Muchos
son los pueblos de la provincia de Guadalajara que cuentan en sus celebraciones
festivas con la presencia de “el botarga”
o “la botarga”. Una figura enigmática
que según el momento de su aparición representa el bien o el mal y que siempre
viene asociado a ritos de invierno. Por lo general, lo encontramos ataviado con
un atuendo arlequinado, portando careta demoníaca, cachiporra y campanillas o
cencerros que advierten de su presencia y además ahuyentan los malos espíritus
de la comunidad.
La pequeña
localidad de Beleña de Sorbe, cercana a Cogolludo, revive cada año esta
ancestral tradición con motivo de las fiestas de las Candelas en el mes de
febrero. Este año tuve la oportunidad de conocer esta fiesta junto a sus protagonistas,
y ellos fueron quienes me aportaron curiosos datos de la evolución de la misma
para poderlo plasmar en este artículo. El botarga de Beleña a lo largo de los
años ha conseguido mantenerse como seña de identidad a pesar de los altibajos que
ha sufrido la tradición. Me comentaban que cuando comenzó la despoblación del
lugar en torno a los años setenta del siglo pasado, la celebración se perdió
durante algunos años estando a punto de desaparecer. Más adelante se consiguió
recuperar en las fiestas de agosto y ya en los años noventa el tesón de los
vecinos consiguió que la salida del botarga volviera a su fecha tradicional en
el mes de febrero, incorporando además la presencia de otro botarga más. En el
momento actual la tradición está viviendo un buen momento y se mantiene cada
año con la aparición de los dos botargas, algo que ya ha quedado como algo
habitual en las fiestas de las Candelas.
La figura
del botarga en Beleña es respetada y querida por todos, más aún en la
actualidad puesto que supone un gran esfuerzo por mantener viva la fiesta. Los llamativos
atuendos arlequinados de estos dos personajes están confeccionados a base de
piezas de tela de color rojo y verde. En el tiro del pantalón llevan cosida una
bola de tela que se denomina “higa” y que antaño iba toda cubierta de alfileres
para que los muchachos se pincharan al intentar tocarla o arrancarla. A la
cintura llevan una correa de cuero de la que cuelgan campanillas que en todo
momento hacen sonar cuando salen a las calles de Beleña. Quizá los elementos
más característicos a la vez que enigmáticos sean la careta, la cachiporra, las
castañuelas y la naranja. Actualmente se conservan dos caretas, una más antigua
y otra nueva que un vecino realizó hace unos años. Son de madera y poseen
bigotes de cerdas, unos terroríficos dientes, nariz pronunciada y grandes ojos
que las confieren un aspecto misterioso y demoníaco. Las castañuelas de gran
tamaño son también de madera y con ellas recogen los donativos que los vecinos
les entregan. Las cachiporras, rematadas por una cabeza con aspecto humano, las
emplean para golpear a los vecinos de Beleña, práctica que puede considerarse
como rito propiciatorio de buena suerte, o si es a una mujer, rito relacionado
con fertilidad. Y es que llama la atención que ambas, en la parte posterior del
mango adquieren aspecto fálico, lo cual podría hacer referencia a ese carácter
fertilizador al que aludo. La presencia de la naranja tampoco es casualidad,
pues estamos ante un fruto con importantes connotaciones que simboliza la
fertilidad. Por un lado puede referirse a la fertilidad de la mujer que el
botarga propicia cuando la ofrece a las féminas para que la huelan, y por otro
a la fertilidad de los campos aludiendo a la proximidad de la primavera, al
despertar de la naturaleza.
Actualmente
la fiesta se celebra el fin de semana más cercano al dos de febrero, día en que
se festeja a la Virgen de las Candelas. La aparición de los botargas tiene
lugar en la mañana del sábado, acompañados por otra importante figura que es la
del “mayordomo”. Éste último me
contaban que antiguamente era un cargo al que se accedía por ofrecimiento o en
cumplimiento de una promesa, o que incluso eran parejas que se habían casado en
el último año. En la actualidad lo encarna un vecino que se ofrece para dar
continuidad a la tradición y para acompañar a los botargas en su recorrido por
el pueblo. El mayordomo lleva al hombro unas alforjas de tela donde va
depositando las donativos que los botargas recogen en la cuestación que hacen
por todas las casas del pueblo. En esas primeras horas el papel de los
enmascarados es el de despertar a sus vecinos y pedirles dinero. Nadie conoce
su identidad hasta el momento en que llegan a la puerta de la iglesia para
entrar a misa y se descubren. El sonido de las campanillas anuncia su llegada y
en muchas ocasiones en las casas en las que hay mozas durmiendo, entran para
despertarlas y hacerlas bromas. A media mañana las campanas de la iglesia de
San Miguel anuncian la hora de misa y los botargas en el atrio del templo se
descubren el rostro y dejan en la puerta caretas, campanillas, cachiporras y
castañuelas, y acceden al interior permaneciendo en la parte de atrás junto a
la puerta. Tras la misa llega la procesión con la imagen de la Virgen que porta
una vela, y a la que acompañan los botargas. Al finalizar se puja por los
brazos de las andas y se introduce la imagen de nuevo en la iglesia. A la
salida los botargas esperan en la puerta y ofrecen a besar un crucifijo a todos
los fieles que salen, y que deben depositar limosna en un cestillo que uno de
ellos sujeta. Podríamos decir que en estas partes de la fiesta en que
participan de la celebración religiosa, adquieren un carácter bondadoso.
Es muy
enriquecedor conocer directamente a los protagonistas de las tradiciones. En la
mayoría de mis salidas procuro entrevistarme con ellos, pues son quienes mejor
pueden expresar el sentir y las vivencias que regala el hecho de participar en
la fiesta. En Beleña tuve la suerte de hacer el recorrido íntegro junto a los
botargas y el mayordomo, y en el momento de su descanso en casa de éste último,
fue un placer para mí poder escucharles hablar de la tradición del botarga y
observar el deseo de que no desparezca. En esta ocasión los botargas eran dos
chicos jóvenes, Daniel Domingo del Val y Álvaro Gómez Viana, y el mayordomo Demetrio,
un vecino amante de las tradiciones de su pueblo que este año había accedido al
cargo para mantener viva esta fiesta y poner su granito de arena para que no
desaparezca. Desde estas líneas doy las gracias a cada uno de ellos por su
acogida y amabilidad y por haberme permitido vivir una fiesta que llevaba
muchos años queriendo conocer y que para nada me dejó indiferente.
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Los botargas corren detrás de sus vecinos |
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Haciendo cuestación por las casas |
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Una de las caretas del botarga |
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La otra máscara |
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A la espera de la misa |
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El botarga y sus preseas |
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La cachiporra, las castañuelas y la naranja |
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Los botargas piden limosna a la salida de la iglesia |
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La Virgen de las Candelas en procesión |
*Todos los textos, así como las fotografías y archivos de vídeo, son propiedad del autor.
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