Cada año, el 16 de
julio la historia va sumando años en el aniversario de la Batalla de las Navas
de Tolosa, acaecida en la provincia de Jaén en 1212. Una batalla que fue
decisiva en la Reconquista, y que enfrentó a los ejércitos cristianos y a los
almohades, alcanzando los primeros la victoria. En esta contienda participó Don
Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, que mucho tuvo que ver con esta
victoria del bando cristiano, y que instituyó la fiesta del “Triunfo de la Santa Cruz”, celebrándose
desde entonces cada 16 de julio. Fueron muchos los lugares de la archidiócesis
de Toledo que comenzaron a celebrar esta fiesta también con el nombre de “Cruz de la Batalla”, habiendo uno que lo
hizo de manera especial, y que es el que nos ocupa. Se trata de la Villa de
Santa Olalla, que también tuvo representación en la batalla, participando en
ella algunos miembros de su casa señorial, según recoge mi amigo Josué López en
su libro “Dieciséis de Julio”.
Desde sus orígenes fue
una fiesta importante para esta localidad toledana, que con el paso de los
siglos se vio engrandecida con la llegada de la imagen mejicana del Cristo de
la Caridad, donado a la cofradía del mismo nombre, y cuya función se celebraba
cada 16 de julio. Una fecha decisiva que cambió el rumbo de esta celebración,
haciéndola más grande aún, fue el año 1598. Es en este punto del siglo XVI
cuando la peste bubónica asola pueblos y ciudades, siendo especialmente dañina
en la comarca de Torrijos. Muchos fueron los pueblos que acudieron a la ayuda
divina celebrando rogativas con sus imágenes de mayor devoción. Santa Olalla
fue uno de ellos, y ante tan complicada situación acudió al amparo del
Santísimo Cristo de la Caridad, que ese mismo 16 de julio recorrió las calles
de la Villa, erradicando milagrosamente los efectos devastadores de la terrible
epidemia. Desde ese momento, el pueblo hizo voto de celebrar solemnemente su
fiesta cada 16 de julio, llegando así hasta nuestros días. Es curioso que otro
pueblo de la comarca, La Puebla de Montalbán, que dista pocos kilómetros de
Santa Olalla, también se acogió al Cristo de la Caridad, perteneciente a la
cofradía del mismo nombre e igualmente traído de Nueva España. En La Puebla
también cesó la peste y se hizo voto popular al Santo Cristo, siendo en la
actualidad las fiestas mayores de la localidad, que alcanzan su punto álgido el
16 de julio con la celebración de la procesión vespertina de la milagrosa
imagen.
Santa Olalla celebra
estas fiestas de manera especial, pues encontramos elementos que las hacen
únicas, destacando sobre otras festividades que en este pueblo se celebran a lo
largo del año, y también en la comarca. Existe una antigua tradición, que ya
tenía lugar en el siglo XVIII en la víspera de la fiesta según documentos
estudiados por Josué López, y que a pesar de sus amenazas de desaparición, aún
hoy sigue vigente gracias al empeño de un vecino del pueblo. Se trata de los “Barreñones”, que hacen su aparición para
sustituir a la pólvora por su peligro de incendio de las mieses. Estos barreñones son un curioso artefacto
metálico que sostiene una especie de noria que gira sobre un eje, y de la cuál
cuelgan cubos metálicos que en este pueblo reciben el nombre de “barreñones”. Los cubos albergan el fuego
que ilumina la noche eulaliense para rendir tributo al Santo Cristo. El aparato
es accionado manualmente por una persona que se encarga de mantener vivo el
fuego durante la verbena de la víspera de la fiesta. Sin duda es una curiosa
tradición que sólo se celebra en Santa Olalla, pues en los pueblos del entorno
lo habitual es el encendido de luminarias en determinadas celebraciones,
cobrando especial protagonismo en los rituales festivos de invierno. En varias
ocasiones se ha dejado de celebrar esta tradición, pero en los últimos años se
ha recuperado el artefacto y se siguen encendiendo los barreñones cada 15 de julio.
Otra de las
peculiaridades de esta celebración es el “Baile
de la Bandera” que tiene lugar ante la imagen del Cristo al término de la
procesión del 16 de julio. La venerada imagen que recibe culto en la bella
iglesia de San Julián, recorre las calles de Santa Olalla como lo hiciera aquel
16 de julio de 1598. A esta procesión se suma la imagen de la Virgen del Carmen
por celebrarse también su fiesta en este día. Sin duda el momento más esperado
por los santaolalleros es el final de la procesión, cuando las imágenes hacen
parada en la plaza antes de entrar en el templo, y se baila ante ellas la
bandera. El abanderado que en este pueblo curiosamente recibe el nombre de “danzante”, acompaña a la procesión
portando la bandera y es quien se encarga de bailarla al son de una típica
melodía, similar a la que se toca en el Tinaní de la cercana localidad de
Quismondo. La melodía original se interpretaba con tambor y dulzaina o gaita,
como se conoce a este instrumento en la comarca de Torrijos. Por desgracia su
utilización cayó en desuso en estas tierras, llegando a desparecer, pues en
ninguna de nuestras localidades se tocan ya. Y es una ingratitud por parte de
los pueblos que componen esta comarca, pues en su día fueron célebres las jotas
de los gigantones en Torrijos, las seguidillas y rigodones de las fiestas de
San Ildefonso de La Mata, el baile del cordón de Gerindote, los paloteos de
Escalonilla, las marchas de procesión… Y ya en ninguno de estos lugares se
tocan tales melodías con dulzaina, sino que se ha optado por interpretarlas con
otro tipo de instrumentos, acudiendo habitualmente a las bandas de música. Los más
mayores de nuestros pueblos recuerdan y así nos lo han transmitido, al tío
Minuto y al tío Lolo, de la localidad de La Mata, que seguramente fueran unos
de los últimos dulzaineros de la zona, y que amenizaban muchas de las
festividades arriba señaladas. En Santa Olalla así ha ocurrido, ahora es la
banda de música la que interpreta la melodía del baile de la bandera.
Por tradición, siempre
han sido los miembros de una misma familia de Santa Olalla los encargados de
bailar la bandera. Desde hace algunos años otra persona ha recogido el testigo
y es quien se encarga de ello. La bandera está compuesta por trozos cuadrados y
rectangulares de tela de varios colores, y lleva en su centro una calavera que
hace alusión a las Ánimas Benditas. Este diseño lo encontramos en otros lugares
de la provincia como Los Yébenes, Villafranca de los Caballeros…y está
estrechamente ligado a las cofradías de Ánimas y a sus soldadescas, vigentes en
muchos pueblos, y desaparecidas en otros tantos. La persona encargada de
bailarla demuestra gran destreza a la hora de tremolar la enseña, llegando
incluso a tumbarse en el suelo, lo que da gran vistosidad al momento. El baile
no tiene un tiempo determinado, dura lo que el danzante estima oportuno,
entrando en juego su resistencia, pues la cantidad de movimientos hace que
bailar la bandera se convierta en una ardua tarea que requiere cierta maestría.
Una vez finalizado el baile, el danzante vuelve a enrollar la bandera sobre su
mástil y hace una reverencia a las imágenes del Cristo y la Virgen, tornando
éstas al templo.
Agradezco la
colaboración de mi amigo Josué López Muñoz, vecino de Santa Olalla y amante de
su historia y tradiciones, que me ha aportado las fotos y el vídeo de los
barreñones, y datos sobre estas curiosas tradiciones de su pueblo, que también
recoge en su libro “Dieciséis de Julio. Orígenes,
historia, leyenda y devoción del Santísimo Cristo de la Caridad de Santa Olalla”.
Los "barreñones" arden la noche de la víspera |
El Cristo de la Caridad en procesión |
El danzante bailando la bandera |
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