Cada
domingo más próximo a la fiesta de San Sebastián, el pueblo de Santa Ana de
Pusa en la provincia de Toledo, celebra una de sus más antiguas tradiciones. Se
trata de la fiesta de “Los Perros de San
Sebastián”, en la que se aúnan ritos de paso y ritos relacionados con la
fertilidad de la mujer, todos en torno a la figura del mártir San Sebastián,
con el que están íntimamente relacionados estos perros. Se
trata de una fiesta sencilla, cargada de siglos de historia, en la que los
protagonistas son los “perros”. Los
personajes que componen el conjunto son: los
perros, la vaca y la hilandera.
Dejando
a un lado el probable origen pagano de estos personajes, que bien encajarían en
la celebración de las Kalendae
romanas, la figura de estos animales hace referencia a los perros que según la
tradición, lamieron las heridas a San Sebastián para curarle tras haber sido
asaeteado. Representaría por otro lado la presencia de los amigos del santo que
le socorrieron en tan complicado trance. Vemos por tanto que se trata de unos
personajes que encarnan la bondad, al contrario que los morraches de la cercana Malpica de Tajo, que hacen referencia a los
amigos del santo que le condujeron al martirio. Por otro lado encontramos la
figura de la “hilandera”, presente
también en las Kalendae donde los hombres
se disfrazaban de mujeres, que en su versión cristiana se refiere a Irene, la
piadosa mujer que acogió a San Sebastián en su casa para curarle las heridas
provocadas por las saetas, y que además en esta fiesta aporta un toque alegre y
divertido. La “vaca”, tan presente en
otras muchas festividades de esta índole,
haría referencia al culto a los animales en épocas pasadas, o incluso a
las ya citadas kalendae romanas de enero,
en las que los hombres salían disfrazados con pieles de animales y cuernos,
burlándose y arremetiendo contra las mujeres. Como vemos, con esta fiesta puede
ocurrir como con otras similares que se celebran en el ciclo de invierno, que
tuvieron un origen pagano y acabaron sufriendo un sincretismo con la llegada
del cristianismo, adaptándose a las fiestas de los santos de invierno, también
conocidos como “santos viejos” o “santos frioleros”. Fueron tan importantes
para la comunidad estas celebraciones, que no se consiguió acabar con ellas,
perviviendo unidas al cristianismo que les confirió un nuevo sentido como
acabamos de ver.
Los
atuendos de los perros se componen de
pieles de cabra que cubren el cuerpo de los mozos por delante y por detrás, así
como la cabeza. Van atadas con cuerdas a la cintura, y por la parte trasera
llevan colgando un cencerro que advierte de su presencia en el pueblo y que
también podría hacer referencia a la expulsión de los malos espíritus. Se
tiznan las caras de negro y llevan botas de vino llenas de agua para “mear” a las mozas. El atuendo de la vaca es el mismo que el de los perros pero se diferencia porque lleva
además unos cuernos sobre la cabeza. El traje de la hilandera se compone de refajo, blusa, mandil, medias y alpargatas,
y porta una cesta en la que va echando todo tipo de productos que recoge por
las casas.
Decía
al principio que esta fiesta reúne diferentes ritos que tienen su explicación.
Por una parte se trata de un “rito de
paso”, pues los protagonistas son los “quintos”,
los que hasta hace varias décadas iban a marcharse al servicio militar. En la
actualidad al no existir la mili, son los jóvenes que han alcanzado la mayoría
de edad quienes encarnan estos personajes. Se trata de un rito en el que los
jóvenes pasan a ser considerados adultos dentro de su comunidad, sería la línea
divisoria entre dos grupos de edad. Por otro lado, y aunque sólo parezca un
aspecto que aporta tintes divertidos y de broma, esta fiesta es todo un “rito de llamada a la fertilidad”. Los
perros con sus botas de vino cargadas de agua “mean” a las mozas solteras del pueblo, acto que se relaciona con la
fertilidad de la mujer, y que se realiza para que ésta sea fecunda en el
momento de contraer matrimonio. También encontramos en esta fiesta la “inversión de papeles” al igual que en
muchas otras, aspecto que aporta la hilandera,
que se trata de un varón disfrazado de mujer. Estaría íntimamente relacionada
esta figura con fiestas de tinte carnavalesco en las que se persigue la burla
mediante esa inversión de papeles, donde los hombres se visten de mujeres y
viceversa.
La
fiesta se celebra el sábado y domingo más próximos al 20 de enero. El sábado de
madrugada, los mozos se visten con los atuendos propios de la fiesta y
comienzan a visitar las casas del pueblo para intimidar a las mozas con las “meadas”, y para que la hilandera haga acopio de todo tipo de
productos que roba y guarda en su cesta, aportando así a la fiesta un toque
picaresco. Las muchachas jóvenes temen la llegada de los perros que las empapan de agua, buscándolas por toda la casa si
fuera preciso. El domingo por la mañana, antes de la misa, los perros siguen
persiguiendo a las jóvenes por todas las calles del municipio haciendo sonar
los cencerros. La fuente de la plaza les surte del agua necesaria para llevar a
cabo su cometido. Las chicas corren despavoridas intentando huir de los perros, pero estos siempre consiguen
alcanzarlas para darlas un buen remojón. A media mañana tiene lugar la
celebración de la misa a la que asisten los perros
y las “quintas”. Terminada la
eucaristía tiene lugar la procesión con la imagen de San Sebastián que es
portada por ellos. El santo va ornamentado con una rama de olivo que hace
referencia al árbol en que San Sebastián fue martirizado, y que en otros sitios
se trata de un naranjo, un laurel, un pino o incluso un madroño. De esta rama
penden mandarinas, rosquillas, bombones y caramelos. La procesión da la vuelta
a la iglesia y la plaza, y al llegar a las puertas del templo, se quita la rama
del santo cuajada de presentes, y los devotos hacen todo lo posible por
conseguirlos y por coger un trozo de la rama que guardan en sus casas. Finalizados
los actos religiosos, los “perros de San
Sebastián” siguen haciendo de las suyas en la plaza, “meando” sin cesar a las chicas que incluso acaban metidas dentro de
la fuente.
Y como en cualquier celebración que se precie, no podían faltar los dulces típicos. Es
tradición en esta fiesta que las madres de los quintos elaboren el tradicional
“hornazo” que se ofrece al santo. Se
trata de una rosca recubierta de motivos decorativos realizados con clara de
huevo, y decorada con dulces.
El tradicional "Hornazo" |
Imagen de San Sebastián |
Los perros portan la imagen del santo |
Los perros llenan sus botas con el agua de la fuente |
"Meando" a las mozas |
Los perros echan a las mozas a la fuente |
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