Demonio
Fuente consultada: Programa "Desde Antaño hasta Hogaño", dirigido por el etnógrafo Pedro Vacas.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.