El pueblo madrileño de Navalagamella, enclavado en la Sierra Oeste, cada año celebra en los primeros días de enero una antigua fiesta cuyos orígenes se podrían encontrar en la celebración litúrgica de la Circuncisión del Niño Jesús. Durante tres días este pueblo celebra la Fiesta del Niño que tiene su punto álgido en los ritos que se realizan el primer día del año en que los bailarines ejecutan una danza tradicional que recibe el nombre de “Baile del Niño”.
Los protagonistas de esta celebración son cuatro mayordomos y cuatro bailarines, cargos que antiguamente ostentaban los quintos y que se consideraba como rito de paso a la edad adulta. En la actualidad son un grupo de jóvenes los que cada año dan vida y pervivencia a esta fiesta ofreciéndose a ocupar estos cargos con gran entusiasmo. Aspecto este muy importante puesto que gracias a ese esfuerzo y tesón esta tradición no ha caído en el olvido como ha ocurrido con algunas en otros lugares.
El día 31 de diciembre por la mañana salen todos al monte acompañados por todos aquellos que lo deseen para recoger la leña con la que por la noche se encenderá la luminaria en la plaza. Entrado el año nuevo se enciende la hoguera y en torno a ella se cantan las tradicionales coplillas y los bailarines ensayan el “Baile del Niño” que a la mañana siguiente ejecutarán en la procesión. Me contaban que antiguamente se dividía el pueblo en cuatro partes o barrios a los que debían acudir en esa noche un bailarín y un mayordomo para cantar las coplillas casa por casa. De manera que a la misma vez todos los bailarines y mayordomos por parejas estaban repartidos por los distintos barrios del pueblo.
El 1 de enero es el día grande en que se celebra la Fiesta del Niño y en el que los bailarines y mayordomos juegan un papel muy importante. Después de la misa sale la imagen del Niño Jesús en procesión adornada con globos de papel de seda, mandarinas y mantones. Es portada por los cuatro mayordomos a los que preceden los cuatro bailarines que durante todo el recorrido van realizando el “Baile del Niño”. Les acompañan la gaita y el tambor, Pedro y Antonio, dos músicos de los pueblos segovianos de Torre Val de San Pedro y Matabuena que llevan varias décadas acudiendo a esta fiesta. Hablando con ellos me comentaban que sus padres ya asistían a Navalagamella cada año y que después fueron ellos los que tomaron el relevo. Sin duda son también ya parte fundamental de la tradición que según me decían consideran como propia.
El "Día del Bollo" es otro de los ritos que componen esta fiesta. Se denomina así porque antiguamente era este dulce con el que los vecinos agasajaban a los bailarines y mayordomos que durante el día 2 de enero recorrían el pueblo casa por casa. En la actualidad suelen entregarles dinero y algunos dulces y licores. Con el dinero obtenido en la cuestación se paga al gaitero y al tamborilero, así como otros gastos que acarrea la fiesta.
Por la mañana se reúnen todos a desayunar y en torno a las diez inician la cuestación por los diferentes barrios de Navalagamella. Van ataviados con mantones y llevan el tradicional gorro adornado con cintas de colores y broches. Se sirven de las castañuelas engalanadas con madroños de lana para marcar el ritmo de las danzas. La gaita y el tambor les acompañan nuevamente tocando diferentes piezas como jotas, pasodobles… Algunos vecinos abren las puertas de sus casas e invitan a los bailarines y mayordomos a entrar y les agasajan con dulces. Muchos les solicitan antes de entregarles el aguinaldo que interpreten el “Baile del Niño”, a lo que ellos acceden muy gustosos. A medio día hacen una parada y se reúnen para comer y por la tarde reanudan la cuestación acudiendo a las casas a las que aún no habían ido. Para rematar la jornada invitan a todo el pueblo a un baile amenizado por la gaita y el tambor, poniendo así el broche a esta preciosa fiesta.
Gracias a la invitación de Ismael Pozuelo, gran conservador de las tradiciones de Navalagamella y que ha sido en varias ocasiones bailarín y mayordomo, tuve el privilegio de acompañarles en la mañana del día dos de enero y de contemplar una preciosa tradición que merece todos los reconocimientos. Agradezco enormemente su amabilidad e interés por haber puesto a mi disposición todos los medios para poder realizar este trabajo de campo, así como a Miguel Ángel, alcalde de Navalagamella y a Blanca, concejala de cultura, quienes me recibieron y mostraron las joyas que guarda este pueblo. Gracias también a Rubén que ha sido en varias ocasiones integrante de la fiesta y que también nos acompañó, así como a Ángel, gran conocedor de la tradición con el que he podido conversar. Y por supuesto gracias a los bailarines y mayordomos y a los músicos que muy gustosamente me permitieron acompañarles y se dejaron fotografiar cientos de veces. Muchas gracias a todos y enhorabuena por el trabajo que realizáis para que esta tradición perviva y no caiga en el olvido.
*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo, son propiedad del autor.
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