Bienvenidos a OBJETIVO TRADICIÓN, un proyecto que se basa en el estudio y la divulgación del rico patrimonio cultural inmaterial que posee España. Te invitamos a conocerlo a través de los ritos, costumbres, fiestas, tradiciones, folklore... que traemos hasta este espacio. ¡Gracias por tu visita!

lunes, 27 de febrero de 2023

EL CARNAVAL Y LA ESCUADRA DE ÁNIMAS DE ALCAÑIZO

 


Desde el domingo anterior al Domingo Gordo de Carnaval, al amanecer y al atardecer de cada día, se oyen por las calles del pueblo toledano de Alcañizo los redobles del tambor. Un toque que en este lugar se conoce como “el jopé”, y que anuncia la proximidad de la celebración de las Carnestolendas. Me contaban que recibe ese nombre por una canción popular que cantaban los niños y niñas del lugar al tiempo que acompañaban al tamborilero en sus recorridos al alba y al caer la tarde:

“Jopé, jopé,
 la rana se pee
 y el burro también,
 tomando café.
 Jopé, jopé…”. 

Y es que en este coqueto pueblo de la comarca de la Campana de Oropesa, se celebra un carnaval de Ánimas cargado de siglos y de historia, y que se compone de una serie de ritos que lo convierten en una celebración única. La Escuadra de Ánimas es la protagonista, y es quien se encarga de la organización de la fiesta. Está compuesta toda por hombres, que ostentan diferentes cargos dentro de la misma: el Presidente, el Abanderado, los Sargentos Mayores, los Oficiales que portan el bastón, y los Sargentos que portan las alabardas. Les acompaña un tamborilero que recibe una compensación económica por desempeñar tal labor. Como vemos, una formación con tintes claramente militares, en la que además encontramos aspectos muy curiosos que atañen a su buen orden y funcionamiento. Me contaban que los miembros de la Escuadra deben cumplir una serie de normas, so pena de multas económicas, como por ejemplo la obligatoriedad de llevar abrochado el botón del cuello de la camisa, la prohibición de llevar joyas ni relojes…


El domingo, lunes y martes de Carnaval, la Escuadra de Ánimas hace cuestación por las casas del pueblo, y los vecinos entregan huevos y donativos para sufragar los desayunos y los convites. El Martes de Carnaval es el día grande. Por la mañana la Escuadra asiste a la misa y posterior procesión, para después reunirse para desayunar las tradicionales magras de jamón, huevos fritos y vino. Y la particularidad de este desayuno del martes es que las mujeres del pueblo pujan para quedárselo tras ofrecer cierta cantidad de dinero. Ya por la tarde tiene lugar uno de los momentos más característicos de la fiesta: el “Ofertorio”. 


A primera hora se reúne la Escuadra de Ánimas y se dirigen hacia la iglesia, donde dan una vuelta a su alrededor. Acto seguido, recogen al señor cura y se dirigen hasta una plaza cercana donde se han colocado dos bancos en paralelo y una mesa donde aguarda la bandeja para depositar los donativos y el portapaz. Primero pasan todos y cada uno de los miembros de la Escuadra sin romper la formación y respetando su jerarquía, y a continuación el resto de cofrades de la Hermandad de Ánimas que depositan su donativo en un sobre en el que figuran sus nombres y apellidos, y el resto de oferentes que así lo deseen. Se ofrecen donativos y también productos y dulces típicos que al final se subastan. 


Muy curiosa es la cabeza de la anguila de mazapán por la que también se puja. Me contaban que el día de las Candelas es tradición ofrecer una rosca con forma de anguila que se rifa en la mañana del Martes de Carnaval. La persona que la consigue está obligada a entregar la cabeza de la referida anguila para ser pujada por la tarde en el Ofertorio junto al resto de ofrendas. 


Después de este acto tiene lugar la procesión alrededor de la iglesia, durante la cual el tambor “toca a muerto”. La Escuadra y el resto de asistentes efectúan una serie de paradas en las que se reza un responso por las Benditas Ánimas del Purgatorio, y en las que el sacerdote bendice con agua bendita. El domingo y lunes antes de los correspondientes convites, la Escuadra reza el rosario en la iglesia por las Ánimas. 


Tras los oficios religiosos de la tarde del martes, tiene lugar el convite, otro momento muy particular de la celebración en el que se llevan a cabo una serie de ritos muy curiosos, y que se realiza también el domingo y lunes de carnaval. En un local del pueblo se coloca una mesa en la parte central con dulces –la tradicional “fruta de sartén” tan típica en esta comarca-, frutos secos y vino. Los miembros de la Escuadra, las autoridades civiles y religiosas y los asistentes, se sientan en círculo en torno a la mesa, no pudiendo coger nada hasta que lo ofrezcan los primeros. Si alguien se adelantase estaría obligado a pagar una multa económica. También durante este convite se puja para “poner en apuros” en tono amistoso a los presentes, haciéndoles bailar, cantar, hacer algún teatrillo…, pudiendo pujar también la persona en cuestión para no hacerlo. 


Finalizado el ágape, de nuevo la Escuadra y el resto de asistentes se dirigen a la plaza mayor para llevar a cabo uno de los ritos más curiosos de la fiesta: el de “echar la bandera”. Este se lleva a cabo los tres días que duran las celebraciones del carnaval de Ánimas en las diferentes plazas del pueblo. La escuadra se dispone en un gran círculo y los presentes ofrecen donativos para realizar el baile de la bandera. La particularidad reside en que un grupo de personas se agacha en el centro de la plaza, mientras otra tremola la bandera sobre ellos en un acto considerado de protección. Cuando todo el que lo desea ha echado la bandera, se pone fin a la celebración con el turno de la Escuadra. El abanderado echa la bandera sobre el resto de sus compañeros y de los presentes y, al finalizar, abandonan la plaza cruzando “la puente” y se dirigen al domicilio de quienes ostentarán los cargos mayores el próximo año. 


Una tradición preciosa y un pueblo muy hospitalario y acogedor. Me sentí como si estuviera en mi propio pueblo, y tuve la enorme suerte de poder conversar con los alcañizanos y alcañizanas, que me ofrecieron información de esta fiesta tan entrañable. Agradezco de manera especial a Ana Belén Vázquez, que me informó de todo cuanto queda plasmado en este artículo y que muy amablemente me acompañó en cada momento de la fiesta explicándome cada detalle. Por supuesto a la Escuadra de Ánimas, que desempeña una labor encomiable en la preservación de esta antigua tradición. A María Chiquero, alcaldesa de Alcañizo, y a su hermana Marta, compañera humanista, con quienes también tuve el placer de compartir conversación. Y al pueblo de Alcañizo, por su acogida y por haberme permitido participar de su mayor seña de identidad (¡hasta pujaron para que bailase! Todo un honor para mí). Gracias, de corazón.

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CARNAVAL Y FIESTA DE LA VAQUILLA EN ARCONES

 


El Domingo Gordo de Carnaval estuvimos en Arcones, un pequeño pueblo de la provincia de Segovia, al pie de la Sierra de Guadarrama. Allí tiene lugar un antiguo rito festivo que protagonizan unos personajes muy particulares: las “vaquillas” y los “tripudos”. La primeras son un armazón con cornamenta profusamente engalanado con mantones, ricos paños de deshilado y ganchillo, y flores de papel, simulando al bóvido en cuestión. Los segundos son unos personajes grotescos que encarnan algunos hombres de Arcones, y que se consiguen rellenando enormes sacos y piezas de arpillera con paja. 


Uno de los momentos más curiosos es precisamente el momento de vestir a los tripudos, tarea que se realiza en una zona comunal, que pertenece al pueblo. Allí varios hombres y mozos se embuten en los sacos y con la ayuda de otros, se van introduciendo grandes cantidades de paja, para así conseguir un aspecto voluminoso. Una capucha con aberturas en boca, nariz y ojos tapa la cabeza y el rostro de estos personajes. 


Las mujeres son las encargadas de vestir y engalanar cada año las vaquillas que, la tarde del Domingo Gordo de Carnaval, portarán los quintos como es tradición. A primera hora de la tarde comienza el ritual de preparar a los protagonistas de la fiesta, y a las cinco en punto las vaquillas parten hacia la plaza donde esperarán la llegada de los tripudos. Cada una de ellas se coloca en uno de los accesos a la plaza mayor, en cuyo perímetro se sitúan los vecinos y visitantes. 


Suena la música y los tripudos hacen su entrada en la plaza. Las vaquillas pronto corren tras ellos para embestirles y conseguir tirarles al suelo. Varios grupos de mujeres dan vueltas a la plaza mientras las vaquillas embisten a los tripudos, cantando coplas de carnaval y lanzando papelillos de colores.


Después de un rato, dos disparos anuncian la “muerte de la vaquilla”, y por tanto, el final del rito. Acto seguido se invita a todos los presentes a vino, que hace alusión a la sangre de la vaca recién sacrificada. Una tradición muy curiosa que se mantiene viva en este pueblo segoviano, y que este año ha sido reconocida además como Manifestación Tradicional de Interés Cultural Provincial. Tuve el placer de coincidir allí con Esther Maganto, investigadora segoviana que ha estudiado y estudia a fondo las tradiciones de la provincia de Segovia, y que ha publicado trabajos muy interesantes, como por ejemplo “Los Danzantes de enagüillas en la provincia de Segovia”. Fue un gustazo poder compartir conversación con ella que, sin duda, es un referente para quienes nos dedicamos al estudio y la investigación de las fiestas y tradiciones.







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domingo, 12 de febrero de 2023

SAN BLAS CHICO EN RECAS


Cada cuatro de febrero, la localidad de Recas, en la provincia de Toledo, celebra su tradicional fiesta de “San Blas Chico”. Me contaban que, según la tradición oral, esta celebración tiene su origen en la fiesta que los hortelanos del lugar decidieron dedicar al santo obispo un día después de su festividad del tres de febrero, aprovechando que en este momento del año el campo es menos productivo. Debido también a que, no podían disfrutar de las fiestas de septiembre en honor a la Virgen de la Oliva, por tener que desempeñar sus labores, más abundantes en verano. Siendo Recas un pueblo eminentemente agrícola, en cuyas tierras se cultivan verduras de excelente calidad, los hortelanos nombraron a San Blas patrón del gremio. No se conoce la fecha de inicio de la tradición, los requeños indican que se remonta muchos años atrás, y que tan sólo se dejó de celebrar en los años de la guerra. Ahora la fiesta la organiza y la mantiene la juventud, antiguamente eran exclusivamente los hortelanos. 

Durante la mañana del día de San Blas Chico se decora el carro con todo tipo de verduras y frutas de invierno que ofrecen los agricultores de Recas: lombardas, repollos, zanahorias, nabos, acelgas, perejil, apio, naranjas… Una curiosidad de la fiesta es que nadie en el pueblo conoce la identidad de la persona que encarnará el papel de San Blas Chico. Se trata de un secreto que guarda la asociación, que es quien custodia la lista de espera de quienes se inscriben para protagonizar el rito festivo. A primera hora de la tarde, la “limoná”, los tostones y los “alcagüeses” hacen las delicias de los presentes en la nave donde desde hace casi una treintena de años parte la comitiva, por la generosidad de una familia que mantiene la tradición. En el interior de la casa, en un cuarto donde no entra nadie, la propietaria de la misma es la encargada de llevar a cabo el ritual de vestir a San Blas Chico. Primero la sotana, después la capa, los guantes, el pelo y la barba, y por último la mitra y las gafas. Se completa el grotesco atuendo con una pieza clave: el báculo que va rematado en su parte superior por una enorme zanahoria y dos cebollas. Sale el “santo” y, entre la música y los cantos subidos de tono, sube al remolque sobre el que paseará en burlesca procesión por las calles de Recas. 

Los cohetes anuncian la salida de la comitiva. Las cuatro en punto de la tarde y el carro hace su aparición. Una gran masa de gente recorre las calles del pueblo y, al llegar a la ermita de San Blas, se hace una parada donde cantan y bailan al son de la charanga. Acaba el desfile en la plaza del pueblo donde tiene lugar uno de los momentos más esperados de la fiesta: el “Pregón de San Blas Chico”. Varias personas del lugar, ante la presencia del “santo”, recitan unos dichos en verso que previamente les han entregado vecinos anónimos. Es el momento de la burla y la sátira en tono amable, en el que se hace un repaso de los acontecimientos ocurridos en el pueblo, en el país y en el mundo en el último año.

Y después de conocer en primera persona esta curiosa tradición, gracias a la amabilidad de la Asociación San Blas Chico de Recas, que me dio la oportunidad de vivirla muy de cerca, me surgen unos interrogantes. ¿Podríamos estar ante una mascarada de invierno con orígenes en un rito de carácter pagano? ¿Podría tratarse de una fiesta medieval de las que se denominan “fiestas de locos”? En el rito encontramos diferentes aspectos que podrían acercarnos a este planteamiento. Presencia de la agricultura como motor económico del lugar desde tiempos remotos, presencia de un personaje “enmascarado”, burla a los estamentos de la sociedad –en este caso al clero-, rienda suelta a la transgresión, al intercambio de roles; la sátira a través de la narración burlesca de los acontecimientos ocurridos en el lugar… 

Julio Caro Baroja, en su obra El Carnaval, nos habla de los posibles orígenes de estos ritos de invierno que tienen lugar en los primeros meses del año, y nos ofrece una importante visión que puede ayudarnos a encajar las piezas del gran puzle que suponen estas celebraciones, cuanto menos curiosas. Dice: 

Pero no hay que perder de vista lo que sigue: Primero. La función en conjunto, la llevan a cabo los hombres (frecuentemente organizados en forma de asociaciones especiales) de un pueblo o una comarca. Segundo. Con gran frecuencia también se alude en ella a otros propósitos que los estrictamente agrícolas. Por ejemplo, a la expulsión de males en general. Tercero. El elemento satírico es fundamental en varios casos: hay un propósito deliberado de poner al aire toda la chismografía del lugar (…). Hoy, en la gran mayoría de los casos, la comparsa carnavalesca ejecuta una serie de actos con una forma tradicional, sin darles un sentido demasiado concreto; mejor dicho, el sentido está en aquella misma forma y nada más. Es posible que en tiempos distintos recibieran varias interpretaciones sucesivas (…). La suma de actos llevados a cabo por las mascaradas de primeros de año se desprende que su fin primordial es y ha sido sobre todo asegurar durante el año la buena marcha del grupo social al que pertenecen”. (Caro Baroja, 2006, 315-316).

Desde estas líneas quiero expresar mi más sincero agradecimiento a la Asociación San Blas Chico de Recas (Toledo), por su trato y acogida, especialmente a Raúl Ortiz, que me habló de la tradición y me contagió de su entusiasmo por mantener viva esta importante seña de identidad para el pueblo de Recas.

Fuente consultada: CARO BAROJA, J. El Carnaval. Alianza Editorial, Madrid, 2006.

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miércoles, 8 de febrero de 2023

CARNAVAL DE ITUREN Y ZUBIETA


"Relato para la mañana del último lunes de enero". Ituren (Navarra), 30-01-2023.

El valle duerme. Las nieves del frío invierno aún blanquean en las cumbres. Fluyen gélidos los ríos. El oso permanece en su letargo. La tierra es prácticamente improductiva, los hielos impiden que sea fructífera. Los días aún son cortos, pero la luz poco a poco va ganando tiempo a la oscuridad... Los hombres de esos valles hace cientos, o miles, o millones de años vivían de lo que la tierra daba, y por ello estaban en contacto directo con la madre naturaleza, hacedora de todo, la que hacía reverdecer los prados, crecer las cosechas, madurar los frutos, obtener el sustento para los animales... El hombre y la tierra, la tierra y el hombre, en estrecha unión. Había que salir del crudo invierno. Había que llamar a la primavera. Hacían temblar al valle, a las entrañas de la mismísima tierra, con los enormes cencerros que usaban para sus animales. Con su sonido, la madre naturaleza despertaba para iniciar el camino hacia la luz, hacia los días más largos, hacia el reverdecer, el florecer, el madurar... Una ofrenda a los dioses para que fueran propicios. Una manera de ahuyentar los malos espíritus que, durante el invierno, habían estado vagando sin rumbo aprovechando la oscuridad. Temblaba la tierra y tiembla cuando cada invierno se repite el ancestral rito. Cuando los Joaldunak -"los que portan los cencerros"- de Ituren y Zubieta cruzan el puente sobre el río, se abren paso por caminos y veredas, con su paso cadencioso, pisando fuerte la tierra. Tiemblan las entrañas de la tierra cuando con sus coloridos tuntturros y sus pieles, ofician el ceremonial. Retumba el sonido de los cencerros entre las paredes del valle de Malerreka. Se va el invierno. La naturaleza reanuda su ciclo y la comunidad continúa con su cotidianidad. El ritual está cumplido.

Después de muchos años esperando este momento, por fin tuvimos la suerte de conocer el Carnaval de Ituren y Zubieta, en la preciosa Navarra. Un rito único, lleno de belleza, que pone los pelos de punta y emociona. Resulta un momento mágico cuando en la lejanía del valle comienzan a sonar los joareak -cencerros-, y de pronto aparece la larga fila de Joaldunak con su paso marcial. El momento en que cruzan el puente de Zubiburu es maravilloso. Parece como si se diera un salto millones de años atrás, para protagonizar el rito y vivirlo en primera persona.

Maravilla. Esa es la palabra que mejor define a esta tradición y a esa tierra preciosa que atesora tanta riqueza patrimonial.















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