La localidad toledana
de Bargas, anhela los 365 días del año la llegada del tercer domingo de
septiembre, para cumplir con su tradición más preciada. Los bargueños celebran
sus fiestas en honor al Santísimo Cristo de la Sala, imagen de gran devoción, a
la que dedican un cariño muy especial.
Son varios los momentos
que componen esta fiesta, pero sin duda, el de mayor arraigo y antigüedad, es
la solemne procesión que tiene lugar el domingo entrada la noche. No es una
procesión cualquiera, sino que se trata de una amalgama en la que todos los
sentidos toman parte. La tradición manda que el Santo Cristo recorra las calles
de Bargas acompañado por las mujeres bargueñas ataviadas con el elegante y
antiguo traje de la localidad. Se trata de una joya de la indumentaria
tradicional de nuestro país, un atuendo que ya usaron siglos atrás otras
bargueñas, y que fueron dejando la bonita herencia a sus descendientes, para
que jamás se perdiese tan bonita tradición.
El traje de bargueña se
compone de enaguas, falda plisada larga, blusa, delantal negro del mismo largo
de la falda con ricos bordados, y pañuelo blanco a la cabeza. Remata el atuendo
el que sin duda diríamos que es el elemento de mayor vistosidad: el mantón de
manila, que se coloca cruzado a la cintura, cayendo en pico sobre la espalda. Las
bargueñas llevan esta prenda dispuesta con gran elegancia, formando varios
pliegues por debajo de la nuca, lo que da gran vistosidad al conjunto. Y digo
que se trata de una parte fundamental del traje de bargueña, puesto que suelen
ser mantones muy antiguos, pasados de abuelas a madres y de madres a hijas, y
que muchos cuentan con varios siglos de antigüedad. Las mujeres bargueñas sacan
para ese día sus mejores joyas, luciendo preciosas arracadas, así como
colgantes de oro y piedras preciosas. Los hombres también participan con su
atuendo particular que se compone de pantalón de pana, blusón azul, y
alpargatas con suela de esparto. Al cuello se anudan el típico pañuelo de
hierbas, prenda muy representativa también muy presente en las fiestas de
Bargas.
Tras varios años
contemplándola, puedo decir que la procesión de Bargas es la “procesión de los
sentidos”. El olfato se deleita con el intenso olor a tomillo que alfombra las
inmediaciones de la iglesia para recibir al Santo Cristo. La cera, el olor a
velas, a cientos de velas que los bargueños y bargueñas portan para dar luz a
su Cristo, y que forman interminables hileras que alumbran en la oscuridad de
la noche. Y un olor que me levanta el vello, que me emociona y que me
transporta a siglos pasados: el olor a arca, a baúl, que desprenden los
mantones al pasar las bargueñas. Ese olor que atestigua la antigüedad de estas
prendas, de esos mantones testigos de muchas procesiones, cada año iguales pero
distintas a la vez… Son el testigo callado del paso del tiempo, de la tradición
cumplida año a año. Olor a tradición, a devoción, a fuertes señas de identidad
que cada septiembre salen de los cofres para seguir cumpliendo años y rindiendo
honores al Señor de Bargas… Olor a flores, a miles de flores que ornamentan la
carroza del Santo Cristo, que es bandera y timón para cualquier bargueño.
La vista se embriaga de
la luz que en la oscuridad desprenden las velas, de la luz que desprenden los
preciosos mantones con sus ricos y coloridos bordados. Luz del blanco reflejo
de los pañuelos sobre las cabezas de las bargueñas, que con el resplandor de
las velas brillan aún más. La vista se emociona con los rostros que esconden
miles de historias, miles de sentimientos, de promesas, de anhelos… La vista
queda maravillada al contemplar la marea de mantones y pañuelos blancos, de
pañuelos de hierba y blusones, de cirios, que avanza en interminables filas que,
serpenteantes, unen las puertas del templo de principio a fin.
El tacto, el tacto de
los pies contra el suelo de Bargas. Pies descalzos que cumplen promesas o que
piden algún favor al Cristo. El tacto, el con-tacto, de lo humano con lo divino,
de Bargas con el Cristo que, cada tercer domingo de septiembre le siente más
cerca aún porque sale a bendecir su pueblo. Las piedras que pisan esos pies desnudos
son pisadas inmediatamente por el Santo Cristo que recoge en cada paso
peticiones y agradecimientos, el sentir de todo un pueblo que acude a él en
todo momento.
Y así es como
transcurre la inigualable procesión del Cristo de la Sala de Bargas, un
auténtico acto de piedad popular , lleno de una vistosidad y un recogimiento
que impresionan y que hacen a esta fiesta merecedora de todo tipo de halagos y
piropos. Parece que el tiempo se detiene es esta procesión siempre de antaño y siempre
de hogaño.
Los ricos mantones de Manila |
Promesas |
Bargueñas en la procesión |
Comienza la procesión |
Stmo. Cristo de la Sala de Bargas |
Filas interminables de bargueñas |
*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.
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