En
torno a la festividad de San Sebastián, que se celebra el 20 de enero, son
muchos los lugares de la Península que celebran ancestrales ritos de invierno
que perviven a pesar del paso de los siglos. Es el caso de la localidad
madrileña de Fresnedillas de la Oliva, que cada año cumple con su tradición de
mayor arraigo y que es el tesoro cultural más preciado de este pueblo de la
sierra oeste madrileña. Se trata de la fiesta de “La Vaquilla” que se ha
venido festejando desde hace varios siglos sin tener datos exactos de cuándo
comenzó a celebrarse. Lo que sí está claro es que, una vez más, nos encontramos
ante una fiesta de orígenes paganos que ante la llegada del cristianismo debió
adaptarse a las exigencias de la nueva religión. Todas estas mascaradas de
tintes carnavalescos, siguen un mismo esquema y presentan personajes similares,
y a veces nomenclaturas comunes. En España existen varias de estas fiestas
donde encontramos la figura de la “vaca”,
“vaquilla”, “vaca bayona”, “talanqueira”, “barrosa”, “vaquillones”… Todas
vienen a representar lo mismo y son reminiscencia de las celebraciones del
mundo romano, en este caso de las Kalendae
Ianuariae, que no sólo se adscribieron al principio del mes de enero sino
que acabaron prolongándose hasta carnaval.
Ya hemos visto esta relación con las celebraciones del mundo romano en la
explicación de otras fiestas, en las que los hombres se disfrazaban con
cornamentas, había “inversión de papeles”... También esta representación puede
hacer alusión al antiguo culto a los animales, y por añadido hacer referencia
al mundo pastoril y ganadero; y por otro lado servir según nos dice Julio Caro
Baroja para “asegurar durante el año la
buena marcha del grupo social” a través de la expulsión de malos augurios,
la recreación de los trabajos propios de la comunidad, la alusión a los
animales propios del lugar… También en estas fiestas encontramos la presencia
común de la “hilandera”, “filandorra”,
“guarrona”, “madre cochina”… que siempre va acompañada por otro personaje
que toma diferentes nombres dependiendo del lugar: “escribano”, “vaquero”… y que forman una pareja de carácter jocoso
cuyo cometido es la burla mediante la inversión de géneros. Junto a estos
personajes aparecen otros que componen el resto del grupo y que por lo general
portan grandes cencerros, gandarras o zumbas, cuya finalidad por lo general es
alejar el mal de la comunidad.
Esta
de Fresnedillas de la Oliva es una joya del patrimonio inmaterial de nuestro
país, una auténtica maravilla para los sentidos. Se celebra en honor al mártir
San Sebastián, y aúna fe, devoción y respeto hacia las tradiciones heredadas de
sus mayores. La fiesta se estructura en tres días cuyo eje principal es el
propio día 20 de enero, momento álgido de la celebración. Desde después de
Reyes, los niños de Fresnedillas salen cada día a recorrer las calles con
pequeños cencerros anunciando la proximidad de la fiesta, y encendiendo una
hoguera cada tarde. El día 19 de enero, víspera del día grande, estos niños son
protagonistas de la jornada y representan el futuro de la tradición. El día 20
se reserva a los mozos solteros, y el 21 a los casados. Se trata de una fiesta
de gran colorido y vistosidad, tanto por las vestimentas y aderezos que portan
los protagonistas como por la cantidad de ritos que se llevan a cabo.
Los
personajes que intervienen en esta fiesta son: la vaquilla, que se trata de
un armazón de madera recubierto de arpillera y adornado con una escarapela, en
cuyos extremos lleva una cornamenta y una cola de vaca con cintas de colores.
La porta una joven que lleva un pañuelo anudado al cuello, y es la que se encarga
de envestir al alcalde y al alguacil. El alcalde y el alguacil, que representan las autoridades de la fiesta. Visten
traje de chaqueta con corbata y poseen distintivos que los diferencian. El
alcalde porta una vara decorada con una cinta enrollada en toda su longitud, y
que va rematada con un ramillete de flores adornado con cintas y una campanilla.
El alguacil lleva una banda de color rosa, azul y blanco cruzada sobre el
pecho. Ambos portan unas de las piezas más representativas de la fiesta: los sombreros profusamente decorados con
cintas, abalorios, flores, broches y collares de perlas que las mujeres de
Fresnedillas elaboran con gran maestría. Me cuenta una joven del pueblo que
estos sombreros llegan a valorarse en cientos de euros por lo laboriosa que
resulta su confección. Ambos personajes portan además un manojo de cintas de
colores que sobresalen de uno de los bolsillos del pantalón. La otra pareja
protagonista de la fiesta son el escribano y la hilandera, ambos
visten de manera grotesca, y se encargan de poner el punto humorístico a la
celebración. Su principal cometido es hacer cuestación, especialmente entre los
forasteros a los que acometen con un tradicional dicho que en mi estancia en
Fresnedillas tuve el privilegio de escuchar de boca de la hilandera o “guarrona”,
y que dice así: “el veinte de enero
espantó la vaca el forastero, ¿y sabe usted dónde fue a parar? A la huerta del
tío (nombre). Allí destrozó patatas, pimientos, judías… Los daños causados
ascienden a (cantidad de dinero) ¡Que pague el forastero!”. La hilandera es
un hombre vestido de mujer de manera muy llamativa y exagerada. Por otro lado
están los judíos, con un número indeterminado, que visten monos floreados
de alegres colores y que portan dos grandes zumbas o cencerros ceñidos a la
cintura. Llevan cruzada una honda que restallan en la plaza contra el suelo
mientras la vaquilla intenta pillar al alcalde
y al alguacil, un pañuelo al cuello y
gorro militar que hace referencia a la pertenencia de San Sebastián a la
milicia romana. Para acceder al cargo de vaquilla,
alcalde, alguacil, escribano e hilandera, los mozos han debido ser judíos
durante varios años. Estos cinco cargos reciben el nombre de “los de la fiesta”.
La
noche de la víspera, cuando el reloj ha marcado las doce, los mozos llenan
Fresnedillas con el estruendoso sonido de las zumbas. Es entonces cuando se
disponen a trasladar un carro hasta la plaza, que será centro de muchos de los
momentos que se sucederán el día de San Sebastián. Hasta bien entrada la
madrugada hacen sonar los cencerros por las calles, acción que repetirán a la
mañana siguiente hasta que la vaquilla
sea encerrada de nuevo para más tarde salir en busca de “los de la fiesta” (alguacil,
alcalde, hilandera y escribano). Reunidos todos los mozos en la plaza, se
ayudan del carro para colocarse las pesadas zumbas y comenzar el recorrido.
Tras varias vueltas a la plaza ejecutan una apresurada carrera y después se
dirigen hacia las casas del alguacil
y el alcalde respectivamente. De
nuevo se dirigen a la plaza donde les esperan la hilandera y el escribano.
Cuando están todos reunidos marchan hacia la iglesia a la que rodean a la
carrera para quitarse las zumbas y entrar en misa. Es en este instante cuando
tiene lugar otro de los rituales más emotivos de la fiesta: la vaquilla se queda fuera y los judíos se quitan los cencerros y se
envuelven en mantas en señal de respeto para entrar en la iglesia. Antes piden
al alcalde la moneda que entregarán
durante el ofertorio. Encabezan la comitiva el alcalde y el alguacil, seguidos de los judíos, la guarrona y el escribano, y la vaquilla. Se colocan todos
en dos filas en el pasillo central de la iglesia en el referido orden, y
durante toda la celebración han de permanecer de pie y en silencio bajo pena de
multa si no cumplen con tal obligación. Otro momento de gran emotividad es el
ofertorio. A los pies del altar se sitúa una mujer de Fresnedillas con un
cestillo, y el sacerdote con su estola. La tradición manda que alcalde y alguacil, judíos, hilandera y escribano,
y por último la vaquilla, deben
avanzar de uno en uno hasta el altar portando la moneda en la boca para
arrojarla en el cestillo y besar la estola del señor cura. Tras esto, volverá
cada uno a su posición frente al santo sin darle la espalda. Acabada la misa la
vaquilla y los judíos se apresuran a salir y colocarse el armazón que representa a
la vaquilla y los cencerros para de nuevo rodear la iglesia a la carrera. La
imagen de San Sebastián engalanada con un ramo de olivo del que cuelgan cintas
de colores, mandarinas, rosquillas y campanillas, sale del templo y espera en
la puerta. La vaquilla y los judíos corren de frente al santo y al
llegar ante él se postran de rodillas y el mozo que porta la vaquilla grita un
¡viva San Sebastián! Al que responden
todos. Este hecho de avanzar en contra de la procesión, tomaría el sentido que
encontramos en otras fiestas y que no es otro que la reminiscencia del origen
pagano del rito que intenta imponerse sobre su sacralización pero que al llegar
ante el santo caen todos rendidos porque la devoción hacia él puede por encima
de todo. En este momento da comienzo la procesión en la que el alcalde y el alguacil y la hilandera y el
escribano caminan detrás de la imagen, mientras que los judíos y la vaquilla van delante del
santo haciendo sonar sus cencerros y ejecutando una serie de movimientos que
evolucionan acercándose y alejándose de la imagen de San Sebastián. Antes de
llegar a la plaza llevan a cabo una carrera y al llegar a la misma vuelven a
repetirla para volver de nuevo a postrase ante el santo y gritar una vez más el
tradicional viva a San Sebastián. Continúa la procesión y próximos ya a la
iglesia los judíos la rodean a la
carrera por tercera vez y cuando el santo está a las puertas vuelven a arrodillarse
ante él gritando el último de los vivas. Acabados los cultos religiosos la
fiesta continua en la plaza. Los judíos
la rodean haciendo sonar sus cencerros y restallando sus hondas contra el
suelo. Mientras tanto la vaquilla
hace de las suyas arremetiendo contra el alcalde
y el alguacil, que es lo que se
conoce como “darles multas”. Cuando la
vaquilla alcanza a alguno de ellos,
los judíos lanzan sus gorras al aire.
A las dos en punto de la tarde finalizan los actos matinales para ir a comer;
marchan en parejas a la casa de uno de los dos y en la cena será a la inversa. Por
la tarde tiene lugar otro de los actos principales de la fiesta que pone punto
y final a la celebración; los judíos
vuelven a rodear varias veces la plaza haciendo sonar las zumbas mientras la vaquilla intenta dar multas al alcalde y
al alguacil. Tras esto, el alguacil ata con una cuerda a la vaquilla que tras un disparo se escapa. De
nuevo en la plaza, una persona del pueblo se sube al carro y recita poesías
alusivas a los acontecimientos graciosos que han tenido lugar durante el año. Acto
seguido y mediante un nuevo disparo, la vaquilla
muere y los judíos se dirigen a beber
la sangre de la misma, representada con vino, que la guarrona y el escribano
han colocado bajo el carro.
Me comentaba una vecina de Fresnedillas que el sábado posterior a la fiesta se reunen a comer todos los miembros de "la vaquilla". Esta debe permanecer todo el tiempo de pie y come de los platos de los judíos. El alcalde y el alguacil imponen su autoridad y mediante un trozo de pan que colocan en el plato o el vaso, deciden si el resto debe comer o por el contrario parar. El escribano estará atento para que si alguien se salta lo ordenado, pague multa. Las multas se pagan en dinero, el escribano hace al final recuento y ajuste de las cuentas.
De
esta manera finaliza la fiesta más grande para el pueblo de Fresnedillas, pueblo
que ha sabido conservar el sabor de la tradición y que se ha ganado el reconocimiento
de todo el que visita la fiesta. Para mí fue un verdadero lujo el poder
presenciar la fiesta en estado puro, a pie de calle y con la oportunidad de
poder escuchar el testimonio de algunos de los vecinos de Fresnedillas, en este
caso vecinas, que al hablar de su tradición se mostraban orgullosas y no es
para menos. Una fiesta que desde aquí invito a conocer a todos los amantes de las
tradiciones.
Fuente consultada: VV.AA.,
"Fiesta de la Vaquilla en honor a San Sebastián". Libro editado por el Excmo. Ayto. de Fresnedillas de la Oliva (Madrid) en 2008.
*Todos los textos, así como las imágenes y los archivos de vídeo son propiedad del autor.
|
Las enormes zumbas que portan los judíos |
|
Escribano, Alcalde, Vaquilla, Alguacil e Hilandera |
|
Detalle de la vara del Alcalde |
|
Todos los miembros de la fiesta |
|
Los judíos se cubren con las mantas para entrar a Misa |
|
Ofrecen la moneda con la boca |
|
Antes de volver a sus sitio besan la estola |
|
Imagen de San Sebastián a quién se dedica esta fiesta |
|
Momento de la procesión |
|
Glorioso San Sebastián |
|
La vaquilla llega a la iglesia tras la procesión |
|
Una fiesta donde se estrechan lazos de amistad |
|
Lazos fraternales en torno a la tradición |
|
La vaquilla "dando multa" al alcalde |
No hay comentarios:
Publicar un comentario