En la mañana del último domingo del mes de enero, Málaga del Fresno, un pequeño pueblo de la Campiña del Henares, en la provincia de Guadalajara, celebra cada año la Botarga y las Mujigangas de la Virgen de la Paz.
Una tradición cuyos orígenes, al igual que los del resto de botargas de la provincia, se pierden en la noche de los tiempos y por lo general se cree que podrían ser reminiscencia de ritos prerromanos y romanos. Otra de las interpretaciones que se da a la presencia de estas máscaras en las fiestas de Guadalajara, es la que habla de personajes que aparecen en época medieval para amenizar diferentes festejos distrayendo y gastando bromas a la gente; vendrían a hacer las veces de los bufones. En el caso de Málaga del Fresno, la Botarga va acompañada por otros dos personajes que reciben el apelativo de "Mujigangas". Es este hecho el que hace especial a esta máscara que, a diferencia de otras de la provincia, no actúa sola.
En mi visita a esta fiesta, tuve el placer y la suerte de conversar durante un rato con Luís Pedromingo, quien desde hace 14 años desempeña el papel de Botarga. Me contó que esta tradición fue recuperada tras perderse en la guerra y dejarse de celebrar durante varias décadas. Antaño se festejaban en Málaga del Fresno dos Botargas: la de casados y la infantil. Al igual que ocurrió en muchos otros lugares, con la llegada de la guerra estas tradiciones cayeron en el olvido e incluso se llegaron a prohibir, y durmieron el sueño de los justos hasta que el sentir popular de apego a las raíces y tradiciones despertó en muchos pueblos que vieron muy necesario el hecho de recuperar sus señas de identidad perdidas. En el caso de Málaga del Fresno se recuperó esta tradición hace ya algunas décadas gracias a la memoria de los más longevos del lugar que aún recordaban las vestimentas y los ritos que componían la fiesta. Me contaba Luis una anécdota curiosa referente al traje de la Botarga; durante la guerra una persona del pueblo lo guardó a salvo por miedo a que por sus colores pudiera traer consecuencias negativas. A la vuelta de muchos años el atuendo apareció en un desván y debido al paso del tiempo había perdido sus colores originales. Fue una de las piezas importantes que junto al gran trabajo de investigación realizado, permitieron recuperar tan antigua tradición.
El traje de la Botarga está realizado con tela de paño en color rojo, amarillo y verde, que se alterna en cuadros cosidos entre sí. Se compone de chaqueta, pantalón y capucha, que van decorados con diferentes flores recortadas en tela de colores y cosidas, así como de pequeños cascabeles. Lleva cruzadas por el pecho y la espalda dos correas de cuero de las que cuelgan campanillas. Me contaba Luís que antaño se empleaban con este mismo fin los collares de campanillas que se ponían a las mulas. Lo más característico es la careta, de color negro con motivos blancos, rojos y amarillos, provista de dientes y de aspecto demoníaco. Porta en sus manos una porra decorada con pequeñas campanitas y cascabeles, y un saco de arpillera en el que lleva los caramelos que reparte a pequeños y mayores. Por su parte las Mujigangas visten con ropas estrafalarias que confieren a estos personajes un aspecto harapiento y terrorífico. Llevan cosidas en sus chaquetas y pantalones tiras de telas de diferentes colores, y en sus cabezas portan enormes y diabólicas máscaras provistas de cuernos, pelo y grandes orejas. Llevan colgados a su cintura grandes cencerros que hacen sonar advirtiendo de su presencia. En sus manos, al igual que la Botarga, llevan la porra y el saco para repartir los caramelos.
A media mañana hacen su aparición recorriendo las calles del pueblo y repartiendo caramelos a niños y mayores, cumpliendo así con una bonita tradición que vive momentos de gran auge. Tienen además licencia para entrar en las casas y despertar a los menos madrugadores. Antiguamente la Botarga se ponía en la puerta de la iglesia antes de misa y hacía cuestación; con lo recaudado se organizaba posteriormente una comida. Antes de la misa los tres personajes enmascarados persiguen y asustan a los más pequeños con los que finalmente se reconcilian entregándoles un puñado de caramelos. A la iglesia tienen prohibida la entrada por lo que mientras que se celebra la misa en honor a la Virgen de la Paz aprovechan para perseguir a todo el que se encuentran por la calle y también para tomarse un respiro. Cuando la feligresía sale de la función religiosa, la Botarga y las Mujigangas retoman sus carreras y se pone broche a la fiesta con una comida popular a base de migas con huevos fritos a la que se invita a vecinos y visitantes de este acogedor pueblo campiñero.
*Todos los textos, así como las imágenes, son propiedad del autor.
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