A
orillas del río Badiel se encuentra la localidad alcarreña de Utande, en la
provincia de Guadalajara. En este pequeño pueblo se celebra cada año el domingo
más próximo al 22 de junio, festividad de San Acacio Mártir, una fiesta cuyos
orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
Son
la Loa y las Danzas en honor al patrón San Acacio, dos joyas que este pueblo
atesora y de las que recibe una importante fama. Las danzas las podríamos
encuadrar dentro del grupo de danzas rituales, cuyo origen incierto nos
hace pensar en antiguos ritos de carácter agrícola, en los que mediante las
danzas se hacía una llamada a la fertilidad de las tierras y las buenas
cosechas. Llama la atención la fecha en que tienen lugar, el 22 de junio o el
domingo más cercano a este, muy próxima al Solsticio de Verano, lo que nos hace
pensar que su origen pueda estar estrechamente relacionado con ritos solares en
torno a este momento de cambio de estación en el que la primavera da paso al
verano. Los coloridos trajes de los danzantes también podrían estar unidos a
estas interpretaciones. Suponemos que con la llegada del cristianismo y por
ende con la llegada a Utande de la devoción al mártir San Acacio, estas danzas
de carácter pagano pasaron a celebrarse en honor del santo, convirtiéndose en
agasajo y muestra de devoción al patrón. La Loa a San Acacio es una loa
religiosa, cuyo antiguo texto narra la lucha del bien contra el mal. En ella
aparecen varios personajes que encarnan la bondad y la malicia, y que tras una
lucha dialéctica, el Bien consigue triunfar.
La
fiesta comienza a primera hora de la mañana, cuando un grupo de dulzaineros
recorre las calles de este pequeño pueblo alcarreño. A media mañana la imagen
de San Acacio sale de la iglesia y los ocho danzantes le reciben arrodillados.
Los devotos pujan por cada uno de los cuatro brazos de las andas para obtener
el privilegio de portar la venerada imagen durante la procesión. Al llegar a la
plaza se hace una parada en la que los danzantes interpretan una danza al son
del laúd delante del Santo. Los
danzantes visten enaguas y camisa blancas, un colorido pañuelo anudado a la
cintura, cintas de color rojo atadas a la altura de los codos, varias cintas de
colores sobre la espalda y una banda que cruza el pecho que hace alusión a la
que porta el Santo. Llevan medias caladas de color blanco, y zapatillas del
mismo color decoradas con una escarapela. Para la danza utilizan largos palos
de mimbre y castañuelas adornadas con madroños.
Tras
la procesión tiene lugar la misa, y tras ésta todo el pueblo se congrega en la
plaza donde tienen lugar la Loa y las Danzas, momento álgido de la celebración.
Primero tiene lugar la Loa, en la que intervienen cuatro danzantes, el gracioso,
el demonio, y el ángel. El gracioso encarna el papel del Bien y
viste pantalón y camisa a rayas de color azul y blanco, porta una alforja sobre
su hombro, lleva gorro de paja, la cara pintada de blanco aludiendo a la
pureza, y se apoya en una especie de cayado que se remata con una cabeza
decorada con un gorro militar. El demonio es una especie de botarga, similar a
otras que encontramos en otros puntos de la provincia de Guadalajara, que viste
pantalón y chaqueta de paño de color verde y negro, alternando cuadros de ambos
colores; cubre la cabeza y el rostro con una especie de máscara negra con gorro
del mismo color, decorados con cintas y ribetes de color rojo, marcando
especialmente la boca y los ojos. En su mano lleva una espada con la que
amenaza al gracioso. El ángel lo encarna un niño o niña de corta edad, cuyo
atuendo es el mismo que el de los danzantes, llevando además un gorro decorado
con flores de tela de colores y espumillones dorados, y una espada con un
pañuelo de encaje en la empuñadura con la que defiende al gracioso.
La
Loa da comienzo con la intervención del gracioso y los cuatro danzantes, que
narran las glorias de San Acacio. El demonio interrumpe la intervención del
gracioso, pretendiendo en todo momento estropear su discurso y queriendo
imponerse sobre él. Le pide que le explique a qué se debe tanta devoción, a lo
que el gracioso contesta:
Pues
mire usted caballero,
habrá
pronto de saber
que
San Acacio Bendito
es
muy hermoso en extremo,
sabe
hacer grandes milagros
que a
un devoto de este pueblo
estando
de gravedad
le
puso al instante bueno,
y
otros “muchismos” milagros
que
por ser tarde no cuento.
Tras
oír esto el demonio amenaza a los presentes anunciándoles que caerán en sus fauces,
y se dirige al gracioso al que postra en tierra a sus pies y amenaza poniéndole
su espada en el cuello. El gracioso pide ayuda a San Acacio diciendo:
¡Ay
Dios mio de mi alma!
¡San
Acacio! ¡Santo mio!
Favorece
a tu devoto
que
lo tienes prometido,
que
quien a tí se encomienda
lo
sacarás del peligro.
Ante
la desesperación del gracioso hace su aparición el ángel que invita al demonio
a volver al infierno, diciendo: “quedad en paz compañeros, y que os guarde
Dios del Cielo”. Tras la huida del demonio, habiendo triunfado el Bien, los
danzantes hacen alabanza al santo y el gracioso da fin a la loa en tono
gracioso, haciendo crítica humorística de las mujeres y de su propia vida, y
hablando de los pueblos vecinos. Por último pide la bendición al santo y saluda
a las autoridades y al cura dándoles las gracias y la enhorabuena por haber
podido celebrar las fiestas. Acaba recitando alabanzas a San Acacio:
estrella
muy relumbrante
échanos
la bendición
al
gracioso y los danzantes.
Adios
Acacio Glorioso
adiós
estrella de guía
échanos
la bendición
a
todos los de esta villa
Adiós
Acacio Glorioso
estrella
de resplandor
si en
algo os he fallado
también
os pido perdón.
A
continuación de la Loa y para poner fin a la fiesta, los danzantes interpretan
las siete danzas que componen el repertorio, acompañados por la música del
laúd. Reciben el nombre de “Danzas de los Peludillos”, haciendo alusión
a la letra de una de las danzas. El etnógrafo alcarreño Pedro Vacas las enumera en su programa "Desde Antaño hasta Hogaño". Cinco son de paloteo, y las dos últimas de
castañuelas. Los nombres de las danzas son: “cuatro frailes motilones”,
“ligera de pie”, “peludillos son”, “ligera de rodillas”, “a coger quiricoles”, "a la sombra" y "Marizámpanos".
Las vistosas danzas son interpretadas por los ocho danzantes, mujeres y
hombres, que realizan complicados quiebros, saltos y mudanzas que dan gran
vistosidad al baile.
El Gracioso |
El Demonio y el Ángel |
Los Danzantes |
Danzas de paloteo |
Danzas de los Peludillos de Utande |
El Demonio |
Fuente consultada: Programa "Desde Antaño hasta Hogaño", dirigido por el etnógrafo Pedro Vacas.
*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.
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