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sábado, 20 de diciembre de 2014

EL “DÍA DEL GALLITO” EN CADALSO DE LOS VIDRIOS


En la Comunidad de Madrid, entre las provincias de Ávila y Toledo, se encuentra Cadalso de los Vidrios, tierra de buenos vinos y de antiguas tradiciones. El calendario festivo cadalseño nos descubre un amplio abanico de celebraciones que los vecinos de este pueblo madrileño cuidan y mantienen. Es el caso del “Día del Gallito”, fiesta infantil que, cargada de siglos de historia, Cadalso sigue celebrando en fechas cercanas a la Navidad.
Según mi informante, Marta Blanco, esta fiesta viene de tiempo inmemorial, ha sido transmitida de generación en generación, y supone una de las mayores señas de identidad para Cadalso de los Vidrios. Pude comprobarlo a través de sus palabras: “Si nos quitan el día del Gallito… vamos… como si nos quitaran algo de lo más importante de Cadalso, igual que “las Ánimas” o “el día de la Peña”. Se celebra el día que en el colegio se dan las vacaciones de Navidad, y los protagonistas son los niños y niñas, y el “gallito”, figura de mazapán que da nombre a la fiesta.
La tradición manda que a cada niño se le haga entrega del tradicional “gallito” y de un libro. En Cadalso se denominan “gallitos” las figuras de mazapán, típicas de las fiestas navideñas, sea cual sea su forma. Es curioso que, dependiendo de la zona, estas figuritas reciben distintos nombres, por lo general haciendo referencia a animales (gallito, pajarita, borrita…). Me contaba mi informante que antiguamente el “gallito” era una figura de mazapán que no tenía la forma de gallo que ahora presenta, y que desde hace varias décadas se viene haciendo así en alusión al nombre de la fiesta. En la actualidad se elaboran unos 600 “gallitos” de manera artesanal en una panadería del pueblo.
De siempre el “gallito” ha sido entregado por las autoridades. Hasta 1983, año en que es aprobado el Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid, eran representantes de la Diputación de Madrid quienes acudían hasta Cadalso para hacer entrega del tradicional presente a los niños y niñas. Actualmente lo entregan las autoridades locales, siendo el ayuntamiento el que costea la fiesta.
El regalo que cada niño recibe está compuesto por el “gallito”, que siempre va acompañado de un caramelo, y por un libro. El día que se dan las vacaciones, los niños y niñas acuden al colegio donde tiene lugar un festival que cada año gira en torno a una temática diferente. Es un día muy esperado por los niños y niñas de Cadalso, es el día de los niños cadalseños por excelencia, la tradición que les convierte en protagonistas por un día, al igual que ocurre en otras fiestas, como por ejemplo “las castañas de San Dieguito” de Novés, la fiesta del Obispillo… Después de todas las actuaciones, cada curso va pasando a recoger el “gallito” acompañado de su profesor o profesora. Durante el resto de la jornada, los niños y niñas recorren las casas de Cadalso de los Vidrios para enseñar el “gallito” y el libro, y les dan el aguinaldo. Me cuentan que esta tradición de la petición de aguinaldos aún se mantiene hoy día en este pueblo, y no es difícil encontrarse rondas por las calles en los días de Navidad entonando coplillas tradicionales.
El “gallito” también se entrega a los más pequeños del pueblo en la guardería, así como a los adultos que cursan estudios formativos en la escuela de adultos de Cadalso. Me cuenta mi informante que además se visita la residencia de ancianos y también se les hace entrega de la tradicional figura de mazapán, pues son ellos pieza clave en esta curiosa tradición por ser quienes la han transmitido a las generaciones del presente.
Antes el absentismo escolar era algo muy común. Recuerda mi informante que había niños que no acudían a la escuela en todo el año, pero que el “día del gallito” no faltaban. Entonces el resto de niños y niñas se encargaban de dar su particular cencerrada a aquel que había faltado de manera asidua, cantándole: “ha barruntao el gallito, ha barruntao el gallito”.
Me llama poderosamente la atención un dato que me aportó Marta, y que es sin duda un punto a favor a la hora de mantener esta antigua tradición. Se trata de los niños y niñas de las 25 nacionalidades que viven en Cadalso, que participan de la fiesta con la misma ilusión y entusiasmo que los niños cadalseños, tomándola ya como algo propio. Y es que para Cadalso de los Vidrios el “día del gallito” es un día muy señalado.
Agradezco la ayuda prestada por el Ayuntamiento de Cadalso de los Vidrios que me puso en contacto con Marta Blanco, dinamizadora turístico-cultural, que me recibió muy amablemente, y me habló de la fiesta, mostrándome al protagonista: “el gallito”, que al final de la entrevista me dio a modo de obsequio, y que guardaré con mucho cariño en recuerdo de mi visita a Cadalso.
 
 *Todos los textos, así como las imágenes y archivos de video son propiedad del autor.

jueves, 4 de diciembre de 2014

LA FIESTA DE SAN DIEGUITO EN NOVÉS: UNA MIRADA A LA TRADICIÓN A TRAVÉS DE SUS PROTAGONISTAS


Como cada año, Novés ha celebrado en el día más cercano al 30 de noviembre –en este caso el viernes 28- una de sus fiestas más entrañables y antiguas. Se trata de la Fiesta de San Dieguito, tradición muy arraigada en este pueblo de Toledo, que se mantiene viva gracias al entusiasmo de niños, padres, profesores y amantes de las tradiciones. En otra entrada que escribía el pasado año con motivo de esta celebración, hablaba de las partes que componen la fiesta y del desarrollo de la misma, habiendo recogido el testimonio de personas que participan activamente de ella en la actualidad.
En esta ocasión abordaré esta curiosa tradición, pero desde una óptica diferente, tomando parte de las informaciones que me aportó Mari Lirola de Paz, novesana que siente la fiesta muy adentro, y que la ha vivido desde siempre de forma muy cercana. Su padre, D. Rafael Lirola Caño, fue maestro en Novés allá por los años 40 del siglo pasado, y durante varias décadas ejerció su profesión en el pueblo, siendo el principal impulsor y mantenedor de la tradición del día de San Dieguito.
Fue una gran suerte y un honor para mí coincidir con Mari. Visiblemente emocionada, me brindó su ayuda desde el primer momento, y me aportó datos de cómo era la celebración hace unas décadas. A través de su relato, podemos observar los cambios que con el tiempo ha sufrido la tradición, aunque hay que señalar que la esencia de la fiesta no se ha perdido.
Mari sitúa su relato en los años 40 del siglo pasado, cuando su padre, D. Rafael, ejercía la profesión de maestro en su pueblo de Novés. Recuerda emocionada con qué intensidad vivía su padre la fiesta de San Dieguito, tanto es así que me contaba que enfermó, y que un 30 de noviembre, fiesta del santo, fue sometido a una operación. Recuerda que los niños y el párroco de Novés pidieron por él en la misa de la fiesta, para que todo saliera bien.
Don Rafael Lirola fue, como señalaba antes, un gran impulsor de la fiesta, así como de las tradicionales Letrillas de San Diego, a las que añadió alguna estrofa más. Fue quien compró la pequeña imagen de San Diego que compone el cetro que se saca en la procesión el día de la fiesta junto con la imagen que va en andas, y que actualmente custodia Mari durante todo el año en su casa. Es tradición que desde su adquisición, cada año lo porte aquel niño que lleve por nombre Diego. La fiesta en aquellos años tenía como escenario la iglesia y la escuela de los párvulos que se encontraba en la calle Sahúco. Me cuenta mi informante que días antes salían los niños por las calles a pedir mayordomos para san Diego. Todo aquel que quisiera se apuntaba para “ser mayordomo” y tener derecho el día de la fiesta a recibir las castañas, para lo que habían entregado previamente una cantidad de dinero. El día de la fiesta los maestros nombraban en la iglesia a todas aquellas personas que se habían “apuntado a San Dieguito”. Había quienes también hacían promesa de ofrecer una cantidad determinada de castañas al Santo por haber recibido algún favor por su intercesión.
La fiesta comenzaba días antes con los preparativos, pero los días principales eran la víspera y el día de San Diego. Los maestros escogían a algunos niños de los más mayores para que fuesen andando a la localidad vecina de Portillo de Toledo a comprar los cohetes para los dos días. La tarde de la víspera, los niños y los maestros subían a la iglesia a colocar al santo en las andas. Una vez terminada esta tarea, se cantaban las coplillas y después los chicos salían por las calles para pedir por las casas sarmientos, sillas viejas, serijos, y otros enseres para encender la gran luminaria a la puerta del ayuntamiento. Mari recuerda lo grande que era, y a la señora Juliana, vecina que vivía junto al lugar donde se encendía la lumbre, preparada siempre con un cubo de agua para evitar posibles incendios. La luminaria en la actualidad no se hace desde hace algunas décadas, es el aspecto de la fiesta que se ha perdido.
El día grande, tras la misa y la procesión y el canto de las Letrillas, los niños y niñas, así como las personas que se habían apuntado a San Dieguito, se dirigían a las escuelas para recoger las castañas. Me cuenta Mari que se entregaban con un pequeño tazón de porcelana que aún conserva, y que cada niño las recogía en una taleguilla o pequeña bolsa de tela, que sus madres les confeccionaban para tal fin. Las castañas que sobraban se entregaban al ayuntamiento y a los enfermos que no habían podido asistir a la fiesta. Aún hoy Mari sigue cumpliendo con la tradición de repartir unas cuantas castañas entre algunas personas que no han podido ir por motivos de salud o por la edad.
En la actualidad la fiesta se sigue celebrando, y los niños siguen participando activamente en el día del que es su patrón, el patrón de los niños y niñas de Novés. Es digno de admirar el esfuerzo que padres, madres, profesores y el párroco, D. Eladio, hacen para que esta bonita fiesta no se pierda. Desde el colegio de Novés se promueven una serie de actividades escolares y certámenes con motivo de esta fiesta, como es por ejemplo la actividad en la que cada niño decora una castaña de papel, o el mural que todos componen en alusión a la fiesta.
Desde estas líneas agradezco la ayuda y colaboración de Mari Lirola y Mariano, su marido, que tan gustosamente me abrieron las puertas de su casa y su memoria para hablarme de la tradición. También agradezco la amabilidad con que me recibe Don Eladio, el párroco, cada vez que me acerco hasta Novés a participar en alguna de sus festividades; él sin duda es pilar fundamental para la conservación de las tradiciones novesanas, pues las respeta y las quiere como un novesano más. Y por supuesto gracias al colegio de Novés, y en especial a Jamila, jefa de estudios y amiga mía, que me facilitó la participación en la fiesta y me abrió las puertas del colegio para poder vivirla desde cerca.
Los niños se encargan de las lecturas y peticiones de la misa

Los alumnos de 6º portan las andas y "un Diego" el cetro

Cetro adquirido por D, Rafael Lirola

Papeletas para recoger las castañas

La creatividad de los más pequeños de Novés

Exposición de castañas decoradas

Los niños continúan la tradición de su pueblo

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

lunes, 10 de noviembre de 2014

LAS DANZANTAS Y EL GABOZORRA DE VILLANUEVA DE ALCARDETE


El frío invernal de La Mancha, el olor a pólvora y su estruendo por cada rincón, el sonido de las castañuelas, la dulzaina, el tambor, el ancestral soniquete del paloteo, el sol que engaña reflejado en el blanco y el añil, la satisfacción de una promesa cumplida, el momento de dejar la bandera y el de cogerla, la Virgen paseando entre un mar de gente… Esto es Villanueva de Alcardete cada segundo domingo de noviembre, el Día de la Virgen de la Piedad, la “Ricona”. Así se vive una fiesta cargada de siglos de tradición y de historia, una fiesta que se mantiene viva, que va pasando generación tras generación, muy emotiva, muy vistosa, y con muchos detalles que no se pueden escapar al ojo y al oído de quien la vive y la presencia.

Muchos son los ritos que componen esta celebración, pero sin duda alguna lo que da carácter propio a esta fiesta son las Danzantas y el Gabozorra, un niño y ocho niñas a los que su pueblo tiene mucho que agradecer por ser ellos los encargados de mantener viva la tradición tan antigua y tan representativa de Villanueva. Me contaban que para ser danzanta y gabozorra no hace falta más que ofrecerse. Por lo general son promesas que los alcardeteños hacen a la Virgen de la Piedad, ofreciendo a sus hijas para que dancen ante la patrona. El tiempo que dura el ser danzanta no tiene límite, casi siempre las niñas repiten más de un año, dejando después paso a otras. El grupo lo componen ocho niñas de edades diversas, casi siempre oscilando entre los ocho y los diez años, al igual que ocurre con el gabozorra, cuyo papel en este caso es el de alcalde de la danza.
Las danzantas aprenden a bailar estas tradicionales danzas gracias al maestro de la danza, a D. Felipe Morata. He tenido el gusto de conocerlo en persona, de hablar con él, y de disfrutar de su saber en lo que a las danzas y todo el ritual que conllevan se refiere. Él mismo me contó que su padre lo había heredado de su abuelo, y él de su padre. Como vemos, una tradición que pasa de generación en generación dentro de una misma familia; una preciada joya para la familia Morata el sentirse responsables junto a las danzantas de la pervivencia de la tradición.

Los ensayos comienzan a finales del mes de septiembre, y cada noche, Felipe Morata abre las puertas de su casa para recibir a las ocho niñas y al gabozorra, a los que va instruyendo y enseñando cada uno de los pasos y movimientos que componen las danzas. Una gran labor, un gran trabajo por parte de este grupo de personas, con el valor añadido de estar formado por una persona mayor que encarna la sabiduría, la madurez, y que es parte de la historia de la fiesta, y por varias niñas y un niño que aportan ilusión, ganas de aprender y sobre todo ganas de mantener esta tradición que late viva en el corazón de cada alcardeteño, de cada devoto de la Piedad. Me emocionaba descubrir la viveza con que Felipe narraba momentos de la fiesta, su memoria a la hora de decirme del tirón el nombre de cada uno de los toques de la dulzaina y el tambor para las danzas. Él mantiene el orden entre las danzantas y va indicándolas en cada momento los pasos y las partes de la danza. Se sabe todas y cada una de las letras de los toques, las cuales canturrea a la vez que son interpretadas por la dulzaina. Le pregunté el nombre de las mismas y las apunté: “Virgen de la Piedad”, “El gran caballero”, “El pico y el jarro”, “La moza”, “Lo bailan las señoritas”, “vienen preguntando por la señora Lola”, “Que venimos de la función”, “Abajo del Altar está”, “Tiene mucha fortaleza el Peñón de Gibraltar”, “El pollo”, “Todo sí, el anillo no”. Estos toques se interpretan en las diferentes danzas que en este caso son: el paloteo, el cordón, la culebra y la cruz.

He tenido la suerte de presenciar las preciosas danzas, pero mayor suerte ha sido haber podido disfrutar de los momentos que pocas veces se contemplan y se viven, que quedan reducidos a un pequeño grupo, a menudo de familiares. Ha sido todo un lujo el poder compartir ratitos de conversación con la familia de una de las danzantas, la familia Santiago-Perea. Y es que ser danzanta conlleva mucho trabajo y sacrificio, pues durante tres días las niñas asisten a cada uno de los actos propios de la fiesta, reservando muy poco tiempo para el descanso. Esta familia nos recibió en su casa a la hora de la comida, momento en que Piedad, la danzanta, aprovechaba para intentar comer, envuelta en una gran sábana para no ensuciarse el vistoso atuendo. Y digo intentar porque para ello, las niñas no pueden quitarse el traje, colocado a temprana hora de la mañana en un rito de gran laboriosidad, en el que las distintas enaguas almidonadas que lo componen, así como los collares, abalorios, broches y otros aderezos, han de coserse a los ropajes para resistir a todo el movimiento que conllevan las danzas. La comida dura muy poco tiempo puesto que a primera hora de la tarde, todas las niñas y el gabozorra han de reunirse de nuevo en la casa de Felipe, el maestro de danzantas, para salir en busca de la familia de mayordomos que porta la bandera y asistir al momento principal de la fiesta: la procesión de la Virgen de la Piedad.

Los trajes de las danzantas son una verdadera joya. Compuestos por varias enaguas blancas almidonadas, medias, calzonas, camisa blanca, cintas anudadas a los codos, una cinta más ancha rematada en fleco dorado colocada alrededor del cuello y prendida con un camafeo, una cinturilla o cota ceñida a la cintura y con ricos bordados –generalmente la efigie de la Virgen de la Piedad-, y un gran lazo ancho con varias lazadas prendido a la cintura por la parte trasera. Rematan el atuendo broches, abalorios y camafeos que van prendidos a la ropa dibujando formas por detrás de la espalda y en la parte delantera sobre el pecho. El pelo va recogido en un moño bajo, y adornado con florecillas y abalorios brillantes, y sobre la cabeza llevan una diadema también de piedrecillas brillantes. Llevan además un mantolín o toquilla para resguardarse del frío propio de la fecha, que se ponen en los descansos. El traje del gabozorra va a juego con el de las danzantas en cuanto a colores se refiere, y se compone de pantalón blanco ceñido a la altura de los tobillos y decorado en su parte inferior con unas cintas de colores, camisa blanca con cintas anudadas a los codos y lazo en el cuello cruzado en la parte delantera al igual que las danzantas, fajín ancho rematado con una especie de volante en su parte inferior, y una boina roja con una borla negra cosida en el centro, y que cuelga hacia un lado. Las danzantas portan castañuelas adornadas con cintas de muchos colores, y el gabozorra porta una especie de tralla con la que dirige la danza. El color de los trajes varía en cada uno de los días de la fiesta. La Víspera es de color rosa, el día de la Virgen azul celeste, y el día después es rojo, siendo los aderezos cada día del color correspondiente.

El sábado de la fiesta acuden a la Función de la Víspera de la Virgen, el día grande –el domingo- acuden a la Función de la mañana y a la procesión vespertina en que la imagen de la Virgen de la Piedad recorre las calles de Villanueva, y el lunes recorren el pueblo danzando para hacer cuestación casa por casa. Pero sin duda el momento más representativo es cuando la Virgen llega a la plaza en la tarde del domingo, frente al ayuntamiento, donde las danzantas interpretan una muestra de todas las danzas ante la atenta mirada de la multitud. Es el momento más emotivo y más esperado, la música de la dulzaina y el tambor y el chocar de los palos, se mezcla con el ensordecedor ruido de la pólvora, elemento muy destacado también en esta fiesta. Y es que durante todo el día la pólvora está presente en las calles de Villanueva, más aún cuando la Virgen está fuera del templo. Miles y miles de cohetes y tracas se queman en honor a la “Ricona”, en muchas ocasiones por ofrecimiento al haber hecho una promesa y haber recibido los favores de la Virgen. La gente ofrece docenas de cohetes para ser explotados ese día. El humo de la pólvora invade las calles, creando una atmósfera que sobrecoge, el ensordecedor ruido es imparable, y se hace más notorio en el momento de la entrada de la Virgen en la iglesia, cuando una enorme traca colocada en la plaza y un bonito castillo de fuegos artificiales, ponen broche final al día más grande de Villanueva de Alcardete.


Doy las gracias de corazón a mis amigos Felipe Perea Hernando –alcardeteño- y María Martín Díaz, por la invitación y por su acogida, y por haber sido grandes anfitriones facilitándome en todo momento la labor de investigación y el poder conocer la fiesta en todas sus facetas. Vaya también mi más sincero agradecimiento a la familia Santiago-Perea, por recibirnos tan amablemente en su casa y hablarnos de la tradición; a las danzantas y el gabozorra que posaron en varias ocasiones para el reportaje fotográfico; a Don Felipe Morata Fernández, testigo vivo de la tradición y gran conocedor de la misma, con el que para mí fue todo un placer hablar. Muchas gracias a todos y enhorabuena por mantener con tanto cariño y tesón vuestra más grande seña de identidad.

El gabozorra o danzante

Reflejos del ayer y del mañana

Las danzantas y el gabozorra entran a la iglesia

Paloteo

El cordón

Virgen de la Piedad, la "Ricona"

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.


domingo, 19 de octubre de 2014

ROMERÍAS EN LA CIUDAD DE TOLEDO (I): LA VIRGEN DE LA GUÍA


Entre las muchas tradiciones con que cuenta la Ciudad de Toledo, cabe destacar la celebración de diversas romerías a lo largo del año, a las que acuden toledanos y gentes de los pueblos cercanos para honrar a la Virgen en sus diferentes advocaciones, y también a algunos santos. Son varias las ermitas que se encuentran dentro y fuera de la ciudad, actuando como clara seña de identidad para cada uno de los barrios donde se asientan. En Toledo, la época de mayor concentración de romerías es la primavera, y más en concreto el mes de mayo. Pero debemos distinguir entre dos tipos de romerías que a mí me gusta denominar “romerías al campo” y “romerías urbanas”. En cuanto a estas últimas señalar que son muchas las parroquias y los barrios de Toledo que festejan a la Virgen de la misma manera que se hace en la otra tipología, que son las romerías propiamente dichas a un paraje donde se encuentra una ermita extramuros de la ciudad. El ritual es similar en estas romerías urbanas, y la asistencia también, pues en esta ciudad hay imágenes marianas que arrastran gran cantidad de devotos que acuden peregrinando también para venerarlas. Sería el caso de la Virgen de la Salud de Santa Leocadia, la Virgen de la Estrella del Arrabal, la Esperanza de San Cipriano… En todas ellas se repiten los mismos ritos que en las romerías a ermitas a las afueras de la ciudad como veremos más adelante.
El ciclo de romerías a ermitas extramuros se inicia a finales de abril con la romería de la Virgen de la Cabeza. La sigue la popular romería de la Virgen del Valle que es sin duda la de mayor tradición y arraigo en la ciudad y que tiene lugar el uno de mayo. Al Valle siguen la Virgen de la Bastida, el Santo Ángel Custodio, San Jerónimo y la Virgen de la Guía, de la que hablaré aquí.
La ermita de Nuestra Señora de la Guía se encuentra en un cerro situado a varios kilómetros de la ciudad de Toledo, a otro lado del río Tajo. En la actualidad se encuentra dentro de los terrenos propiedad de la Academia de Infantería, por lo que sólo se puede acceder a ella la víspera y el día de la fiesta que tiene lugar el 12 de octubre desde hace varias décadas, ya que antes se celebraba el último domingo del mes de mayo. Como señalaba anteriormente, cada romería suele estar adscrita a la devoción de un barrio determinado. En este caso son los vecinos del barrio de Santa Bárbara los que en su mayoría acuden a esta romería, siendo muchos de ellos hermanos de la cofradía de la Virgen.
La Virgen de la Guía cuenta con una curiosa a la vez que bonita leyenda, que nos da explicación de la existencia de la ermita en ese paraje. La tradición oral nos ha transmitido que siglos atrás sorprendió la noche a dos cazadores en el lugar donde hoy se levanta la ermita, y se encomendaron a la Santísima Virgen para que les ayudase. Ante la falta de visibilidad y viéndose perdidos en el campo, de repente detectaron una estela luminosa a la que siguieron. Se trataba de un pajarillo, en concreto una corneja, que llevaba un farol en el pico para “guiar” a los dos hombres. El animal les condujo hasta las ruinas de una antigua ermita. Uno de los dos cazadores mandó reconstruirla para dar veneración a la Virgen con la advocación de “la Guía”, en agradecimiento por tan portentoso milagro. Desde entonces creció la devoción a la Virgen a la que se han atribuido milagros y favores a lo largo de todos estos siglos.
La romería de la Guía es la última de todas las que se celebran en Toledo. Tiene lugar el 12 de octubre, fiesta del Pilar, comenzando los festejos la víspera. Como en toda romería toledana, no pueden faltar la función principal de la mañana, y la procesión por la tarde. En este caso, la Virgen de la Guía sale por los cerros y caminos que circundan la ermita a hombros de sus hermanos cofrades. Al regreso de la procesión, los anderos “bailan” la imagen al son de los acordes del himno nacional ante la puerta de la ermita.
Hay varios aspectos que hacen únicas a las romerías toledanas, y que por supuesto no faltan en esta de la Virgen de la Guía. Uno de ellos es el tradicional reparto de la rosca a cada hermano a modo de obsequio. Estas roscas se elaboran en las panaderías de Toledo, y nunca faltan en estas festividades. Se trata de un roscón elaborado a base de harina y huevo, y al que se añaden anises y azúcar. Cada hermano al pagar su cuota tiene derecho a recibir una de estas suculentas roscas. En algunas de estas romerías también se ponen a la venta para aquellas personas que, sin ser hermanos, quieran llevarse alguna.
Otra cosa que no puede faltar es el tradicional juego de las “quínolas”, presente en todas las romerías de Toledo, y que podríamos decir que se trata de una costumbre típicamente toledana. Es un juego de naipes en el que se paga una determinada cantidad por elegir una o varias cartas. Dependiendo de cómo lo decidan los organizadores, se pueden elegir varias cartas, resultando ganador el que reúna las mismas, o elegir una y resultar ganador aquél que tenga la carta que se saque de la baraja. Los que dirigen la quínola tienen una baraja española de la que al azar sacan una o varias cartas que determinarán quién será el agraciado. Los premios que se pueden obtener en estas quínolas pueden ser jamones, quesos, embutidos, las tradicionales roscas…
No se entiende una romería en Toledo sin la tradicional limonada y los tostones. La limonada se elabora a base de vino blanco, limón y azúcar, y se dispone en porrones para que los romeros la puedan degustar. Los tostones son garbanzos tostados y mezclados con yeso, y son repartidos junto a la limonada en unas mesas que la hermandad dispone en el patio de la ermita.
De esta manera transcurre la romería de la Virgen de la Guía a la que incluso algunos vecinos del barrio de Santa Bárbara acuden andando. Es un día en el que las familias se juntan en torno a la ermita para comer y pasar una agradable jornada festiva.

Ermita de Ntra. Sra. de la Guía

La Virgen de la Guía en su Camarín

La Virgen, el Niño y la corneja con el farol

Ofrendas de velas a la Virgen


Tradicional juego de las quínolas


Fuente consultada: VAQUERO FERNÁNDEZ-PRIETO, E., Nuestra Señora de la Guía. Imprenta Serrano. Toledo, 1996.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

lunes, 6 de octubre de 2014

LA FIESTA DEL SANTO CRISTO DE URDA: SIGLOS DE TRADICIÓN Y DEVOCIÓN


Durante siglos la localidad toledana de Urda, ha venido celebrando cada 29 de septiembre, día de San Miguel, la fiesta grande del Santo Cristo de la Vera Cruz. Una imagen de gran veneración, no sólo en esta localidad  manchega, sino también en muchas otras partes de España, destacando especialmente en las provincias de Toledo y Ciudad Real. Un Cristo al que se atribuyen infinidad de milagros, relacionados por lo general con la salud, y al que acuden a lo largo del año miles de personas para implorar su protección. El Cristo de La Mancha, como cariñosamente se le conoce, congrega en torno a su milagrosa efigie a peregrinos que, desde diferentes puntos acuden, muchas veces andando, para cumplir con su promesa.
El Cristo de Urda además cuenta con la concesión por parte de San Juan Pablo II del Año Jubilar, cuando su fiesta del 29 de septiembre cae en domingo. Son 3 los que Urda ha celebrado a lo largo de su historia, siendo el primero el que tuvo lugar en 1995.
Pero si hay que destacar unos momentos que sobresalen en toda la devoción que aglutina el Santo Cristo, son las procesiones que cada año tienen lugar el 28 y 29 de septiembre, cuando el Cristo es llevado a la parroquia y al santuario respectivamente. Gentes llegadas desde diversos puntos, acuden hasta Urda para acompañar al Cristo en las multitudinarias procesiones. La imagen va entronizada en su preciosa carroza en forma de barca surcando mares de gente que se afanan por ir cerca de él y poder agarrarse a la barca o a los cordones. Los vítores son constantes en todo el recorrido, los rostros de emoción se dejan ver al paso de la sagrada imagen. ¡Viva Jesús Nazareno! ¡Viva el Cristo de Urda! ¡Viva el Cristo de la Mancha! ¡Viva el Cristo de la Vera Cruz! ¡Viva el Cristo Milagroso! ¡Viva la fe que le tenemos! Se repiten una y otra vez por boca de los devotos. Las peticiones de salud en voz alta, las miradas esperanzadas puestas en el Nazareno, los suspiros, la añoranza, el anciano que no sabe si le volverá a ver a otro año, los padres primerizos que con sus pequeños recién nacidos acuden en busca de la protección del Santo Cristo, el enfermo que acude para recibir fuerzas y aliento para seguir luchando, el ausente que emigró de Urda y que acude cada año a la cita con su Cristo, el visitante que va movido por la curiosidad de presenciar la fiesta y que cada año vuelve ya por devoción, los cohetes que anuncian el paso del Señor, los pies descalzos en cumplimiento de una promesa, gentes de rodillas tras la procesión pidiendo la intercesión de Jesús Nazareno, las ofrendas que los fieles arrojan a la barca, las campanas con su volteo festivo, puestos con exvotos que se compran para agradecer al Cristo la curación de alguna dolencia física, el olor de las almendras garrapiñadas y los turrones que endulzan la fiesta… Esto es Urda, esto es el Santo Cristo: un imán poderoso que atrae cada año a los devotos hasta sus plantas para cumplir así con una tradición que ante todo es de Urda, pero que con los siglos se ha convertido en la tradición de toda una comarca, de toda una provincia, de toda una región… La fiesta del Cristo de Urda, “La Fiesta de los sentidos”.
Vítores ahogados por la emoción

La mirada de la fe

Orando ante el Santo Cristo

Santo Cristo de la Vera Cruz de Urda

Aferrados a la barca de la devoción

Cumpliendo promesa

La fe que le tenemos

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