Para el pueblo toledano de Montearagón la fiesta de San Antonio de Padua supone uno de los momentos más importantes del año. Tradición y devoción se dan la mano en torno a la festividad del santo paduano en la que los montearagueños cumplen una serie de ritos que vienen desde antiguo. Me contaban la curiosa historia de la imagen del santo. Una vecina del pueblo tenía a su hijo en la Guerra de África y ofreció que, si volvía sano y salvo, regalaría una imagen de San Antonio con su misma estatura y peso. El joven volvió de la contienda y su madre cumplió con la promesa. Me decían: “contaban que hasta los pies del santo eran del mismo número que los del muchacho”.
Pero si hay algo por lo que sobresale esta fiesta es por la particular tradición de ofrecer a San Antonio peces de tela. Me contaban que el origen de esta costumbre está en uno de los milagros del santo a quien la gente no escuchaba y se burlaba de él cuando estuvo predicando en Rimini -Italia-. Apesadumbrado por la actitud herética de aquellas gentes, se dirigió a las orillas del mar donde comenzó a hablar a los peces. Estos, en gran cantidad, acudieron hasta la orilla para escuchar el sermón de San Antonio, lo que causó la estupefacción de quienes admiraron tal prodigio. Después de hablar a los animales, los bendijo y volvieron mar adentro, y las gentes de la ciudad pidieron perdón y se convirtieron. Por ello en Montearagón se puede observar como gran cantidad de pececillos de tela que confeccionan las mujeres del pueblo van atados a la peana de San Antonio. La costumbre es que, finalizadas las pujas, los devotos paguen una cantidad simbólica por ellos y los cojan, normalmente para cumplir una promesa o para seguir con la tradición. La condición es que esos peces vuelvan al santo ese mismo día una vez que ha entrado en la iglesia, y se guardan hasta otro año. Hay algunos que tienen muchos años de antigüedad y otros más nuevos que se van confeccionando cada año para reponer y ampliar.
El sábado más cercano al trece de junio se celebra la fiesta de San Antonio. Por la tarde tiene lugar la misa seguida de la procesión por las calles de Montearagón. Tras esto tiene lugar uno de los momentos más particulares de la celebración: las pujas. Se coloca al santo en una mesa a las puertas de la iglesia y en torno a él la directiva de su hermandad que se encarga de dirigir este acto y apuntar las cantidades que los devotos ofrecen. La presidenta de la Hermandad de San Antonio, frente a la sagrada imagen, dirige la puja que se alarga cerca de una hora. Los objetos por los que se puede pujar son: ramos de flores, las tradicionales rosquillas de Santa Clara, objetos religiosos, cestas de fruta, por el ramo de San Antonio, por los cordones y los brazos de las andas. Finalizada la subasta tiene lugar el reparto de los panecillos del santo que, según la creencia, si se guardan en los hogares durante todo el año, no faltará la salud ni el sustento.
Una fiesta muy entrañable y un pueblo el de Montearagón volcado con sus tradiciones. Agradezco la acogida del párroco D. Juan Ignacio, así como la amabilidad de las mujeres que dirigen la Hermandad de San Antonio de Padua que me hablaron de todos los detalles de esta bonita y curiosa fiesta.
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