Para la Candelaria y
San Blas, el calendario festivo de España vuelve a llenarse de fiestas y tradiciones
que se reparten por todo el país. Ritos ancestrales, ligados en su mayor parte
a celebraciones de origen pagano, vuelven cada año para perpetuar siglos de
historia en nuestros pueblos. Es el caso de Almonacid del Marquesado, pequeño
pueblo de la provincia de Cuenca, famoso por su fiesta de “La Endiablada” que celebra cada mes de febrero en honor a la Virgen
de las Candelas y San Blas. Durante esos días, este pueblo se llena de una
magia especial, de un aire que trae consigo cientos de años de historia que no
cambia, parece que se detiene el tiempo. Los diablos, principales protagonistas de la fiesta, salen a recorrer
calles y plazas cargados con los pesados cencerros que en otro tiempo eran el
medio para alejar los malos espíritus a través de este rito. Con sus porras en
las manos, alzan sus brazos en señal de adoración a su Virgen y a su patrón San
Blas. Los gorros floreados y las mitras nos recuerdan en todo momento la carga
eminentemente religiosa de la celebración. Los rostros… Quizá sean la parte más
especial de la fiesta, el aspecto que aporta la máxima intensidad emocional…
Esas caras de emoción de los diablos frente a su Virgen y a su Santo, las caras
de los niños –el futuro de la fiesta-, y las de los más mayores que no saben si
tal vez esta será su última fiesta… Todo un rito que Almonacid ha sabido
conservar como su mayor tesoro y que quienes hemos podido disfrutar de él,
quedamos con ganas de volver.
Los diablos visten monos de colores y
motivos muy diversos. Portan a sus espaldas grandes cencerros o zumbas que son
seguramente la pieza más característica de la fiesta. El 2 de febrero, día de
la Candelaria, portan gorros cubiertos de flores; el día de San Blas, 3 de
febrero, las mitras en alusión a la condición de obispo del santo mártir. En
ambos complementos llevan cosidas estampas de la Virgen y San Blas, o de otros
santos. Portan en sus manos la porra, que no es más que un palo rematado en una
cabeza que hace alusión al diablo. Algunos llevan sus caras tapadas con
máscaras, costumbre que con el paso de los años se ha ido perdiendo, siendo muy
pocos los que la llevan en la actualidad. Dentro del conjunto de diablos sobresale la figura del “diablo mayor”, que es la persona que más
años lleva participando en la fiesta como diablo.
Su vestimenta suele ser roja completamente y porta un cetro de madera con la
imagen de San Blas.
Otra pieza fundamental
de la fiesta son las danzantas, que
recorren las calles de Almonacid, y durante la procesión, cerrando el cortejo,
ejecutan sus vistosas danzas. En la plaza trenzan el cordón con una destreza
impresionante y desgranan las piezas de un pequeño arado de madera que una de
ellas porta. En la iglesia recitan los dichos frente a la Virgen y San Blas.
Visten refajos de diversos colores ricamente bordados, blusa, y mantón de
manila, y van acompañadas de dulzaina y tambor.
La explicación de la
presencia de los diablos hay que
buscarla en dos leyendas distintas. En lo que respecta a la Candelaria, haría
referencia a un grupo de pastores que acompañaron a la Virgen hasta el templo
cuando fue a presentar al Niño Jesús, para que pasara desapercibida y las
gentes se fijaran en el sonido de los cencerros y no en ella. En cuanto a San
Blas, estaría relacionada con el hallazgo de la imagen del santo que estaba
enterrada en un paraje cercano a Almonacid, y que fue desenterrada por unos
pastores que la lavaron con el aguardiente que llevaban en sus zurrones.
Trasladaron la imagen a la iglesia del pueblo, y danzaron ante ella con los
cencerros de sus animales, mostrando así la alegría que les causaba tener al
santo entre ellos. Esta es la explicación de la fiesta que ha pasado de
generación en generación en Almonacid del Marquesado.
La víspera de la Candelaria,
el 1 de febrero, los diablos salen
por la noche a recorrer el pueblo con el estruendo de los cencerros como
protagonista. Acuden a casa del alcalde, que les invita a rosquillos del santo.
El día 2 se celebra la Candelaria, el primero de los dos días grandes de la
fiesta. Muy de mañana, los diablos
salen de nuevo a recorrer Almonacid haciendo sonar sus cencerros, mientras que
otros llevan a cabo la cuestación casa por casa. Portan grandes cestos de
mimbre donde se depositan las ofrendas, y llevan la torta que se ofrecerá posteriormente a la Virgen, y que se trata de
una gran anguila de mazapán. A media mañana los diablos se dirigen hacia la iglesia en la que entran haciendo sonar
sus cencerros dando una vuelta por el interior de la misma. Depositan la torta
a los pies de la Candelaria y de nuevo salen a la calle. Después tiene lugar la
procesión con la imagen de la Virgen, el momento de mayor intensidad de la
fiesta al igual que ocurrirá al día siguiente cuando le toque el turno a San
Blas. La imagen sale ante el emocionante estruendo de los cencerros, y los diablos, porra en alto, van delante de
la Virgen sin perderla de vista. Danzando se acercan y se alejan de la imagen
dando grandes saltos y ejecutando carreras, siempre avanzando en sentido
circular. Los “vivas” a la Candelaria
son constantes durante toda la procesión, las caras de emoción de los diablos son dignas de ver en esos
momentos tan especiales para cualquier hijo de Almonacid. Ya por la tarde, los diablos ejecutan su ancestral danza ante
la Candelaria, para después visitar el cementerio. Acto seguido tiene lugar
otro de los momentos álgidos de la fiesta: el lavatorio de la cara a San Blas. Esta tradición viene de muy
antiguo, y está relacionada con el hallazgo del santo del que ya he hablado. El
diablo mayor es quien tiene el
privilegio de lavar la cara a San Blas, y para ello lleva una botella con
aguardiente y la toalla para secarle. De nuevo al caer la tarde vuelven a
recorrer las calles del pueblo para finalizar en la plaza, esperando la llegada
de la siguiente jornada.
El día 3 vuelve a ser
el día grande para Almonacid del Marquesado, pues se celebra a San Blas, el
patrón al que tanta devoción profesan. Los actos son los mismos que los del día
anterior, pero la diferencia está en la mitra que llevan y que es de color rojo
para todos con bordados, haciendo referencia al obispo San Blas. Los diablos
repiten los mismos ritos que el día de la Candelaria: danzan en el interior de
la iglesia, acompañan al santo en procesión con sus danzas y el sonido de los
cencerros, lanzan “vivas” a San Blas, y sobre todo lo viven con la misma
intensidad o incluso más por ser el último día de la fiesta y a partir del que
comienza otra cuenta atrás de 365 días.
De mi visita a esta
fiesta me quedo con las palabras que un diablo
de edad avanzada dirigió a otro más joven que quizás sería su hijo o su nieto. Abrazándole
le dijo: “¿Podré el año que viene?
¿Podré?...”. Vemos como los almonacideños nacen y mueren con la endiablada corriendo por sus venas,
es su mayor seña de identidad.
Fuente consultada: www.laendiablada.com
*Todos los textos, así como la imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.
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