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jueves, 31 de julio de 2014

LAS CARRERAS DE CABALLOS EN LAS FIESTAS DE SANTIAGO DE EL CARPIO DE TAJO


Una vez más vuelvo al pueblo de mis raíces para hablar de su más conocida y querida tradición: las carreras de caballos enjaezados que esta localidad toledana celebra con motivo de la fiesta de su patrón Santiago Apóstol.
La devoción al Apóstol Santiago en Carpio de Tajo se remonta al año 1584, momento en que el pueblo se encontraba amenazado por fuertes tormentas de granizo que cada año en fechas estivales, acababan con las cosechas. Entonces los carpeños buscaron ayuda divina, como se hizo igualmente en otros puntos de la comarca por la misma razón. Se acordó que, reunidos en la iglesia, un niño abriría el misal, y el primer santo que saliese dos veces repetidas, sería el protector y abogado contra toda calamidad. De esta manera fue el Señor Santiago el que salió en dos ocasiones, por lo que El Carpio –entonces Carpio de Montalbán- hizo voto de festejarle cada año. Desde aquel momento y hasta nuestros días, este pueblo ha venido honrando a su patrón, celebrando grandes fiestas en su honor donde el máximo protagonismo lo adquieren las vistosas carreras de caballos que tienen lugar cada 25 de julio.
El origen de las carreras de caballos lo podemos encontrar perfectamente ligado a estos hechos. Cuando Santiago Apóstol comienza a ser festejado de manera tan solemne en El Carpio, comienza esta tradición de correr caballos, animal que desde épocas antiguas ha tenido mucho peso por razones económicas, sociales, bélicas… Por ello, se supone que en esas fechas muchos moradores de El Carpio poseían estos animales, e imitando los juegos a caballo que se hacían en nuestro país en la época, decidieron honrar a Santiago de manera similar. La tradición ha llegado hasta la actualidad bien consolidada, cada vez son más los corredores que participan en la fiesta, la cual llevan muy adentro. Para ser corredor, hay que reunir una serie de requisitos: haber nacido en El Carpio, estar empadronado un mínimo de años establecido, estar casado con un/una carpeño/a, tener descendencia carpeña, vivir de forma habitual en el pueblo.
El día principal de los festejos es el 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol. Es costumbre en El Carpio, prenderse de la solapa de la chaqueta o en la camisa en este día, una ramita de albahaca, símbolo de fiesta y regocijo. Destaca en esta jornada la figura del Hermano Mayor, que ostenta la máxima autoridad representando a la Hermandad en cada uno de los actos. Un mes antes de la fiesta, en asamblea general, se pueden presentar hasta tres candidatos para acceder a este cargo, y será el día de Santiago cuando, finalizada la misa, se elija el Hermano Mayor que desempeñará sus funciones al año siguiente el día del Apóstol. Se hacen tres papeletas dobladas que contienen el nombre de cada uno de los candidatos, y se lanzan al suelo desde el altar mayor. Entonces un niño coge una de las tres, siendo la agraciada la persona cuyo nombre figure en el papel. El Hermano Mayor una vez elegido, escoge de entre el resto de corredores a dos que le acompañarán desempeñando el cargo de Diputados. Si una persona ha sido Hermano o Hermana Mayor, al año siguiente no podrá ser Diputado o Diputada, tendrá que esperar a que hayan transcurrido dos años.
Destaca esta fiesta por la gran vistosidad de los atuendos, tanto de los corredores como de los caballos. El traje de corredor se compone de camisa blanca, pantalón negro con polainas blancas ricamente bordadas, y chaqueta con tres aberturas en la parte de atrás, decorada con pasamanerías doradas. Completan el atuendo el tradicional gorro negro de ala corta, el pañuelo rojo anudado al cuello, y las botas de color negro. La vestimenta de los caballos se compone del pecho petral ricamente ornamentado con bordados y flecos dorados, sudadero negro con cruz de Santiago bordada, común para todos los caballos participantes, manta estribera, manta cubre-silla bordada o pintada, y el tradicional jaez que da nombre y gran vistosidad a los caballos y a la propia fiesta. Esta última pieza destaca por su gran colorido, pues se confecciona a base de cintas de muchos colores que se cruzan y se decoran con pequeñas escarapelas; cada corredor puede elegir los colores que quiera para la elaboración de esta prenda. Por último, al caballo se le cubre la cola con una pieza de tela de color rojo a la que se añade un lazo en la parte superior que obligatoriamente debe ser de color rojo, o llevar los colores de la bandera nacional.
El día de Santiago por la mañana, media hora antes del comienzo de la primera carrera, todos los corredores se reúnen en casa del Hermano Mayor. Los Diputados llevan a cabo el sorteo para decidir el orden de cada pareja tanto en las carreras como en la procesión, así como para elegir las cuatro parejas que portarán la imagen del patrón durante la procesión. Tras esto se dirigen a la plaza donde hacen su entrada al son de la “música de los caballos”, tradicional toque, exclusivo de esta fiesta, y que antaño constituía una de las piezas tocadas con dulzaina más características de toda la comarca. En la actualidad la pegadiza melodía se toca con clarinete y caja, habiéndose intentado recuperar en años anteriores la original melodía con gaita o dulzaina. En primer lugar abren la comitiva la pareja de músicos a los que siguen el Hermano Mayor –este año por vez primera Hermana Mayor- portando el estandarte rojo del Apóstol, los Diputados, y el resto de parejas de corredores siguiendo el orden que haya salido en el sorteo. La tradición manda que al son de la tradicional marcha den tres vueltas a la plaza antes de iniciar las carreras.
Una vez acabado el ritual de las tres vueltas a la plaza, los corredores se colocan en la parte trasera del templo parroquial para dar inicio a las carreras. Abre el Hermano Mayor portando el estandarte rojo, y a continuación van efectuando su carrera cada una de las parejas. La carrera consiste en cruzar la plaza a galope intentando que los dos caballos vayan lo más juntos posible. De esta manera los corredores se funden en un fraterno y emocionante abrazo, y es usual que cuando la carrera alcanza la máxima velocidad, los corredores intercambien besos, símbolo de la gran amistad que los une, pues, no olvidemos que las parejas se eligen entre sí, pudiendo ser familia o amigos. Se trata de un momento de gran emoción para los corredores, sus familiares y amigos, y para el resto de personas que presencian las carreras. Los corredores intentan demostrar su destreza a la hora de montar el caballo y correr con él, recibiendo la ovación de quienes los contemplan en la plaza. Las carreras se repiten tres veces en cada tanda, es decir, cada pareja tiene que correr tres veces siempre en el orden establecido. Acabada esta primera tanda de carreras tiene lugar la procesión con la imagen de Santiago Apóstol, portado por las cuatro parejas que han salido elegidas en el sorteo. Nuevamente abre la procesión el Hermano Mayor, esta vez portando el estandarte blanco de la Hermandad de Santiago, al que siguen los Diputados y la mitad de corredores, cerrando el cortejo la otra mitad. Cuando el Santo regresa de nuevo al templo, comienza la misa con la lectura del voto de 1584. Durante el ofertorio cada uno de los corredores, dispuestos siempre en parejas, avanzan por la nave central de la iglesia con una vela encendida que depositan en unos candelabros colocados al efecto, para realizar su ofrenda de cera al Apóstol. Finalizada la Eucaristía tiene lugar la tradicional elección del Hermano Mayor.
A la salida de Misa, se sucede la segunda tanda de carreras, que se realiza con el mismo ritual y riguroso orden que las que tuvieron lugar a primera hora de la mañana. Ya por la tarde, tienen lugar las últimas carreras, y las esperadas carreras en las que los corredores han de intentar coger la cabeza de un ganso que se cuelga de una soga al efecto. En medio de la plaza se colocan dos palos con una soga de la que se cuelgan los gansos. Los corredores, al galope, han de arrancar la cabeza al ave, que después orgullosamente entregarán a sus madres, padres, novios o novias, quienes les limpiarán las manos con un pañuelo. En los últimos años se ha recuperado la costumbre de colocar alcancías, según se hacía siglos atrás. Finalizadas las carreras de la tarde, toda la comitiva se dirige a casa del Hermano Mayor entrante, al que el saliente entrega el estandarte de la Hermandad de Santiago Apóstol para que lo custodie durante todo el año. Después tiene lugar la despedida del Hermano Mayor del año en curso, que agasaja a los corredores con un refresco en su casa, dando así por finalizadas las fiestas de Santiago en El Carpio de Tajo en su parte tradicional, pues las celebraciones se prolongan unos días más con diversos actos y eventos para divertimento de carpeños y visitantes.
Agradezco desde aquí la valiosa colaboración de mis informantes y amigos Fuensanta y Florencio Otero, y Ronda Moreno, grandes conocedores de la fiesta y participantes de la misma como corredores, y en alguna ocasión desempeñando el cargo de Hermano Mayor, como es el caso de Florencio. Muchas gracias por vuestra ayuda y aportaciones documentales para la realización de este artículo.
En casa de la Hermana Mayor

Ultimando preparativos

Pareja a la carrera por la plaza

Fraternidad

Abrazo y hermanamiento

Las tres vueltas a la plaza

Pareja de corredores por la plaza

La riqueza de los ornamentos

El Carpio es Santiago, Santiago es El Carpio

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo, son propiedad del autor.

jueves, 24 de julio de 2014

LA FIESTA DEL RAMO EN GARCIOTÚN


Ya viene la Malena
Por aquel cerro
El veintidós de julio
Ya está en el pueblo
Esta es una de las tradicionales coplillas que cada 22 de julio, fiesta de Santa María Magdalena, se cantan en el pueblo serrano de Garciotún, en la provincia de Toledo, donde tiene lugar una antigua a la par que curiosa celebración.
Se trata de la “Fiesta del Ramo”, celebración de orígenes inciertos que desde el siglo XVI se viene dedicando a la Magdalena -según me informó el párroco-, quien libró al pueblo de una terrible epidemia de peste que en ese momento asolaba gran parte del país. De ahí que en otra de las coplas se mencione con gran devoción este hecho:
Magdalena Bendita
Mi bienhechora
Líbranos de la peste
Antes y ahora
Puede tratarse de un antiguo culto pagano a la naturaleza, similar a la fiesta de los mayos que tiene lugar en el mes de mayo y que encontramos en gran parte de nuestra geografía. La presencia de estos ramos o mayos viene a ser un claro reclamo al resurgir de la naturaleza para que propicie fecundidad, y por ende, frutos bien madurados. Por lo general solemos encontrarlos en el período primaveral y en la entrada del verano en que aparecen en forma de enramadas con motivo de la fiesta de San Juan. Como veíamos en otras celebraciones, en mayo es cuando aparecen con mayor frecuencia.
Estos ramos, mayos y enramadas, tienen un origen pagano relacionado con deidades del mundo grecolatino y con festividades que a ellos se dedicaban inmediatamente antes de la llegada del cristianismo. La presencia de los ramos en las fiestas que hoy celebramos bien pueden hacer referencia a Attis, amante de Cibeles, que llegó a castrarse él mismo, muriendo y resucitando después en forma de flores. Por ello, le dedicaron fiestas en las que el protagonista era un pino ricamente adornado con guirnaldas y cintas de colores. También estos ramos son símbolo de fertilidad, pues en las culturas antiguas el árbol era tenido como ser propiciador de la fecundidad de la mujer, así como de la tierra, favoreciendo las buenas cosechas.
Podríamos por tanto establecer un paralelismo entre estos ritos paganos y el ramo de Garciotún, a través de los elementos que lo componen. Las abundantes ramas de chopo que le dan cuerpo, los ramos de albahaca, las flores que componen la cruz que lo remata, las frutas de la temporada que cuelgan de ella siendo un claro agradecimiento a la tierra –posteriormente a la Magdalena- por las buenas cosechas; las roscas de pan para que no falte el sustento en la comunidad…
En la provincia de Toledo, el de Garciotún, es el único ramo de estas características que encontramos, pues existen otros que nada tienen que ver con éste por estar compuestos principalmente por caza y otros productos, teniendo en común la presencia de las roscas de pan. Pero si miramos más allá de las fronteras provinciales, sí encontramos ramos que guardan con este grandes similitudes, especialmente en la franja norte –Galicia-León-Asturias-. En Galicia reciben el nombre de maios, y se construyen en el mes del mismo nombre; en León estos mayos se elaboran con motivo de fiestas patronales y especialmente en Navidad; y en Asturias con el nombre de mayu, está presente en diversas celebraciones, sobre todo en las de carácter patronal.
Dejando a un lado las hipótesis sobre el origen del ramo de Garciotún y su fiesta, es preciso señalar que se trata de una fiesta secular que los vecinos de este pueblo de la toledana Sierra de San Vicente vienen celebrando con gran orgullo desde tiempo inmemorial. Se trata pues de una fiesta con muchos elementos dignos de ser mencionados, y con muchos ritos que la hacen verdaderamente especial.
Una de la figuras centrales de la fiesta, amén del ramo, es la de la mayordoma, joven soltera de Garciotún que se ofrece para desempeñar este cargo y representar a todo el pueblo en las fiestas. Actualmente son las propias chicas las que presentan su solicitud en el ayuntamiento para ser mayordomas. Pero me cuentan Germán y Crescencio, dos hombres de Garciotún que conocen muy bien esta fiesta, que antiguamente, cuando por norma general todas las niñas nacían en el pueblo, llegada la edad, era el ayuntamiento el que directamente tiraba de registro, eligiendo mayordoma a la moza de más edad de esa quinta. Junto al de la mayordoma encontramos otro cargo importante que es el de la acompañante. Se trata de otra chica soltera que la mayordoma ha elegido para que la acompañe durante la fiesta, y que ocupará el cargo de mayordoma al año siguiente. Ambas, en las distintas celebraciones, van vestidas con peineta y mantilla, y portan sendas panderetas con las que marcan el ritmo de las coplillas que cantan constantemente en cada uno de los momentos que componen la fiesta, acompañadas por otras jóvenes y mujeres del pueblo. La elección y presentación de la mayordoma tiene lugar cada año el día de San Pedro Apóstol, 29 de junio, en la iglesia del pueblo.
El día grande de las fiestas es el 22 de julio, día en que la iglesia recuerda la memoria de Santa María Magdalena. Por la mañana tiene lugar la misa y la posterior procesión con la imagen de la Santa que va adornada con abundantes ramos de albahaca y con grandes roscas de pan decoradas con bolas de anís de colores, que finalizados los actos, serán repartidas entre el señor cura, la mayordoma y las autoridades. Tras los actos religiosos será el alcalde el encargado de agasajar a sus vecinos con la tradicional limonada y los tostones para después dar paso a los actos centrales de la fiesta que tienen lugar por la tarde.
Después de comer, los mozos, familiares, amigos y expertos, se congregan en torno a la casa de la mayordoma para comenzar la ardua tarea de fabricar el ramo. Este acto se realiza en la calle y es público, a él puede acudir todo el que quiera para contemplar la destreza con que los garciotuneros elaboran su seña de identidad. En torno al grueso mástil que sujetará todo el ramo, se van colocando ramas de chopo que en la mañana de la fiesta se han cortado en algún paraje cercano al pueblo. El ramo debe adquirir la forma perfecta para que a la hora de portarlo no tenga más peso en unas partes que otras y no se venza. Me contaban Crescencio y Germán que antiguamente se solía poner adobe en el interior del ramo para hacerlo más pesado. Una vez que se ha cubierto con las ramas de chopo, se colocan ramos de albahaca, planta aromática muy presente en esta fiesta, banderas fabricadas con papel de seda, y trece roscas de pan, me cuentan que una por Cristo y las doce restantes por cada uno de los apóstoles. Estas roscas van ricamente decoradas con bolitas de anís de colores y otras variedades de confites. En la parte más alta del ramo se coloca una cruz que se ha decorado previamente con multitud de flores de tela de colores, y de la que penden racimos de uvas y peras, frutos de la tierra que abundan en esta época estival.
Cuando está terminado el ramo, la gente se congrega a la puerta de la casa de la mayordoma esperando la salida de ésta y de su acompañante. Allí se reparte limonada, tostones, peladillas, bolitas de anís, confites, patatas… todo a cargo de la mayordoma, al tiempo que se cantan las tradicionales coplillas de la fiesta. Éstas son una pieza importante del folklore de la provincia de Toledo, pues solo se cantan aquí, con un ritmo alegre y con unas letras en su mayoría autóctonas. La mayordoma, su acompañante, y el resto de mujeres que las acompañan, tocan enérgicamente sus panderetas para marcar el ritmo de las canciones. Encierran letras de muy diversa temática: por una parte las de carácter religioso en las que se menciona a la patrona Santa María Magdalena o “la Malena” como cariñosamente la llaman en Garciotún; y por otra las de carácter profano entre las que destacan las que hablan en tono burlesco de los pueblos vecinos, las de temática sexual, las de rivalidad entre hombres y mujeres, las de los mozos que portan el ramo... Dejo una pequeña muestra de la infinidad de cantares que se entonan en este día:
Ya viene la Malena
Ya viene el rumbo
Ya viene la alegría
De todo el mundo

El que pasea el ramo
Parece un huevo
Pero tiene más fuerza
Que el mundo entero

Por el puente romano
Corren que vuelan
A por el cucurucho
Los de Bayuela

Las mozas y los mozos
De San Vicente
Por beber agua fría
No tienen dientes
Terminado el refresco obsequiado por la mayordoma tiene lugar el tradicional reparto de ramos de albahaca y de los típicos cucuruchos que contienen tostones, almendras, confites, peladillas… y que aguardan en grandes cestos de mimbre. La albahaca se siembra expresamente para ser repartida este día.
Una vez que todo el mundo ha recogido la albahaca y el cucurucho, da comienzo el acto central de la fiesta: el paseo del ramo. En esta ocasión son los mozos solteros del pueblo los encargados de portar el ramo que viene pesando entre ochenta y cien kilos. Una vez que un mozo se casa, ya no podrá volver a pasearlo. Me contaba un vecino de Garciotún que antiguamente el paseo del ramo era un alarde de hombría en el que los mozos se esforzaban por presumir de fuerza ante las mozas que contemplaban expectantes para ver cuál de ellos podría ser el mejor candidato a novio. El paseo del ramo supone un duro esfuerzo para los mozos que tienen que reunir fuerza y destreza no sólo para levantarlo sino también para mantenerlo erguido y que no se caiga. Sólo pueden cogerlo los mozos de Garciotún, pues me contaba Germán que un año lo cogió un forastero y se cayó el ramo al suelo, de ahí la canción que constantemente se entona durante el recorrido:
Que no cojan el ramo
Los forasteros
Que un año lo cogieron
Y cayó al suelo
Es sin duda un momento digno de contemplar, los rostros de concentración y de dolor contenido de los mozos, los cánticos de la mayordoma y acompañamiento, los jóvenes congregados en torno al ramo para ayudarse unos a otros en tan dificultosa tarea… Después de recorrer varias calles del pueblo, los mozos llevan el ramo hasta la plaza de la iglesia donde la gente se dispone en círculo, dentro del cual los jóvenes pasearán repetidas veces el ramo. El paseo no tiene duración determinada, acaba cuando los mozos deciden, entrando también en juego el cansancio propiciado por el enorme peso del ramo y por el calor de la fecha. Cuando deciden meterlo a la iglesia, la mayordoma, su acompañante y el resto de mujeres, entonan la siguiente coplilla:
Que se lleven el ramo
Para la iglesia
Que los señores mozos
No tienen fuerza
De esta manera y ante el sonido del repique de las campanas, los mozos de Garciotún se disponen a introducir el ramo en la iglesia ante la expectación y emoción de los presentes. Se entonan coplillas dedicadas a los mozos valorando su esfuerzo, así como al señor cura que una vez está el ramo en la iglesia lo bendice. Finalizada la bendición la fiesta toca su fin y se entona una copla de agradecimiento a la “Malena”, en la que interviene todo el mundo:
Magdalena Bendita
Hasta otro año
Que vengamos a honrarte
Con otro ramo
Los mozos vuelven a sacar el ramo de la iglesia y se dirigen a casa del alcalde donde lo rompen, quedando las roscas en propiedad de las autoridades que las reparten entre los presentes. El mástil que sostiene el ramo lo guardará la mayordoma en su casa hasta el año siguiente.
Una tradición sin duda alguna perfectamente conservada, gracias al pueblo de Garciotún que se ocupa de que no se pierda. Hay un aspecto importante y digno de ser destacado: la presencia de los jóvenes en la fiesta que son el presente y el futuro, y que suponen la garantía de la pervivencia de la celebración. Agradezco la amabilidad de Germán y Crescencio, dos de mis informantes a los que tuve el placer de escuchar sus testimonios al pie del ramo, así como la del párroco, Joaquín Garrigós, que me mostró la bella iglesia y la imagen de la patrona.
La mayordoma entona las tradicionales coplas

Los mozos pasean el ramo

Los solteros se encargan de pasear el ramo

El ramo llega a la plaza de la iglesia

El ramo de Garciotún

Hacia la casa del alcalde
Fuente consultada: GONZÁLEZ CASARRUBIOS, C et altLas fiestas populares de Castilla-La Mancha : rituales destacados. Toledo : Consejería de Cultura, 2004.

*Todos los textos, así como las imágenes y archivos de vídeo son propiedad del autor.

miércoles, 16 de julio de 2014

LOS “BARREÑONES” Y EL BAILE DE LA BANDERA EN LAS FIESTAS DEL CRISTO DE SANTA OLALLA


Cada año, el 16 de julio la historia va sumando años en el aniversario de la Batalla de las Navas de Tolosa, acaecida en la provincia de Jaén en 1212. Una batalla que fue decisiva en la Reconquista, y que enfrentó a los ejércitos cristianos y a los almohades, alcanzando los primeros la victoria. En esta contienda participó Don Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, que mucho tuvo que ver con esta victoria del bando cristiano, y que instituyó la fiesta del “Triunfo de la Santa Cruz”, celebrándose desde entonces cada 16 de julio. Fueron muchos los lugares de la archidiócesis de Toledo que comenzaron a celebrar esta fiesta también con el nombre de “Cruz de la Batalla”, habiendo uno que lo hizo de manera especial, y que es el que nos ocupa. Se trata de la Villa de Santa Olalla, que también tuvo representación en la batalla, participando en ella algunos miembros de su casa señorial, según recoge mi amigo Josué López en su libro “Dieciséis de Julio”.
Desde sus orígenes fue una fiesta importante para esta localidad toledana, que con el paso de los siglos se vio engrandecida con la llegada de la imagen mejicana del Cristo de la Caridad, donado a la cofradía del mismo nombre, y cuya función se celebraba cada 16 de julio. Una fecha decisiva que cambió el rumbo de esta celebración, haciéndola más grande aún, fue el año 1598. Es en este punto del siglo XVI cuando la peste bubónica asola pueblos y ciudades, siendo especialmente dañina en la comarca de Torrijos. Muchos fueron los pueblos que acudieron a la ayuda divina celebrando rogativas con sus imágenes de mayor devoción. Santa Olalla fue uno de ellos, y ante tan complicada situación acudió al amparo del Santísimo Cristo de la Caridad, que ese mismo 16 de julio recorrió las calles de la Villa, erradicando milagrosamente los efectos devastadores de la terrible epidemia. Desde ese momento, el pueblo hizo voto de celebrar solemnemente su fiesta cada 16 de julio, llegando así hasta nuestros días. Es curioso que otro pueblo de la comarca, La Puebla de Montalbán, que dista pocos kilómetros de Santa Olalla, también se acogió al Cristo de la Caridad, perteneciente a la cofradía del mismo nombre e igualmente traído de Nueva España. En La Puebla también cesó la peste y se hizo voto popular al Santo Cristo, siendo en la actualidad las fiestas mayores de la localidad, que alcanzan su punto álgido el 16 de julio con la celebración de la procesión vespertina de la milagrosa imagen.
Santa Olalla celebra estas fiestas de manera especial, pues encontramos elementos que las hacen únicas, destacando sobre otras festividades que en este pueblo se celebran a lo largo del año, y también en la comarca. Existe una antigua tradición, que ya tenía lugar en el siglo XVIII en la víspera de la fiesta según documentos estudiados por Josué López, y que a pesar de sus amenazas de desaparición, aún hoy sigue vigente gracias al empeño de un vecino del pueblo. Se trata de los “Barreñones”, que hacen su aparición para sustituir a la pólvora por su peligro de incendio de las mieses. Estos barreñones son un curioso artefacto metálico que sostiene una especie de noria que gira sobre un eje, y de la cuál cuelgan cubos metálicos que en este pueblo reciben el nombre de “barreñones”. Los cubos albergan el fuego que ilumina la noche eulaliense para rendir tributo al Santo Cristo. El aparato es accionado manualmente por una persona que se encarga de mantener vivo el fuego durante la verbena de la víspera de la fiesta. Sin duda es una curiosa tradición que sólo se celebra en Santa Olalla, pues en los pueblos del entorno lo habitual es el encendido de luminarias en determinadas celebraciones, cobrando especial protagonismo en los rituales festivos de invierno. En varias ocasiones se ha dejado de celebrar esta tradición, pero en los últimos años se ha recuperado el artefacto y se siguen encendiendo los barreñones cada 15 de julio.
Otra de las peculiaridades de esta celebración es el “Baile de la Bandera” que tiene lugar ante la imagen del Cristo al término de la procesión del 16 de julio. La venerada imagen que recibe culto en la bella iglesia de San Julián, recorre las calles de Santa Olalla como lo hiciera aquel 16 de julio de 1598. A esta procesión se suma la imagen de la Virgen del Carmen por celebrarse también su fiesta en este día. Sin duda el momento más esperado por los santaolalleros es el final de la procesión, cuando las imágenes hacen parada en la plaza antes de entrar en el templo, y se baila ante ellas la bandera. El abanderado que en este pueblo curiosamente recibe el nombre de “danzante”, acompaña a la procesión portando la bandera y es quien se encarga de bailarla al son de una típica melodía, similar a la que se toca en el Tinaní de la cercana localidad de Quismondo. La melodía original se interpretaba con tambor y dulzaina o gaita, como se conoce a este instrumento en la comarca de Torrijos. Por desgracia su utilización cayó en desuso en estas tierras, llegando a desparecer, pues en ninguna de nuestras localidades se tocan ya. Y es una ingratitud por parte de los pueblos que componen esta comarca, pues en su día fueron célebres las jotas de los gigantones en Torrijos, las seguidillas y rigodones de las fiestas de San Ildefonso de La Mata, el baile del cordón de Gerindote, los paloteos de Escalonilla, las marchas de procesión… Y ya en ninguno de estos lugares se tocan tales melodías con dulzaina, sino que se ha optado por interpretarlas con otro tipo de instrumentos, acudiendo habitualmente a las bandas de música. Los más mayores de nuestros pueblos recuerdan y así nos lo han transmitido, al tío Minuto y al tío Lolo, de la localidad de La Mata, que seguramente fueran unos de los últimos dulzaineros de la zona, y que amenizaban muchas de las festividades arriba señaladas. En Santa Olalla así ha ocurrido, ahora es la banda de música la que interpreta la melodía del baile de la bandera.
Por tradición, siempre han sido los miembros de una misma familia de Santa Olalla los encargados de bailar la bandera. Desde hace algunos años otra persona ha recogido el testigo y es quien se encarga de ello. La bandera está compuesta por trozos cuadrados y rectangulares de tela de varios colores, y lleva en su centro una calavera que hace alusión a las Ánimas Benditas. Este diseño lo encontramos en otros lugares de la provincia como Los Yébenes, Villafranca de los Caballeros…y está estrechamente ligado a las cofradías de Ánimas y a sus soldadescas, vigentes en muchos pueblos, y desaparecidas en otros tantos. La persona encargada de bailarla demuestra gran destreza a la hora de tremolar la enseña, llegando incluso a tumbarse en el suelo, lo que da gran vistosidad al momento. El baile no tiene un tiempo determinado, dura lo que el danzante estima oportuno, entrando en juego su resistencia, pues la cantidad de movimientos hace que bailar la bandera se convierta en una ardua tarea que requiere cierta maestría. Una vez finalizado el baile, el danzante vuelve a enrollar la bandera sobre su mástil y hace una reverencia a las imágenes del Cristo y la Virgen, tornando éstas al templo.
Agradezco la colaboración de mi amigo Josué López Muñoz, vecino de Santa Olalla y amante de su historia y tradiciones, que me ha aportado las fotos y el vídeo de los barreñones, y datos sobre estas curiosas tradiciones de su pueblo, que también recoge en su libro “Dieciséis de Julio. Orígenes, historia, leyenda y devoción del Santísimo Cristo de la Caridad de Santa Olalla”.
Los "barreñones" arden la noche de la víspera

El Cristo de la Caridad en procesión

El danzante bailando la bandera

 
 *Todos los textos, así como las fotos y los archivos de vídeo son propiedad del autor.

lunes, 7 de julio de 2014

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DE LA VISITACIÓN EN ARCICÓLLAR Y SUS CURIOSIDADES


Arcicóllar es un pequeño pueblo de la provincia de Toledo que se encuentra situado en la comarca de Torrijos. En su iglesia parroquial guarda el que sin lugar a dudas es su mayor tesoro: el misterio de la Visitación compuesto por las imágenes de la Virgen y de su Prima Santa Isabel.
La gran devoción a su patrona viene de muy antiguo, y cobra más importancia por el hecho de que fue designio divino que en Arcicóllar se venerase esta advocación de la Virgen. Ya en las Relaciones de Felipe II encontramos recogido este hecho: “y otra fiesta de la Visitación de Nuestra Señora tiene votada todo el pueblo generalmente, y guardan el día de la dicha fiesta… y el voto de la Visitación de Nuestra Señora lo hicieron por la pestilencia”.
Los comienzos del siglo XVI no fueron fáciles en la Península, grandes desgracias propiciadas por pestes, epidemias, catástrofes naturales, plagas… provocaron que la población se viera diezmada, llegando muchos pueblos a desparecer por completo. Los que quedaron en pie pese a tan grandes calamidades, pronto optaron por tomar parte de la intercesión divina, haciendo votos a la Virgen y a los Santos para pedir protección antes, durante o después del peligro. Cobran por tanto gran importancia y protagonismo estos votos, que quedaron perfectamente recogidos en las Relaciones de Felipe II. Por lo general se hacían a santos a los que se atribuía la abogacía ante determinadas calamidades; así por ejemplo, muchas poblaciones hicieron voto a San Gregorio Nacianceno que era tenido por abogado contra las plagas de langosta. Pero por el contrario hubo lugares que, ante tan difícil situación, no supieron a qué santo o advocación de la Virgen encomendar la labor protectora. Así, surgen las denominadas sortes sanctorum, curiosos sorteos que determinaron esa protección. Había maneras diversas de llevar a cabo estas “suertes”, unas veces se introducían varios papeles con el nombre del santo o advocación en una caja o bolsa, y se sacaba uno, y otras veces se hacía encendiendo varios cirios que llevaban el nombre grabado, resultando elegido el que más tardase en consumirse. Pero además hubo ocasiones en las que se enrevesó aún más la situación, siendo los designios divinos los que determinaran a quién encomendar esa tarea protectora. De esta manera, hay muchos lugares en los que la tradición cuenta que metidos los papeles con sus correspondientes nombres, al sacarlos en la “suerte”, no salía ninguno de los introducidos, sino que salía otra devoción o advocación, y que repetido el sorteo varias veces, seguía saliendo de manera insistente, siendo interpretado por los fieles como una señal divina. Creían fervorosamente que ese santo, santa o advocación de la Virgen había elegido aquel lugar para extender sobre él su poderosa protección.
Esto mismo fue lo que ocurrió según cuenta la tradición en Arcicóllar. Ante una terrible peste que asoló los territorios circundantes y el propio pueblo a principios del siglo XVI, los arcicolleros decidieron hacer voto a una advocación de la Virgen para que fuese su protectora. Así llevaron a cabo una “suerte”, en la que incluyeron nombres de los Misterios de la Santísima Virgen. Sacada la papeleta apareció el Misterio de la Visitación de Nuestra Señora, que por descuido era el único que no se había incluido. Nuevamente se realizó el sorteo ante el asombro de los presentes, y repetidas veces salió el mismo nombre, tomando esta señal como deseo de la Virgen de quedarse en Arcicóllar para protegerlo ante cualquier peligro. Desde entonces este pueblo veneró con gran fervor y devoción a la Virgen de la Visitación, haciendo voto de celebrar su fiesta anualmente y de acudir a Ella como eficaz abogada e intercesora.
En su templo parroquial se la dedicó una capilla que alberga el bello misterio de la Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel, compuesto por dos imágenes de vestir que representan el abrazo en el que se fundieron Isabel y la Virgen cuando ésta fue a visitarla. Llama la atención el detalle que muestra a ambas encinta, dejándose entrever en la manera en que llevan dispuestas sus sayas, resaltando sus vientres gestantes. Pero si hay algo que hace especial a esta Virgen es el sombrero que porta, adornado con cintas y flores, aludiendo a la manera en que María se resguardó del sol en su viaje, y haciendo también referencia a la época en que se celebra la fiesta –el primer domingo de julio- que es cuando la Virgen recorre las calles de Arcicóllar resguardándose de los rigores del verano. Por este curioso detalle, se conoce a la Virgen en Arcicóllar y alrededores con el cariñoso nombre de la “Virgen del sombrero”. Las fiestas se celebran el primer fin de semana de julio destacando la ofrenda floral que tiene lugar el sábado por la noche, y la procesión que precede a la misa el domingo, en la que los arcicolleros pujan por llevar los cordones de la carroza sobre la que procesionan la Virgen y Santa Isabel.
Fuente consultada: Viñas Mey, Carmelo; Paz, Ramón, Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino de Toledo. Madrid. 1951.

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