El día de San Juan, 24 de junio, hará dos años que tuvimos la suerte de conocer una fiesta que siempre había llamado nuestra atención. Una fiesta a la que dan forma varios ritos de orígenes lejanos, y que ha sido estudiada por muchos eruditos que han hecho varias interpretaciones de los mismos. La Fiesta de San Juan en San Pedro Manrique, un bello e histórico enclave en las Tierras Altas de Soria, que celebra su antigua tradición en pleno solsticio de verano.
La fiesta de San Juan se compone de dos ritos o momentos principales: la noche del 23 de junio con el ritual del “Paso del Fuego”, y la mañana de San Juan, el 24 de junio, con la aparición de las “Móndidas”, tres jóvenes sampedranas que previamente fueron elegidas el día de la Cruz -3 de mayo- para encarnar este papel.
Una fiesta de orígenes inciertos, con tintes prerromanos, romanos y medievales que muchos autores han estudiado y nos han ofrecido sus conclusiones. Para escribir este artículo e intentar aproximarnos a esos orígenes de la fiesta sampedrana, tomaré parte de dos obras: “Ritos y Mitos equívocos”, del gran maestro, D. Julio Caro Baroja; y “Las Señas de identidad de San Pedro Manrique”, del Cronista de la Villa, D. Miguel Moreno.
Caro Baroja, que vivió en primera persona la fiesta en el año 1950, nos dice:


Miguel Moreno, Cronista de la Villa de San Pedro Manrique, también nos ofrece su opinión sobre el origen de la fiesta, basándose a su vez en los escritos sobre la misma de Mariano Íñiguez (“Ritos Celtibéricos: las fiestas de San Pedro Manrique”) y Gervasio Manrique (“El tributo de las cien doncellas en San Pedro Manrique”). Y nos dice así:

La noche mágica de San Juan, junto a la ermita de la Peña, tiene lugar el primero de los ritos festivos de este pueblo soriano. En torno a la media noche y sobre una impresionante alfombra de brasas, los sampedranos cumplen con la tradición de pasar descalzos sobre el fuego. La persona que lleva a cabo este ritual del Paso del Fuego, lleva cargada sobre sus espaldas a otra persona y, a menudo, realizan esta práctica para cumplir una promesa.
La mañana de San Juan, el 24 de junio, es realmente bella y colorida. Muy temprano, las autoridades locales encabezadas por el alcalde, ataviadas con levita y bicornio y montadas a caballo, cumplen con la costumbre de recorrer el pueblo en lo que se conoce como “Descubierta”. Mientras tanto, una comitiva acompañada por la banda de música, se encarga de recoger a las tres “Móndidas” en sus casas. Las tres jóvenes que han sido elegidas para representar este importante papel van ricamente vestidas. Llevan camisa y enaguas blancas, y vistosas puntillas y chorreras en el cuello. Completa el atuendo el lujoso mantón de manila que se adereza con lazos, broches y cadenas, dando lugar a un llamativo y peculiar vestido. El elemento más representativo de las Móndidas es el “Cestaño”, especie de cesto que se decora con puntillas, lazos, broches y flores, y sobre el que se colocan varios panes y los “Arbujuelos”, ramas cubiertas de masa de pan que se tiñen de amarillo con azafrán. Para dar peso y estabilidad a los cestaños, me comentaban que se introducen algunas piedras en el interior. De las tres Móndidas, la que va en el medio, ostenta mayor protagonismo por considerarse la primera, y por ello lleva el mantón de color distinto al de las otras dos.
El pueblo, especialmente la juventud, se congrega en las puertas de las casas de las Móndidas, donde previamente se ha plantado un árbol –una especie de mayo- que la familia de la joven se ha encargado de decorar con coloridas guirnaldas, banderitas y farolillos. Cuando se ha recogido a las tres Móndidas y han colocado los cestaños sobre sus cabezas, la comitiva se dirige a la ermita del Humilladero, donde las tres jóvenes reciben a las autoridades. Todos y cada uno, al pasar ante ellas, se quitan el bicornio y sobre sus caballos efectúan el tradicional saludo, a lo que ellas responden abriendo y cerrando sus abanicos. A continuación tiene lugar la “Caballada”, en la que los sampedranos efectúan vistosas carreras con sus caballos en el espacio comprendido entre la plaza del Mercado y la ermita del Humilladero. Finalizado este acto, la comitiva presidida por las “Móndidas” se dirige a otro punto del pueblo donde vuelven a recibir el saludo del alcalde y concejales. Mientras éstos siguen recorriendo a caballo el pueblo, las “Móndidas” se dirigen a las eras, un bello paraje desde el que se disfruta de unas preciosas vistas de San Pedro Manrique. Allí tiene lugar el tercer y último saludo, y el posterior traslado al Ayuntamiento para más tarde subir a la ermita de la Virgen de la Peña donde tendrá lugar la misa.

Dejamos San Pedro Manrique aquella calurosa mañana, con el sol brillando en lo más alto y con la satisfacción de haber vivido en primera persona una tradición cargada de siglos, un rito maravilloso, especial, único…
Agradecemos desde estas líneas la amabilidad y la atención recibida por parte de Carlos, encargado de la Oficina de Turismo de San Pedro Manrique. Él nos ayudó a planificar nuestra visita y nos recibió aquella mañana en San Pedro para obsequiarnos con algunas publicaciones relacionadas con la fiesta. ¡Muchas gracias por todo, Carlos!
FUENTES CONSULTADAS:
- Caro Baroja, J., Ritos y Mitos Equívocos. Istmo, Madrid, 1995.
- Moreno, M., Las Señas de Identidad de San Pedro Manrique. Ochoa Impresores, La Rioja, 2007.
*Todos los textos, así como las imágenes, son propiedad del autor.
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Los panes dentro del cestaño |
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Detalle de los Arbujuelos |
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Panes, flores y arbuejuelos |
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Cestaños |
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Desde las eras |
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Colocando el cestaño |
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Móndida |
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El tercer saludo en la eras |
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Móndida |
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Mañana de San Juan |
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El árbol-mayo en la casa de una móndida |