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martes, 21 de enero de 2014

LA FIESTA DE “LA VAQUILLA DE SAN SEBASTIÁN” DE FRESNEDILLAS DE LA OLIVA


En torno a la festividad de San Sebastián, que se celebra el 20 de enero, son muchos los lugares de la Península que celebran ancestrales ritos de invierno que perviven a pesar del paso de los siglos. Es el caso de la localidad madrileña de Fresnedillas de la Oliva, que cada año cumple con su tradición de mayor arraigo y que es el tesoro cultural más preciado de este pueblo de la sierra oeste madrileña. Se trata de la fiesta de “La Vaquilla” que se ha venido festejando desde hace varios siglos sin tener datos exactos de cuándo comenzó a celebrarse. Lo que sí está claro es que, una vez más, nos encontramos ante una fiesta de orígenes paganos que ante la llegada del cristianismo debió adaptarse a las exigencias de la nueva religión. Todas estas mascaradas de tintes carnavalescos, siguen un mismo esquema y presentan personajes similares, y a veces nomenclaturas comunes. En España existen varias de estas fiestas donde encontramos la figura de la “vaca”, “vaquilla”, “vaca bayona”, “talanqueira”, “barrosa”, “vaquillones”… Todas vienen a representar lo mismo y son reminiscencia de las celebraciones del mundo romano, en este caso de las Kalendae Ianuariae, que no sólo se adscribieron al principio del mes de enero sino que acabaron prolongándose hasta carnaval. Ya hemos visto esta relación con las celebraciones del mundo romano en la explicación de otras fiestas, en las que los hombres se disfrazaban con cornamentas, había “inversión de papeles”... También esta representación puede hacer alusión al antiguo culto a los animales, y por añadido hacer referencia al mundo pastoril y ganadero; y por otro lado servir según nos dice Julio Caro Baroja para “asegurar durante el año la buena marcha del grupo social” a través de la expulsión de malos augurios, la recreación de los trabajos propios de la comunidad, la alusión a los animales propios del lugar… También en estas fiestas encontramos la presencia común de la “hilandera”, “filandorra”, “guarrona”, “madre cochina”… que siempre va acompañada por otro personaje que toma diferentes nombres dependiendo del lugar: “escribano”, “vaquero”… y que forman una pareja de carácter jocoso cuyo cometido es la burla mediante la inversión de géneros. Junto a estos personajes aparecen otros que componen el resto del grupo y que por lo general portan grandes cencerros, gandarras o zumbas, cuya finalidad por lo general es alejar el mal de la comunidad.

Esta de Fresnedillas de la Oliva es una joya del patrimonio inmaterial de nuestro país, una auténtica maravilla para los sentidos. Se celebra en honor al mártir San Sebastián, y aúna fe, devoción y respeto hacia las tradiciones heredadas de sus mayores. La fiesta se estructura en tres días cuyo eje principal es el propio día 20 de enero, momento álgido de la celebración. Desde después de Reyes, los niños de Fresnedillas salen cada día a recorrer las calles con pequeños cencerros anunciando la proximidad de la fiesta, y encendiendo una hoguera cada tarde. El día 19 de enero, víspera del día grande, estos niños son protagonistas de la jornada y representan el futuro de la tradición. El día 20 se reserva a los mozos solteros, y el 21 a los casados. Se trata de una fiesta de gran colorido y vistosidad, tanto por las vestimentas y aderezos que portan los protagonistas como por la cantidad de ritos que se llevan a cabo.

Los personajes que intervienen en esta fiesta son: la vaquilla, que se trata de un armazón de madera recubierto de arpillera y adornado con una escarapela, en cuyos extremos lleva una cornamenta y una cola de vaca con cintas de colores. La porta una joven que lleva un pañuelo anudado al cuello, y es la que se encarga de envestir al alcalde y al alguacil. El alcalde y el alguacil, que representan las autoridades de la fiesta. Visten traje de chaqueta con corbata y poseen distintivos que los diferencian. El alcalde porta una vara decorada con una cinta enrollada en toda su longitud, y que va rematada con un ramillete de flores adornado con cintas y una campanilla. El alguacil lleva una banda de color rosa, azul y blanco cruzada sobre el pecho. Ambos portan unas de las piezas más representativas de la fiesta: los sombreros profusamente decorados con cintas, abalorios, flores, broches y collares de perlas que las mujeres de Fresnedillas elaboran con gran maestría. Me cuenta una joven del pueblo que estos sombreros llegan a valorarse en cientos de euros por lo laboriosa que resulta su confección. Ambos personajes portan además un manojo de cintas de colores que sobresalen de uno de los bolsillos del pantalón. La otra pareja protagonista de la fiesta son el escribano y la hilandera, ambos visten de manera grotesca, y se encargan de poner el punto humorístico a la celebración. Su principal cometido es hacer cuestación, especialmente entre los forasteros a los que acometen con un tradicional dicho que en mi estancia en Fresnedillas tuve el privilegio de escuchar de boca de la hilandera o “guarrona”, y que dice así: “el veinte de enero espantó la vaca el forastero, ¿y sabe usted dónde fue a parar? A la huerta del tío (nombre). Allí destrozó patatas, pimientos, judías… Los daños causados ascienden a (cantidad de dinero) ¡Que pague el forastero!”. La hilandera es un hombre vestido de mujer de manera muy llamativa y exagerada. Por otro lado están los judíos, con un número indeterminado, que visten monos floreados de alegres colores y que portan dos grandes zumbas o cencerros ceñidos a la cintura. Llevan cruzada una honda que restallan en la plaza contra el suelo mientras la vaquilla intenta pillar al alcalde y al alguacil, un pañuelo al cuello y gorro militar que hace referencia a la pertenencia de San Sebastián a la milicia romana. Para acceder al cargo de vaquilla, alcalde, alguacil, escribano e hilandera, los mozos han debido ser judíos durante varios años. Estos cinco cargos reciben el nombre de “los de la fiesta”.

La noche de la víspera, cuando el reloj ha marcado las doce, los mozos llenan Fresnedillas con el estruendoso sonido de las zumbas. Es entonces cuando se disponen a trasladar un carro hasta la plaza, que será centro de muchos de los momentos que se sucederán el día de San Sebastián. Hasta bien entrada la madrugada hacen sonar los cencerros por las calles, acción que repetirán a la mañana siguiente hasta que la vaquilla sea encerrada de nuevo para más tarde salir en busca de “los de la fiesta” (alguacil, alcalde, hilandera y escribano). Reunidos todos los mozos en la plaza, se ayudan del carro para colocarse las pesadas zumbas y comenzar el recorrido. Tras varias vueltas a la plaza ejecutan una apresurada carrera y después se dirigen hacia las casas del alguacil y el alcalde respectivamente. De nuevo se dirigen a la plaza donde les esperan la hilandera y el escribano. Cuando están todos reunidos marchan hacia la iglesia a la que rodean a la carrera para quitarse las zumbas y entrar en misa. Es en este instante cuando tiene lugar otro de los rituales más emotivos de la fiesta: la vaquilla se queda fuera y los judíos se quitan los cencerros y se envuelven en mantas en señal de respeto para entrar en la iglesia. Antes piden al alcalde la moneda que entregarán durante el ofertorio. Encabezan la comitiva el alcalde y el alguacil, seguidos de los judíos, la guarrona y el escribano, y la vaquilla. Se colocan todos en dos filas en el pasillo central de la iglesia en el referido orden, y durante toda la celebración han de permanecer de pie y en silencio bajo pena de multa si no cumplen con tal obligación. Otro momento de gran emotividad es el ofertorio. A los pies del altar se sitúa una mujer de Fresnedillas con un cestillo, y el sacerdote con su estola. La tradición manda que alcalde y alguacil, judíos, hilandera y escribano, y por último la vaquilla, deben avanzar de uno en uno hasta el altar portando la moneda en la boca para arrojarla en el cestillo y besar la estola del señor cura. Tras esto, volverá cada uno a su posición frente al santo sin darle la espalda. Acabada la misa la vaquilla y los judíos se apresuran a salir y colocarse el armazón que representa a la vaquilla y los cencerros para de nuevo rodear la iglesia a la carrera. La imagen de San Sebastián engalanada con un ramo de olivo del que cuelgan cintas de colores, mandarinas, rosquillas y campanillas, sale del templo y espera en la puerta. La vaquilla y los judíos corren de frente al santo y al llegar ante él se postran de rodillas y el mozo que porta la vaquilla grita un ¡viva San Sebastián! Al que responden todos. Este hecho de avanzar en contra de la procesión, tomaría el sentido que encontramos en otras fiestas y que no es otro que la reminiscencia del origen pagano del rito que intenta imponerse sobre su sacralización pero que al llegar ante el santo caen todos rendidos porque la devoción hacia él puede por encima de todo. En este momento da comienzo la procesión en la que el alcalde y el alguacil y la hilandera y el escribano caminan detrás de la imagen, mientras que los judíos y la vaquilla van delante del santo haciendo sonar sus cencerros y ejecutando una serie de movimientos que evolucionan acercándose y alejándose de la imagen de San Sebastián. Antes de llegar a la plaza llevan a cabo una carrera y al llegar a la misma vuelven a repetirla para volver de nuevo a postrase ante el santo y gritar una vez más el tradicional viva a San Sebastián. Continúa la procesión y próximos ya a la iglesia los judíos la rodean a la carrera por tercera vez y cuando el santo está a las puertas vuelven a arrodillarse ante él gritando el último de los vivas. Acabados los cultos religiosos la fiesta continua en la plaza. Los judíos la rodean haciendo sonar sus cencerros y restallando sus hondas contra el suelo. Mientras tanto la vaquilla hace de las suyas arremetiendo contra el alcalde y el alguacil, que es lo que se conoce como “darles multas”. Cuando la vaquilla alcanza a alguno de ellos, los judíos lanzan sus gorras al aire. A las dos en punto de la tarde finalizan los actos matinales para ir a comer; marchan en parejas a la casa de uno de los dos y en la cena será a la inversa. Por la tarde tiene lugar otro de los actos principales de la fiesta que pone punto y final a la celebración; los judíos vuelven a rodear varias veces la plaza haciendo sonar las zumbas mientras la vaquilla intenta dar multas al alcalde y al alguacil. Tras esto, el alguacil ata con una cuerda a la vaquilla que tras un disparo se escapa. De nuevo en la plaza, una persona del pueblo se sube al carro y recita poesías alusivas a los acontecimientos graciosos que han tenido lugar durante el año. Acto seguido y mediante un nuevo disparo, la vaquilla muere y los judíos se dirigen a beber la sangre de la misma, representada con vino, que la guarrona y el escribano han colocado bajo el carro.
Me comentaba una vecina de Fresnedillas que el sábado posterior a la fiesta se reunen a comer todos los miembros de "la vaquilla". Esta debe permanecer todo el tiempo de pie y come de los platos de los judíos. El alcalde y el alguacil imponen su autoridad y mediante un trozo de pan que colocan en el plato o el vaso, deciden si el resto debe comer o por el contrario parar. El escribano estará atento para que si alguien se salta lo ordenado, pague multa. Las multas se pagan en dinero, el escribano hace al final recuento y ajuste de las cuentas.

De esta manera finaliza la fiesta más grande para el pueblo de Fresnedillas, pueblo que ha sabido conservar el sabor de la tradición y que se ha ganado el reconocimiento de todo el que visita la fiesta. Para mí fue un verdadero lujo el poder presenciar la fiesta en estado puro, a pie de calle y con la oportunidad de poder escuchar el testimonio de algunos de los vecinos de Fresnedillas, en este caso vecinas, que al hablar de su tradición se mostraban orgullosas y no es para menos. Una fiesta que desde aquí invito a conocer a todos los amantes de las tradiciones.

Fuente consultada: VV.AA., "Fiesta de la Vaquilla en honor a San Sebastián". Libro editado por el Excmo. Ayto. de Fresnedillas de la Oliva (Madrid) en 2008.

*Todos los textos, así como las imágenes y los archivos de vídeo son propiedad del autor.
Las enormes zumbas que portan los judíos

Escribano, Alcalde, Vaquilla, Alguacil e Hilandera

Detalle de la vara del Alcalde

Todos los miembros de la fiesta

Los judíos se cubren con las mantas para entrar a Misa

Ofrecen la moneda con la boca

Antes de volver a sus sitio besan la estola

Imagen de San Sebastián a quién se dedica esta fiesta

Momento de la procesión


Glorioso San Sebastián

La vaquilla llega a la iglesia tras la procesión

Una fiesta donde se estrechan lazos de amistad

Lazos fraternales en torno a la tradición

La vaquilla "dando multa" al alcalde

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