Bienvenidos a OBJETIVO TRADICIÓN, un proyecto que se basa en el estudio y la divulgación del rico patrimonio cultural inmaterial que posee España. Te invitamos a conocerlo a través de los ritos, costumbres, fiestas, tradiciones, folklore... que traemos hasta este espacio. ¡Gracias por tu visita!

sábado, 4 de julio de 2015

LA LOA Y LAS DANZAS A SAN ACACIO MÁRTIR DE UTANDE



A orillas del río Badiel se encuentra la localidad alcarreña de Utande, en la provincia de Guadalajara. En este pequeño pueblo se celebra cada año el domingo más próximo al 22 de junio, festividad de San Acacio Mártir, una fiesta cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.

Son la Loa y las Danzas en honor al patrón San Acacio, dos joyas que este pueblo atesora y de las que recibe una importante fama. Las danzas las podríamos encuadrar dentro del grupo de danzas rituales, cuyo origen incierto nos hace pensar en antiguos ritos de carácter agrícola, en los que mediante las danzas se hacía una llamada a la fertilidad de las tierras y las buenas cosechas. Llama la atención la fecha en que tienen lugar, el 22 de junio o el domingo más cercano a este, muy próxima al Solsticio de Verano, lo que nos hace pensar que su origen pueda estar estrechamente relacionado con ritos solares en torno a este momento de cambio de estación en el que la primavera da paso al verano. Los coloridos trajes de los danzantes también podrían estar unidos a estas interpretaciones. Suponemos que con la llegada del cristianismo y por ende con la llegada a Utande de la devoción al mártir San Acacio, estas danzas de carácter pagano pasaron a celebrarse en honor del santo, convirtiéndose en agasajo y muestra de devoción al patrón. La Loa a San Acacio es una loa religiosa, cuyo antiguo texto narra la lucha del bien contra el mal. En ella aparecen varios personajes que encarnan la bondad y la malicia, y que tras una lucha dialéctica, el Bien consigue triunfar.

La fiesta comienza a primera hora de la mañana, cuando un grupo de dulzaineros recorre las calles de este pequeño pueblo alcarreño. A media mañana la imagen de San Acacio sale de la iglesia y los ocho danzantes le reciben arrodillados. Los devotos pujan por cada uno de los cuatro brazos de las andas para obtener el privilegio de portar la venerada imagen durante la procesión. Al llegar a la plaza se hace una parada en la que los danzantes interpretan una danza al son del  laúd delante del Santo. Los danzantes visten enaguas y camisa blancas, un colorido pañuelo anudado a la cintura, cintas de color rojo atadas a la altura de los codos, varias cintas de colores sobre la espalda y una banda que cruza el pecho que hace alusión a la que porta el Santo. Llevan medias caladas de color blanco, y zapatillas del mismo color decoradas con una escarapela. Para la danza utilizan largos palos de mimbre y castañuelas adornadas con madroños.

Tras la procesión tiene lugar la misa, y tras ésta todo el pueblo se congrega en la plaza donde tienen lugar la Loa y las Danzas, momento álgido de la celebración. Primero tiene lugar la Loa, en la que intervienen cuatro danzantes, el gracioso, el demonio, y el ángel. El gracioso encarna el papel del Bien y viste pantalón y camisa a rayas de color azul y blanco, porta una alforja sobre su hombro, lleva gorro de paja, la cara pintada de blanco aludiendo a la pureza, y se apoya en una especie de cayado que se remata con una cabeza decorada con un gorro militar. El demonio es una especie de botarga, similar a otras que encontramos en otros puntos de la provincia de Guadalajara, que viste pantalón y chaqueta de paño de color verde y negro, alternando cuadros de ambos colores; cubre la cabeza y el rostro con una especie de máscara negra con gorro del mismo color, decorados con cintas y ribetes de color rojo, marcando especialmente la boca y los ojos. En su mano lleva una espada con la que amenaza al gracioso. El ángel lo encarna un niño o niña de corta edad, cuyo atuendo es el mismo que el de los danzantes, llevando además un gorro decorado con flores de tela de colores y espumillones dorados, y una espada con un pañuelo de encaje en la empuñadura con la que defiende al gracioso.

La Loa da comienzo con la intervención del gracioso y los cuatro danzantes, que narran las glorias de San Acacio. El demonio interrumpe la intervención del gracioso, pretendiendo en todo momento estropear su discurso y queriendo imponerse sobre él. Le pide que le explique a qué se debe tanta devoción, a lo que el gracioso contesta:

Pues mire usted caballero,
habrá pronto de saber
que San Acacio Bendito
es muy hermoso en extremo,
sabe hacer grandes milagros
que a un devoto de este pueblo
estando de gravedad
le puso al instante bueno,
y otros “muchismos” milagros
que por ser tarde no cuento.

Tras oír esto el demonio amenaza a los presentes anunciándoles que caerán en sus fauces, y se dirige al gracioso al que postra en tierra a sus pies y amenaza poniéndole su espada en el cuello. El gracioso pide ayuda a San Acacio diciendo:
¡Ay Dios mio de mi alma!
¡San Acacio! ¡Santo mio!
Favorece a tu devoto
que lo tienes prometido,
que quien a tí se encomienda
lo sacarás del peligro.

Ante la desesperación del gracioso hace su aparición el ángel que invita al demonio a volver al infierno, diciendo: “quedad en paz compañeros, y que os guarde Dios del Cielo”. Tras la huida del demonio, habiendo triunfado el Bien, los danzantes hacen alabanza al santo y el gracioso da fin a la loa en tono gracioso, haciendo crítica humorística de las mujeres y de su propia vida, y hablando de los pueblos vecinos. Por último pide la bendición al santo y saluda a las autoridades y al cura dándoles las gracias y la enhorabuena por haber podido celebrar las fiestas. Acaba recitando alabanzas a San Acacio:
Adiós Acacio Glorioso
estrella muy relumbrante
échanos la bendición
al gracioso y los danzantes.

Adios Acacio Glorioso
adiós estrella de guía
échanos la bendición
a todos los de esta villa

Adiós Acacio Glorioso
estrella de resplandor
si en algo os he fallado
también os pido perdón.


A continuación de la Loa y para poner fin a la fiesta, los danzantes interpretan las siete danzas que componen el repertorio, acompañados por la música del laúd. Reciben el nombre de “Danzas de los Peludillos”, haciendo alusión a la letra de una de las danzas. El etnógrafo alcarreño Pedro Vacas las enumera en su programa "Desde Antaño hasta Hogaño". Cinco son de paloteo, y las dos últimas de castañuelas. Los nombres de las danzas son: “cuatro frailes motilones”, “ligera de pie”, “peludillos son”, “ligera de rodillas”, “a coger quiricoles”, "a la sombra" y "Marizámpanos". Las vistosas danzas son interpretadas por los ocho danzantes, mujeres y hombres, que realizan complicados quiebros, saltos y mudanzas que dan gran vistosidad al baile.

El Gracioso

El Demonio y el Ángel

Los Danzantes

Danzas de paloteo

Danzas de los Peludillos de Utande

El Demonio
Fuente consultada: Programa "Desde Antaño hasta Hogaño", dirigido por el etnógrafo Pedro Vacas.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

sábado, 20 de junio de 2015

EL CORPUS DE LAGARTERA: EL ARTE AL SERVICIO DE LA TRADICIÓN


El pueblo de Lagartera, en la comarca toledana de la Campana de Oropesa, atesora una antigua tradición que cada año revive de la misma forma que lo hacía en siglos pasados. La Fiesta del Corpus Christi, de sabor antiguo, de gran colorido, donde el arte se pone al servicio de la tradición.

Esta fiesta según los documentos antiguos que se conservan en el archivo de la parroquia de Lagartera, tiene sus orígenes allá en el siglo XVI, momento en que se funda la Cofradía del Santísimo Sacramento. Estas Cofradías Sacramentales surgen en el citado siglo, después que Doña Teresa Enríquez, Señora de Torrijos, fundase en 1508 la primera Sacramental de España en esta villa cercana a Toledo. Es a partir de ese momento cuando empiezan a fundarse muchas otras a lo largo y ancho de España y Portugal de la mano de esta noble, conocida como “La Loca del Sacramento”, precisamente por esa gran devoción que profesaba a la Eucaristía. Estas Sacramentales, cuyo fin principal es dar gloria al Santísimo Sacramento, han sido a lo largo de los siglos las encargadas de preparar y presidir la fiesta del Corpus, acompañando y escoltando al Cuerpo de Cristo en las procesiones. Así ocurrió en Lagartera desde sus orígenes hasta su desaparición, momento en que entra en escena la Cofradía de la Vera Cruz que hasta nuestros días se ha venido encargando de presidir la fiesta dando escolta al Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus Christi.

El Corpus de Lagartera es único por el patrimonio que se exhibe en la procesión, y por la particularidad de cada uno de los elementos que lo componen, así como por el ritual a la hora de prepararlo. A lo largo de todo el recorrido se colocan altares compuestos por verdaderas joyas de la artesanía y la religiosidad popular lagarteranas. Colchas, reposteros, pendones, cortinas, colchas de malla… en las que en todo momento están presentes los bordados que dan fama mundial a esta localidad toledana. Todos los altares siguen una misma línea a la hora de disponer las piezas que los componen. En el hueco que queda al abrir las puertas de la casa entre la entrada y el portal o acceso al patio, se coloca el “frontal” con una colcha calada. En la parte superior se pone otra colcha profusamente decorada a base de bordados y deshilados que recibe el nombre de “cielo”. En la parte superior de la puerta, ya en la fachada, se coloca la “delantera”, pieza de gran valor artístico por la gran cantidad de motivos que la componen, y a ambos lados a lo largo de toda la fachada, las “colchas de la Pasión”. Éstas últimas, de gran laboriosidad, reciben su nombre de los motivos que las componen que representan escenas de la Pasión de Cristo, así como de Santos, y la habitual representación de la Virgen del Rosario, patrona de Lagartera. Estas piezas están todas realizadas a base de deshilados y encajes, y son joyas que habitualmente datan de siglos pasados y que en Lagartera se custodian en las arcas familiares como preciadas herencias recibidas de generaciones anteriores. En el hueco central del altar se coloca la mesa, revestida cada año de la misma manera y en el mismo orden, y compuesta por varias piezas tradicionales: frontal de tisú, “sábana sacramental”, colcha de percal, “paño de los frailes”, y el “tapador”. A los pies del altar se extiende una vistosa alfombra sobre la que se coloca un cojín o almohadilla con bordados sobre la que se arrodillará el sacerdote para bendecir el altar con el Santísimo. Llama también la atención en el Corpus de Lagartera la gran cantidad de piezas de cerámica que se exhiben ese día en los altares, datando muchas de ellas de los siglos XVIII y XIX.

Sobre las citadas mesas de altar se colocan otras de las joyas por las que esta fiesta se convierte en única: las preciosas tallas barrocas del Niño Jesús, que en muchos casos datan de los siglos XVII y XVIII y que se guardan con celo en las casas de Lagartera. Llama poderosamente la atención la manera en que están vestidas estas imágenes, haciéndolo a la usanza lagarterana, con recreaciones de los distintos trajes tanto de mujer como de hombre que en esta localidad se pueden encontrar. Además estos Niños portan todo tipo de aderezos tradicionales y joyas que han servido de complemento al riquísimo traje lagarterano. Cuál fue mi sorpresa al observar que la mayoría de estos Divinos Infantes portaban en sus manos objetos que, a simple vista, bien pueden ser tomados como joyas o pequeños ornamentos. Rápidamente los identifiqué y asocié con el campo de la superstición, muy extendido hasta no hace muchas décadas en este enclave y pueblos circundantes, donde era muy habitual encontrar todo tipo de amuletos protectores contra el “mal de ojo”, “el daño que hace la Luna”, y otras muchas creencias que desde antiguo han sido practicadas y respetadas en estos lugares. Aparece muy bien recogido y exquisitamente descrito en el trabajo de Consolación González Casarrubios y Esperanza Sánchez Moreno, y que lleva por título “Folklore Toledano: Fiestas y Creencias”. Gran cantidad de esos pequeños ornamentos que encontramos hoy en el Corpus de Lagartera son: escapularios, los Evangelios o la Regla de San Benito que se introducían en pequeños sobres forrados de tela y que se colocaban en los fajeros que protegían el ombligo a los recién nacidos; pequeños amuletos en forma de pez, estrella o sirena, preservadores de los males que según las creencias hacía la Luna a los niños; esquilitas, pequeños cuernos habitualmente de ciervo… Era muy frecuente creer durante los primeros meses de vida del niño o la niña, que coincidían con el periodo de lactancia, en el mal de ojo o aojo, y en el influjo maligno de la luna o alunado. Se empleaban también mediaslunas y manilleras, tanto los bebés como sus madres, para preservarse del mal que hacía la Luna. Como vemos, una interesante muestra de algo que puede parecernos hoy tan simple o que algunos podrían no tomar en serio, pero que en otro tiempo tuvo suma importancia, más aún si la salud estaba en juego.


Las calles se alfombran de plantas aromáticas para recibir el paso de la custodia que contiene en su interior el Santísimo Sacramento, y que es portada por el señor cura bajo palio. Si los altares y los ornamentos son vistosos, no lo es menos el cortejo procesional en el que participan los estandartes de las distintas cofradías y hermandades, así como decenas de lagarteranos y lagarteranas vestidos con el traje tradicional. La vistosidad y riqueza de estas prendas que, en muchos casos pasan de generación en generación, hace que Lagartera sea conocida mundialmente por su traje que lucen sus gentes con orgullo. Decir Lagartera es hablar sus bordados, de su traje típico, y de su Corpus que encierra toda la esencia de lo puramente lagarterano. 

Amuleto en forma de sirena
Niño Jesús presidiendo un altar

Los evangelios, amuleto protector

El barroquismo del Corpus Lagarterano

La Regla de San Benito, amuleto

Niño Jesús vestido a la usanza lagarterana

La mesa de altar y sus diferentes ornamentos

Amuleto en forma de sirena

Tradición que pasa de madres a hijas

El maravilloso traje de las lagarteranas

El arte de ser lagarteranos

El Santísimo en uno de los altares

Medialuna o amuleto que se usaba para proteger de los males de la luna
Fuente consultada: GONZÁLEZ CASARRUBIOS, C. y SÁNCHEZ MORENO, E; Folklore Toledano: Fiestas y Creencias. Imprenta Gómez-Menor. Toledo, 1981.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

viernes, 5 de junio de 2015

ROMERÍAS EN LA CIUDAD DE TOLEDO (II): EL SANTO ÁNGEL CUSTODIO


Hace unos meses iniciaba este apartado dedicado a las romerías que tienen lugar a lo largo del año en Toledo. En esta nueva entrada traigo una que despierta gran interés entre toledanos y visitantes, no sólo por la celebración en sí, sino por el marco incomparable en que se celebra. Se trata de la Romería del Santo Ángel Custodio que cada año tiene lugar el tercer domingo del mes de mayo en el cigarral de su mismo nombre.

La Cofradía del Santo Ángel tiene su sede en la ermita que data del año 1633, cuyas trazas se atribuyen a Juan Bautista Monegro, y que se encuentra situada dentro del que presume de ser el cigarral más antiguo de Toledo.

Los cigarrales tienen su origen en los palacetes de recreo de época romana –villae romanas- y de época islámica. Se componen de una casa de recreo rodeada de grandes extensiones de campo donde se cultivan olivos o frutales, y de zonas ajardinadas provistas de bellos estanques, surtidores y fuentes, además de la casa de los cigarraleros o guardeses. Andando el tiempo los cigarrales se convierten en fincas destinadas al ocio y recreo de importantes personalidades de la sociedad toledana. Son una verdadera seña de identidad para Toledo. Tengo la enorme suerte y el orgullo de poder decir que mi familia materna siempre ha estado vinculada a la vida en el cigarral, no de manera directa –como propietarios-, sino haciendo las veces de cigarraleros. Mis bisabuelos Agapo y Eustaquia fueron guardeses durante varias décadas en el cigarral que el Conde de Romanones poseía en las proximidades del Cigarral del Santo Ángel que aquí nos ocupa. Mi abuelo pasó su infancia y juventud en el cigarral, allí celebró el banquete de su casamiento, y allí dieron sus primeros pasos mi madre, mi tío y muchos de mis primos. Es por ello que desde siempre esta rama de mi familia -los Martín-Payo- ha tenido especial vinculación con la Cofradía del Santo Ángel, a la que mi abuelo perteneció y a la que ahora pertenezco yo para continuar con tan entrañable tradición familiar.

El Cigarral del Santo Ángel Custodio se encuentra en uno de los márgenes del Tajo, divisando la Imperial Ciudad de Toledo. Data del siglo XI, y a lo largo de su historia ha tenido como propietarios a importantes personalidades entre las que se cuentan el rey moro Abd al-Aziz, el Marqués de Villena y el Cardenal Sandoval y Rojas, quien más tarde lo pasa a manos de los monjes capuchinos. Su última propietaria fue la escritora Doña Fina de Calderón. Se trata de un lugar idílico, de ensueño, fuente de inspiración para gran cantidad de poetas que hasta allí acudieron para disfrutar de la quietud, la paz y el sosiego, rodeados de la belleza sin par de los jardines, las fuentes, y de la sombra de las imponentes arboledas. Lugar legendario donde se sitúa precisamente la leyenda de “La Pesca de oro”, ocurrida en el enlace entre el rey moro Abdalaziz con la princesa cristiana Teresa de León, hija de Bermudo II y hermana de Alfonso V, rey de León. Cuenta que el banquete nupcial se sirvió en lujosas vajillas de oro y plata que se fueron arrojando al río según se agotaban las viandas. El rey moro con gran astucia y con el fin de sorprender a los invitados, mandó que varias barcazas ricamente engalanadas surcasen las aguas ante la expectación de todos los presentes. Provistos de redes, sacaron del río todos los elementos de la vajilla que habían sido arrojados al agua, y ante el asombro fueron obsequiados los invitados con tales piezas.

La Romería ha variado su fecha de celebración a lo largo del tiempo. En épocas pasadas me cuenta mi abuelo que se celebraba el segundo domingo de Pascua, es decir, el posterior al Domingo de Resurrección. Actualmente y desde hace algunas décadas tiene lugar el tercer domingo de mayo, único día en que se abren las puertas del cigarral y la ermita para poder acudir a la fiesta y a deleitarse con la belleza del conjunto.

La fiesta comienza el sábado por la tarde con la misa dedicada a los cofrades difuntos. El domingo es el día grande de la celebración y en el que acuden toledanos y curiosos en masa para poder disfrutar de esta bonita romería. Por la mañana tiene lugar la Santa Misa en el interior de la ermita, y seguidamente dan comienzo los festejos populares con el tradicional reparto de limonada, tostones y rosca en el denominado “Manantial del Santo”, lugar que la cofradía habilita para agasajar a cofrades y visitantes. Los romeros se congregan en torno a las mesas donde tienen lugar las tradicionales “quínolas” en las que se sortean varios productos como el jamón, los vinos y las roscas.

Ya por la tarde tiene lugar el momento más esperado: la procesión con la venerada imagen del Santo Ángel por los jardines del cigarral. A las siete en punto, y tras el lanzamiento de varias docenas de cohetes para anunciar la procesión, el Santo sale a hombros de sus cofrades, y va precedido por el estandarte del que cuelgan varias cintas que son portadas por niños y niñas vestidos de primera comunión y por otros que por devoción de sus padres también las cogen. A la llegada del Ángel a la ermita tras haber recorrido el cigarral, tiene lugar uno de los momentos más emocionantes. A los sones de la banda de música, los portadores del Santo bailan la imagen al tiempo que se produce una descarga de pétalos de flores que los devotos lanzan entre vivas y aplausos.

Antiguamente la imagen del Santo Ángel salía acompañada por la preciosa talla de la Virgen de los Cigarrales que se venera en la ermita, como así lo atestiguan los documentos gráficos que se conservan de otras épocas. Es tradición que ese día los hermanos cofrades paguen la cuota por pertenecer a la Cofradía, recibiendo como obsequio la tradicional rosca con anises que no falta en ninguna romería toledana. Me cuenta mi abuelo que antiguamente la cuota ascendía a dos reales.


Preciosas vistas de Toledo desde el Cigarral del Santo Ángel

La Virgen de los Cigarrales

Los márgenes del Tajo en las proximidades del Cigarral

Niños y niñas de comunión en la procesión

El Santo Ángel recorre los jardines del cigarral

La procesión de vuelta a la ermita


 *Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

martes, 5 de mayo de 2015

LA FIESTA DE “LA MAYA” DE COLMENAR VIEJO


El pueblo madrileño de Colmenar Viejo, revive cada 2 de mayo una de sus tradiciones más importantes y señeras. La Fiesta de “la maya”, con la que se da la bienvenida a mayo, el mes de las flores por excelencia y que cuenta con gran cantidad de tradiciones y ritos que giran en torno a la naturaleza.

Esta antigua tradición, de raíz pagana, se remonta a siglos remotos y antiguas culturas que mediante rituales daban la bienvenida a la primavera y los ofrecían a deidades paganas para propiciar la fertilidad de los campos y que los frutos y cosechas fueran abundantes. Estas fiestas que se celebran en España en torno a los primeros días de mayo, están íntimamente relacionadas con las celebraciones que en época romana se dedicaban a algunos dioses. En el caso de la fiesta que nos ocupa, podría estar estrechamente ligada a los antiguos cultos a Bona Dea, también conocida como Maia, que era la diosa de la fertilidad, y que precisamente era representada sentada en un trono, de la misma manera que se disponen las mayas de Colmenar Viejo. Sabemos además que los rituales que se ofrecían a esta diosa tenían lugar en habitáculos profusamente decorados con flores y otras hierbas y plantas, paralelismo que encontramos en las mayas de este pueblo madrileño, que se disponen en altares ornamentados de esta manera como veremos más adelante.

Es curioso que encontremos la figura de la maya en diversos puntos de la Comunidad de Madrid, habiendo desaparecido la tradición en algunos de ellos. Madrid capital es uno de los lugares que se ha esforzado gracias a diferentes colectivos -entre los que se encuentra el grupo Arrabel- en recuperar esta tradición que cada año se celebra a principios de mayo en el barrio de Lavapiés. Pero la que más conserva toda su esencia y sabor y que no se ha visto interrumpida, es la que tiene lugar cada 2 de mayo en Colmenar Viejo, suponiendo una importante seña de identidad para los colmenareños.

En la fiesta participan varias niñas de corta edad que se ofrecen para desempeñar el papel de maya, acompañadas por otro grupo de féminas que componen una especie de corte. Cada maya ocupará un altar cuyos familiares y amigos se encargarán de preparar para el día grande de la celebración. El día de antes acuden al campo a recoger todo tipo de plantas aromáticas y flores, como son los tomillos, lavanda, romero, retama, amapolas, margaritas… que dispondrán minuciosamente para engalanar el altar. El día dos de mayo por la mañana comienza el laborioso trabajo de dar forma al altar que debe estar terminado para la tarde, momento en que las mayas serán entronizadas. Los altares, que se reparten por varios puntos, presentan variadas formas y coloridos que adquieren gracias a la multitud de flores y adornos que los componen. Suelen componerse de un frontal que sirve de fondo o telón para la maya, y que se decora con arcos y guirnaldas de flores, y con ricas colchas y telas de vistosos colores. Delante del altar se extiende una gran alfombra de hierbas aromáticas y flores, en la que a veces se suele representar el escudo de la localidad, o se disponen ramilletes de amapolas y otras flores que dan gran colorido y vistosidad al conjunto. Bajo el frontal se coloca una mesa a modo de altar, vestida con ricas mantelerías y telas bordadas o adornadas con puntillas, sobre la que se coloca la silla, que hará las veces de trono, en la que se sentará la maya para permanecer inmóvil durante unas horas. La mesa se decora con jarrones y floreros, y en todo el conjunto suelen colocarse cestas de mimbre decoradas también con plantas aromáticas y flores.

Las mayas son las protagonistas de la fiesta. Como decía anteriormente, son niñas de corta edad que orgullosas se ofrecen para cumplir con tan antigua tradición. El atavío de la maya se compone de enagua, camisa, medias y zapatillas blancas, y mantón de manila que cubre pecho y brazos y que se ata a la espalda. Rematan el atuendo gran cantidad de joyas, collares y colgantes, que le dan gran riqueza y vistosidad. Sobre sus cabezas llevan preciosas diademas de flores. Cada maya se acompaña de un grupo de niñas que visten de la misma manera que ella, portando los mantones sobre la espalda y prendidos por delante, a diferencia de ella. El papel que juegan estas niñas es el de hacer cuestación entre quienes visitan a la maya, para obtener dinero para costear los gastos de la fiesta.

Cuando todo está dispuesto, los familiares de la maya cuidadosamente la colocan sentada en el altar, donde permanecerá inmóvil y sin hablar durante varias horas. Los mantones que las cubren por completo dejan ver los ricos bordados que los adornan. Las niñas durante el tiempo que dura el ritual se asemejan a figuras pétreas de diosas que impasibles e inmóviles contemplan toda la expectación que generan. Mientras tanto las niñas acompañantes, provistas de un cepillo y una bandeja recogen los donativos al tiempo que pronuncian la repetitiva y tradicional fórmula: “Para la maya, que es bonita y galana”. Con el cepillo, mientras dicen tales palabras, cepillan la manga a los oferentes, acto que pienso podría tener varias interpretaciones: por un lado podría hacer referencia a un acto de limpieza o purificación del visitante que se acerca a la maya, pulcra e impecable, para no “ensuciarla” con su presencia; y por otro pienso que podría tratarse de un ritual de expulsión de malos augurios que podría traer todo el que se acerque a contemplar a la maya, especialmente aquel que no pertenezca a la comunidad. Una vez que se ha depositado el donativo en la bandeja, las niñas obsequian al oferente con una ramita de tomillo decorada por lo general con un lazo. Toda la recaudación la van depositando en otra bandeja o cestillo más grande que se coloca a los pies de la maya a modo de ofrenda.

La tarde es amenizada por los toques festivos de la dulzaina castellana y por los cantos y bailes tradicionales, que recorren cada uno de los altares donde los familiares de las mayas obsequian a los visitantes con licores y dulces típicos.


Y como la mayoría de las fiestas de raíz pagana, esta de la maya también tiene su parte religiosa. Una vez que las mayas son bajadas de sus respectivos altares, se dirigen en comitiva junto a las niñas acompañantes a la iglesia, donde hacen una ofrenda de flores a la Virgen de los Remedios, Patrona de Colmenar Viejo. La fiesta termina con la entrega de regalos a las mayas y con los bailes y cantos propios de la localidad. Una fiesta cargada de siglos que bien merece la pena visitar.

Esperando a la maya

"Para la maya, que es bonita y galana"

La maya permanece inmóvil en su altar

La cuestación se entrega como ofrenda a la maya

La maya en el precioso altar

La maya bonita y galana

Los altares se cubren de plantas y flores

Que siga la tradición...
*Todos los textos, así como las fotografías y archivos de vídeo son propiedad del autor.