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lunes, 22 de enero de 2024

LA "VAQUILLA DE SAN SEBASTIÁN" DE BURGOHONDO

El domingo 21 de enero, la tradición nos llevó hasta el abulense Valle del Alto Alberche. En Burgohondo nos recibían las cumbres nevadas y un espléndido sol para conocer la peculiar tradición que este pueblo celebra cada año con motivo de la fiesta de San Sebastián. La “Vaquilla de San Sebastián”. Una celebración que tiene sus orígenes muy probablemente en ritos prerromanos y romanos, y que tiene como protagonista a una vaca de madera. Es frecuente encontrarnos con este tipo de celebraciones en entornos donde la ganadería ha sido y es motor de la economía local. El objetivo de estos ritos no era otro que favorecer la fertilidad de la tierra y la prosperidad del ganado; despertar a la naturaleza para que tras el invierno fuera propicia y la tierra diera frutos abundantes. Nos encontramos ante un ritual festivo que, a todas luces, sufrió un importante sincretismo con la llegada del cristianismo, asociándose a la celebración de San Sebastián para evitar su desaparición.  En el caso de Burgohondo llama la atención la representación de la vaca, pues está compuesta por cabeza y cornamenta de madera, y un palo para portarla. Al contrario que en otros lugares, aparece sola en el contexto del rito; tan sólo la acompañan dos personajes -los “cañaños”- en la simulación de su muerte, que tiene lugar por la tarde como broche a la fiesta.

He tenido la suerte de poder recabar información sobre esta curiosa fiesta, de la mano de su protagonista y principal mantenedor. El señor Paco, con sus 84 años, lleva unos cuantos al cargo de la tradición, permitiendo que se siga celebrando y conservando, y con la esperanza de que la juventud tome el relevo. Me contaba que el abuelo de Ofe, su mujer, también había estado muchos años ligado a la celebración, y testigo de ello es una foto muy antigua que conserva y que he tenido la suerte de poder contemplar. Me contaban que antaño eran los cofrades de San Sebastián quienes se encargaban de rotarse la vaquilla entre ellos. El Mayordomo era el que la portaba, y en su casa invitaba al resto de cofrades a limonada y dulces. El día de San Sebastián por la tarde, tras la simulación de la muerte del bóvido, un carro con la vaquilla y los músicos iba hasta la casa del cofrade que se había quedado con ella, donde se ponía punto final a la fiesta con un convite.

En la actualidad se celebra el domingo más cercano a la festividad de San Sebastián. A media mañana vecinos y visitantes se congregan en la casa del señor Paco, donde se ofrece limonada y las exquisitas rosquillas elaboradas por Ofe, su mujer. La música de la gaitilla acompaña a las autoridades a recoger a la Vaquilla para dirigirse a la iglesia donde se celebrará la misa. Durante el recorrido, Paco arremete con la vaquilla de madera contra todo aquel que se encuentra a su paso, cumpliendo así con el antiguo rito. Me decían que antaño el que la portaba levantaba las faldas de las mozas con los cuernos. Vemos en ese acto también una reminiscencia de las prácticas propiciatorias de fertilidad de la mujer, que también se llevaban a cabo en aquellos antiguos rituales. Los muchachos también provocaban a la vaquilla para que saliese tras ellos, y la decían: “Vaca barrosa, que no vales gran cosa”. Hoy todavía alguna que otra persona mayor ha pronunciado la frase cuando la vaquilla se les ha acercado.

Después de la misa tiene lugar la procesión, en la que San Sebastián luce engalanado de una manera muy especial con cintas de muchos colores que cubren prácticamente toda la imagen. Encabeza la comitiva la vaquilla, que se abre paso por las calles de Burgohondo. Acabado el acto religioso se ofrece limonada y dulces en la plaza de la Abadía, momento en que la vaquilla es portada por algún joven como David que, con entusiasmo, participa también en el mantenimiento de la tradición, y arremete contra los presentes provocando carreras entre la chiquillería. Ya por la tarde, después de comer, se vuelve a la plaza con la música de la gaitilla, donde tiene lugar la “muerte” de la vaquilla. Dos personajes ataviados con ropas viejas, los conocidos como “cañaños”, se encargan de capturar con una cuerda a la vaquilla simulando así la muerte del animal. Finalizado el acto, se da a conocer la persona que se queda con ella para el año siguiente, en el caso de que hubiera alguien que se ofreciera.

Una tradición muy curiosa, que sigue desafiando al paso del tiempo y que se mantiene viva como una de las señas de identidad más importantes de Burgohondo. 

Mi agradecimiento sincero a Paco y Ofe por su amabilidad y por el ratito tan agradable que me regalaron hablándome de la tradición de la Vaquilla. No dudaron un segundo en abrirme las puertas de su casa y de su memoria. ¡Gracias, de corazón!

*Todos los textos, así como las imágenes, son propiedad del autor de este blog.








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